Jimin se encuentra luchando contra una fuerte depresión y ansiedad, que cada día se le hacen más difíciles de soportar por un fuerte acontecimiento en su vida. Su mundo lentamente se ha ido desmoronando y aunque siempre intente mantener una sonrisa...
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Darkmeraki Jueves, 21:13 "Las despedidas son bastante dolorosas ¿sabes? Pero es más doloroso fingir que no te duele. Que no te afecta. Debería gritar y llorar a todo pulmón, para poder dejar ir lo que guardo en mi interior. Esas sonrisas. Esas miradas. Pero siempre termino por dejarlo en algún lugar donde no pueda siquiera recordar porque razón a veces me encuentro mal. Donde no pueda recordar porque te ame... Donde no pueda recordar porque aún lo hago."
La notificación suena en su teléfono, sin embargo Jimin no logra ver su contenido.
Los gritos se han salido de control y cuando escucha que algo se rompe con bastante fuerza, teme por lo que ocurrirá. Sale corriendo de su habitación para encontrarse en medio del pasillo a sus padres discutiendo nuevamente. Observa la ira en los ojos del hombre que es su progenitor y la manera en cómo amenaza de golpear a su madre. Solo pasa un segundo cuando se encuentra frente a él y recibe de lleno un fuerte golpe en el rostro.
No llora. No se queja.
Uno de sus ojos se cierra ante el dolor y sabe que la piel se ha abierto cuando siente algo correr por su mejilla.
Su padre se aleja un paso con el rostro asustado, desapareciendo de la vista de ambas personas. Jimin se logra dar vuelta y sonríe a su madre como lo ha hecho desde que tiene memoria. Acuna el rostro de la vieja mujer que suelta lágrimas por montones y con manos temblorosas inspecciona la herida en su cara.
— ¿Estás bien, mamá? – Pregunta el chico sin dejar de enseñar la sonrisa más sincera que tiene, viendo cómo su madre no tarda en abrazarlo y sollozar aún más fuerte, rogando su perdón.
Jimin la envuelve en sus brazos y deja que llore, escuchando cada palabra que sale de sus labios.
Él solo escucha mientras que en alguna parte de su interior se halla temblando de miedo y necesita de otros brazos que lo consuelen.
Pero esos brazos no volverán a su vida.
No deben. Está prohibido.
Y no volvería a despedirse una segunda vez, para romper más su ya de por sí destrozado corazón.
