Midoriya sabía perfectamente que el médico lo había diagnosticado como un caso nada peculiar, y por ende, nada peligroso o alarmante. Porque eso era, ¿no? Por lo tanto, su medicación no iba a ser muy especializada, ni poseía un importante y singular control que debía ser seguido al pie de la letra si se quería evitar una destrucción masiva. Claro que no. Sólo era un caso común y corriente. Sólo eso. Entonces, ¿Por qué sus voces regresaron luego de haber transcurrido diez horas de haber ingerido la pastilla?
Izuku no era ningún tonto, era perfectamente consiente de que podía modificar sus horarios de medicación en caso de verse necesario. Pero una parte de él, una muy silenciosa, exigente e ínfima parte de su ser le ordenaba escucharlas un momento. Sus voces se percibían débiles, hablaban a base de susurros y siseos. Sólo debía soportarlas dos horas más antes de tomar el siguiente psicotrópico.
Transcurridos unos minutos llegó una nueva voz. Una que era más angelical y dulce que las otras. Una voz encariñada y jovial que había hecho su primera aparición exclamando: ¡Busca el caso de Zaki!
Izuku no conocía a esa tal Zaki. La curiosidad pudo más que él e ingresó en el computador el caso de esta persona. Leyó con interés que se trataba de una heroína de rescates extranjera que fue conocida como la más noble de su generación. Su Quirk consistía en que todo aquello que llegara al alcance de sus manos, cambiara sus propiedades y se hiciera líquido o sólido. Salvó a millares personas, el único héroe que había sido capaz de superar su récord era el famoso héroe 13. Pero desgraciadamente, Zaki sufrió el ataque de un villano desalmado que al cortarle ambas manos anuló su Quirk. La heroína se vio obligada a retirarse y más tarde se suicidó saltando desde el último piso de su departamento.
—¡El caso de Alaco! —exclamó la voz.
Este caso hablaba de un héroe cuyo Quirk denotaba en su garganta. Era capaz de potencializar sus propios alaridos a grande escala según lo requiriese la situación. Algo muy parecido a Present Mic, aunque su ropa a era mucho más simple que la de él. Sin embargo, fue víctima de otro enemigo que esta vez le cortó la laringe. Casi pierde sus cuerdas vocales terminando como consecuencia con la capacidad de poder hablar con susurros roncos. Su Quirk había sido dañado y anulado. Fue reportado que trató de suicidarse dos veces en las que sus colegas intervinieron.
Izuku siguió investigando. Muchos casos parecidos se habían reportado a lo largo de los años, no sólo los héroes terminaban afectados. En 1993 se reportó el caso de un ladrón callejero que poseía habilidades hipnóticas empleando sus ojos. Un día presenció sin la debida protección un fuerte destello de luz que lo dejó ciego. Una chica que podía saltar a alturas descomunales se fracturó las piernas de forma irremediable. Un señor de mediana edad que estiraba las partes de su cuerpo sufrió un accidente que lo dejó paralítico.
Fueron muchos casos, todos muy diferentes pero a la vez muy iguales. Izuku llegó a la conclusión de que lo peor no era lo que había pasado. Lo peor era lo que ocurrió después.
Depresión. Cambios de personalidad. Adicciones y, desafortunadamente, la mayoría recurría al suicidio.
Sintió una especie de corriente por toda su columna vertebral que le hizo estremecerse en su lugar. Las manos procedieron a expulsar sudor. Todo aquello era tan terrible, desafortunado, agobiante, era tan triste. Pero no podía dejar de sentirse feliz. Se alegraba de que toda esa gente hubiese Sido despojada de su respectivo Quirk. Le reconfortó que todos ellos pudieron entender lo que era ser una persona normal. Una persona como las que años atrás habitaban en el planeta. Le gustó imaginarse que por un momento se sintieron tan miserables cómo él, y como seguramente el resto de Quirkless se llegaban a sentir. Sólo imaginarse su agonía y tristeza lo hacían sonreír. Pero era perfectamente consiente de que aquella alegría no estaba bien. Lo único que aquel sentimiento hacía, era convertirle en una mala persona. ¿Cómo podría cambiar aquello?
—¿Realmente está mal alegrarse porque alguien tiene tu misma suerte? —canturreó aquella dulce vocecilla. Izuku se miró el reloj que mantenía en su muñeca. Ya era hora de tomar la pastilla.
Tratando de tranquilizarse procedió a sacar la pequeña caja blanca y tomó una de las oblongas pastillas azules que contenía. La reacción fue casi instantánea, una sequía inconmensurable se expandió por toda su cavidad bucal. Sentía que había pasado años vagando por el Sahara sin ninguna protección. Sacó entonces una botella de electrolitos que le había recetado el médico y le dió un gran sorbo esperando aliviar su estado.
Escuchó dos tímidos golpes en su puerta, después fue un murmullo y siguieron otros dos golpes más certeros que los anteriores.
—Pasa —ordenó.
Intuyó que se trataría de su madre. Pero para su sorpresa, Genki y Ágata cruzaron la puerta.
—Chicos, ¿Pasa algo? —inquirió un poco confundido por la inesperada visita.
—¿Cómo te atreves a dejarnos? —dramatizó Genki como si Izuku hubiere cometido un delito imperdonable—, ¡Canalla! ¿Por qué no has ido a la escuela?
El azabache tomó la silla del escritorio de Izuku, y como si él fuera quien dormía en la habitación, se sentó en ella cómodamente.
—¿Estás enfermo? —inquirió Ágata al ver la caja del psicotrópico en la mano de su amigo.
—Ah, sí —respondió Midoriya—, tuve un golpe de calor.
—Pero ya estás mejor, ¿no? —habló Genki acusador, recibió un asentimiento de cabeza antes de añadir—: ¡Entonces ya puedes ir a la escuela!
—P-pero...
—Ni peros ni peras —le interrumpió—. No seas desconsiderado. La escuela no es lo mismo sin tí.
—Además, recuerda que estás becado —corroboró Ágata—, si tus calificaciones bajan, la perderás.
—Tenemos que ponerte al corriente...
—Ya, ya —interrumpió Midoriya un poco cansado de escucharlos hablar—. Mañana sin falta iré a la escuela.
—¿Lo prometes?
El joven volteó a verla y dedicándole una sonrisa le dijo:
—Lo prometo.
—Cambiemos de tema —se entrometió Genki sintiendo una oleada de celos carcomerle la sangre al ver el sonrojo que había invadido las mejillas de la delgada chica cuando recibió la sonrisa de Izuku—. ¿Qué estabas mirando? —se giró y plantó la mirada en el computador del escritorio.
—Ah, eso —se sintió nervioso cuando Genki comenzó a leer—. Sólo es un link que miré en una red social.
—¿Anulación de Quirks? —murmuró, provocando que Ágata se acercara a mirar. Izuku se unió a ellos segundos después y los tres leyeron en silencio el caso que estaba en la pantalla.
—¿Suicidio? —dijo la chica en su habitual susurro—. ¿Se suicidó por perder su Quirk?
—Debió ser un golpe fuerte para esa persona —comentó Genki—. ¿Tú qué sentirías si perdieses tu particularidad, Ágata?
La delgada joven caviló su respuesta mirando al suelo.
—Me sentiría triste, pero no llegaría a tales extremos. Sí yo misma pudiese quitarme mi Quirk, y regalarlo a alguien más, lo haría sin dudar.
Midoriya le miró en silencio, analizando y estudiando detalladamente su respuesta. ¿Quitar un Quirk y otorgarlo a alguien que lo necesite?
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La Ciudad De Los Muertos [BNHA]
Hayran KurguIzuku Midoriya decide rendirse ante su meta de lograr convertirse en héroe. Su tristeza, agonía, cólera e impotencia lo someterán a situaciones que nunca imaginó, hasta arrastrarlo a las garras del mal y convertirlo en aquello que juró destruír. «Si...