«—Te veo mañana en la escuela, ¿Ok?»
Pero el mañana no llegó. Midoriya no fue a la escuela al día siguiente, ni al siguiente de este. Ágata, en más de una ocasión, se había planteado ir a buscarlo. Pero casi de inmediato visualizaba a Izuku sonriendo para engañarla, y después soltar la mentira de "estoy bien" seguida de: "mañana sin falta iré". Ya lo sabía, lo veía venir. Sin embargo, el hecho que su mejor amigo se empeñara tanto en sumergirse en ese frívolo pozo de soledad le alarmaba. ¿Acaso su amigo querría alejarse de ella?
—¿Otra vez Izuku, faltó? —exclamó Genki al ver a Ágata caminar sola. La joven asintió tímidamente con la cabeza—. Bueno, supongo que tendré que acompañarte a casa otra vez.
Ambos iniciaron su camino en silencio, y justo cuando salieron de la escuela, a la distancia Inko Midoriya les veía. Estaba nerviosa, buscando en los rincones más oscuros de sus recuerdos si esos rostros eran familiares.
—¡Señora Midoriya! —exclamó Genki al verla.
La mujer inhaló profundo antes de responder:
—Necesito su ayuda.
—¿Tiene que ver con Izuku? —inquirió Ágata dando en el clavo.
—Izuku, no está bien —declaró bajando la cabeza con preocupación.
Aquel día, cuando su hijo salió corriendo de casa tan repentinamente, ella estuvo tentada a perseguirlo. Sin embargo, su sexto sentido de madre se activó, y le ordenó que entrara a su alcoba. Aunque la mujer no lo comprendió, obedeció con escepticismo esa orden, empujando con un dedo la puerta entreabierta. Quedó horrorizada al ver el desastre que su hijo había causado, sintiendo fuertes punzadas que despertaron una sensación de temor en la boca de su estómago. Sus piernas flaquearon al ver destrozado un retrato de ellos dos juntos, cerca del bote de basura. Sus lágrimas salieron para dar a conocer la agobiante melancolía que la inundó.
¿Por qué? Trató de justificar las aberrantes acciones de Izuku, pero todo la llevaba a culparse de ser una horrible madre, tan incompetente, que no era capaz de entender a su único hijo.
Salió con una mano en sus labios, en un esfuerzo de mitigar sus sollozos. Estaba más destrozada que esa alcoba, más herida que esas figuras de acción, más triste que el nublado cielo. Finalmente cayó al suelo, apoyando su espalda en la pared. Sollozó fuertemente por más tiempo del que pudo mantener la cuenta, y su hijo regresó. La miró con los ojos cristalizados y corrió a arrodillarse frente a ella.
—¡Perdón! —pidió antes de envolverla en sus brazos—. ¡Por favor perdóname, mamá! ¡Lo lamento, perdón, perdón!
Inko no podía hacer nada, había perdido el control de su propio cuerpo. Quería decir tantas cosas, disculparse por tantos errores, mirar a su hijo a los ojos y decirle lo triste que estaba por no ser la madre que él merecía, pero, no era capaz de moverse. No podía apartar el rostro del pecho de Izuku, quien con sus manos la refugiaba ahí.
—¡Mamá, perdón! —repitió una y otra vez hasta que Inko fue capaz de decirle que aceptaba sus disculpas.
Aquella noche, ella no durmió bien. Recordó aquel viejo cuento de la princesa y el guisante y no pudo evitar sentirse igual [1]. Parecía que todo estaba bien. Ella y su hijo se habían disculpado, incluso Izuku le besó la mejilla antes de irse a dormir, pero no se sentía tranquila. Había un guisante molestándola, y no lograba entender qué fue lo que lo puso ahí. No lo descubrió hasta el día siguiente, cuando al despertar y pasar por su habitación, lo escuchó hablar con alguien. No pudo captar la voz del interlocutor de su hijo. Cuando menos lo pensó ya había tocado la puerta.
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La Ciudad De Los Muertos [BNHA]
FanfictionIzuku Midoriya decide rendirse ante su meta de lograr convertirse en héroe. Su tristeza, agonía, cólera e impotencia lo someterán a situaciones que nunca imaginó, hasta arrastrarlo a las garras del mal y convertirlo en aquello que juró destruír. «Si...