-D O S-

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Aquella fue la primera vez en toda su vida en la que Midoriya sintió su sangre hervir de coraje. Le habían llamado loco, y no era la primera vez que eso pasaba.

Desde que él era un niño, y trataba de defenderse de sus agresores, Kacchan alardeaba acerca de que debía estar verdaderamente loco si creía que alguien como él, sin un Quirk, podría derrotarlo. Una vez más esa palabra se hizo presente, cuando le contó a la consejera de la escuela que quería ingresar a la UA. De manera muy poco sutil, aquella mujer cuyas canas atribuían a deducciones de su edad, lo miró por encima de sus pequeños anteojos e insinuó que aquella meta sería una locura demasiado grande para intentar. Aquel estereotipo, nuevamente se presentaba como susurros y críticas por parte de sus compañeros de clase, cuando de manera inconsciente murmuraba concentrado y en voz baja algunas de sus hipótesis y estrategias.

A dónde quiera que él fuera, ese concepto de locura lo acompañaba, y este iba tomado de la mano junto a la palabra no.

"No puedes derrotarme, debes de estar loco para creer eso".

"¿No crees que intentar eso sería... Bueno, una locura?".

"¿Otra vez Midoriya está haciendo planes para ser héroe? Pobre loco, si no tiene un Quirk, eso es imposible”.

Uno a uno, los rostros de aquellas personas iban pasando a través de la pantalla oscura de sus recuerdos. Sus voces retumbaban en sus oídos por más que con sus palmas tratara de mitigar su eco. La presión y la incertidumbre se le subieron al pecho, provocando que el estrés, la impotencia y la frustración salieran a recorrer su cuerpo de manera desenfrenada. Lo hacían estremecerse en su lugar, un sudor helado le provocaba escalofríos, y por más que sus ojos se cerraran, aquellas imágenes no se iban. Seguían ahí para atormentarlo, lo acorralan y le hacían sentir tan pequeño que tenía miedo.

—¡Otra vez has sido el mejor de tu clase! —exclamó Inko con el diploma de su hijo en manos. Las luces que emanaban sus ojos, denotaban todo el orgullo que sentía a grande escala.

—Mamá —murmuró el joven con la cara roja—, ¿Era necesario que trajeras eso aquí?

—¡Por supuesto! Eres un genio, Izuku, y pronto el mundo debe de saberlo.

—Sí, respecto a eso —el camarero se acercó a su mesa para entregarles el pedido que habían hecho—, hay algo que quiero comentarte —anunció con una sonrisa cuando el empleado se había retirado—. Mamá, estoy considerando muy seriamente en tomar clases particulares extra.

—¿Clases particulares? —repitió sorprendida—. ¿Para qué quieres tomarlas? No las necesitas.

—Te equivocas, mamá, hay muchas cosas que quiero saber —comenzó a jugar con el tenedor que tenía en la mano, haciendo movimientos circulares de manera extravagante y llamativa—. Las clases de la escuela son muy aburridas, van un poco lento a donde quiero llegar. Quiero algo que me desafíe, que realmente me ayude a descubrir mi potencial —algunas palabras no eran del todo mentira.

—Esta bien, Izuku. Si eso es lo que quieres, te apoyaré —respondió la mujer tomando con gentileza y cariño la mano que su hijo mantenía quieta—. He decidido que desde ahora, quiero apoyarte en todo lo que decidas —ladeando la cabeza le sonrió con dulzura cerrando sus ojos.

Por un momento el joven se sintió afortunado de tener una madre como ella. Pero con la misma velocidad con la que ese sentimiento había llegado, fue reemplazado por el recuerdo contradictorio de ella llorando y aferrándose a su cuerpo mientras se disculpaba. Esa era la forma en que había recibido su primera negación en toda su vida.

Sintió una gota de rencor llegar a su mente. No quería sentir eso por su madre, no le gustaba, se sentía como un mal hijo. Pero la idea de que ella fuera la primera persona en decirle que no podía alcanzar su sueño, seguía ahí, como una piedra en el zapato.

—Dime, ¿qué tipo de clases quieres tomar? —preguntó Inko retomando el tema inicial.

—¡Oh! —exclamó—, bueno, pensaba en tomar sesiones relacionadas a la mutación. Creo que es un tema interesante y algo descuidado. Desde que los Quirk comenzaron a aparecer, se ha dejado de lado algo tan delicado como ello.

Inko le miró intrigada, aquel joven que estaba sentado frente a ella era alguien muy distinto al que veía tiempo atrás. ¿En verdad eran la misma persona? Sus ojos se cristalizaron, y sintiéndose conmovida tomó una servilleta para enjugar las lágrimas que amenazaban en salir.

—¿Sabes, Izuku?, desde que comenzaste tu carrera como científico, has cambiado —el joven le miraba en silencio expectante. Su madre le tomó con gentileza la mejilla—. Ahora eres más propio al hablar, tu forma de vestir es más elegante, eres alguien más serio. Estoy segura que serás alguien muy bueno para esta sociedad.

En esos momentos no me podía imaginar lo errada que mi madre estaba. Nunca tuve previsto, ni siquiera pasaba por mi mente ser alguien opuesto a lo que ella esperaba, ser lo opuesto a un héroe. La  inevitable determinación que había nacido en mí hubiera sido maravillosa de haber elegido un camino distinto. Un camino distinto al que de manera inconsciente decidí tomar.

La Ciudad De Los Muertos [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora