Boston
Domingo,9 d enero de 2000
Nunca me han gustado los hospitales. Tienen algo en su ambiente que me provoca total repulsión hacia ellos. La habitación estaba apenas iluminada por los rayos del atardecer que a pocos moría, paredes desnudas, frías y entristecidas me rodearon cuando la enferma cerró la puerta tras de mí. Me hubiese gustado que Jess también se quedara a acompañarme, pero la regla de las visitas era de una en una. Hasta ahora no había levantado mi mirada hacia la cama. Mis ojos seguían pegados al piso sin vida del cuarto, ¿vergüenza?, ¿miedo?, ¿ansiedad? o ¿emoción? No sabía cuál era la razón de resistirme a lanzar una mirada al frente.
Un suspiro, un paso, una mirada y un salto en mi corazón. La boca se me secó al observar con detenimiento el cuerpo que reposaba sobre la cama. Tuve el valor de seguir reduciendo el corto espacio que nos separaba. Y mientras lo hacía, mis músculos se tensaban en una inestable mezcla de susto y pena. Ahí estaba: tan pálido, tan delgado, tan opaco sus cabellos rubios. Rodó sus ojos hacia mí recién cuando estuve pegada al borde de la cama. Una bolsa de suero colgaba a su lado izquierdo, era cierto lo que Jess me contó de que ya no podía ni alimentarse por sí mismo. Intenté separar los labios, producir algún sonido, al menos un grito de compasión u odio hacia él. Sin embargo, nada de eso sucedió durante el largo minuto en que ambos nos quedamos en total silencio. ¿Se acordaba aún de mí? ¿Sabía mi nombre? ¿Todavía nos odiaba?
- Arantxa... - el verde de sus pupilas se iluminó y mi nombre sonó en un tenue susurro que me provocó acuosidad en mis ojos.
- Hola, papá.
- ¿Cómo te ha ido en estas semanas? ¿Pudiste avanzar con los informes que te envié? – exclamó la "señorita de blanco" en un tono neutro. Sus lentes negros de sol me impedía adivinar si me miraba con ojos apremiantes o llenos de relax.
- Sí, los terminé hace unos días – respondí -. Te seré sincera: nunca se me pasó ni por el filo de mi mente que pudieran armar una red criminal así por toda Europa y América.
- Y eso que todavía no has hurgado lo suficiente, Mía. Tu mente de periodista explotaría si supieses quiénes están realmente involucrados atrás de cada área.
- Me lo puedo imaginar, Alejandra, si con solo saber que una miembro tan respetada de las Naciones Unidas está metida hasta el cuello...
Compartimos la sonrisa. Aunque la mía empezó a vibrar de nerviosismo. No sabía qué hacer. ¿Un abrazo? ¿Lágrimas? ¿Reclamarle por haber arruinado mi vida en Valencia? Muchas cosas colisionaban entre sí dentro de mi mente más de una vez.
- Ya había aceptado morirme sin antes tener la dicha de volverte a ver. Mi Arantxa, mi hija. Tú y Valeria han sido el mejor regalo que me ha dado esta vida.
Sus palabras eran lentas, pausadas entre frase y frase. Noté que su hablar le provocaba demasiado dolor, al igual que su respiración se había acelerado desde que se dio cuenta de mi presencia. Jess debía prepararlo. Yo se lo dije, pero ella me logró convencer al decirme "tu papá se llevará una enorme sorpresa y alegría el verte".
- Un día te vi por casualidad en las calles de Seattle. Investigué y di con que andabas de turismo en esta clínica de Boston.
Exclamé en un fallido intento de bromear un poco. Más para mí que para él, ya que estaba a nada de que mi temple se rompiese en dos y empezase a llorar. Siempre lo había odiado por todo el sufrimiento que mi mamá tuvo que pasar por él, pero volverlo a ver me arrancó sentimientos que no tenía idea que todavía seguían guardados allí adentro de mi corazón.
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Maestra
RomanceAquí empezó todo, antes de que Arantxa tuviese sus propios juegos y reglas, alguien tenía que enseñarle a ser una maestra. Dos clases sociales opuestas, dos formas distintas de ver la vida, pero un amor puro nacerá entre las dos después de ese prime...