46. Ernesto.

151 18 8
                                    

     

                                                                                Ernesto.


Recuerdo la primera vez que mire a mi hija, era una bebita con rostro gracioso. Como una anciana. Yo era demasiado joven y no entendía de esto. Se miraba tan vulnerable en los brazos de la enfermera. Sentí que era el momento de sentar cabeza; pues básicamente, su nacimiento seria mi punto de quiebre final para tomar la relación junto a helena muy enserio. Me hice la promesa de protegerla siempre. Creo que falle.

El sonido de la ambulancia camino al hospital hacia que mi corazón temblara. Todo esto era un desconcierto. No sabía lo que había ocurrido. En este instante solo me importaba ella. La paramédica me pedía tranquilizarme. Tan solo ver como se quejaba de dolor. Me rompía el alma. Su mano se veía fatal era la verdad. Intentaba abrir los ojos pero era aún peor ese esfuerzo. Su estado hacía eco porque me recordaba mi promesa rota.

── Estarás bien ── Le susurre en el oído. Intentando no desplomarme ── Lo juro hija.

Su respiración se escuchaba acelerada. Me daba miedo pensar que yo fuese el culpable de todo esto. Apenas ayer me prometí el cambio. No podía ser que la vida no me hubiera podido reivindicarme con ellas.

Tan pronto llegamos a la clínica. Gabriela fue puesta en una camilla mientras los enfermeros la ingresaban. Yo seguía aferrado a su mano.

── Señor, hasta aquí puede llegar ── Dijo la enfermera casi suplicándome al ver mi rostro ── La revisara el internista.

── Señor, hasta aquí puede llegar ── Dijo la enfermera casi suplicándome al ver mi rostro ── La revisara el internista

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Asentí desprendiéndome de su mano. No podía creer que esto nos estuviera pasando. Siempre fuimos una familia ajena a las tragedias. Tal vez no había sido buena idea enviarla a esa fundación; tan desprotegida.


Helena me llamo enseguida advirtiéndome que venía para acá. Le suplique que no armara ningún escándalo, eso era lo que menos necesitábamos. Fue por eso que no deje que se montase a la ambulancia, porque sabía de lo era capaz.

En ese instante me mire el traje; estaba completamente sucio y a mi camisa le faltaba unos botones. Me encontré desesperado en ese momento. Me fije alrededor y las personas agachaban su cabeza; como muestra de respeto por la situación.

Una enfermera salió un poco apresurada de la sala donde habían ingresado a Gabi.

── Señorita disculpe ── La frene ── Mi hija es la que acaba de entrar. ¿Tienen alguna respuesta?

Solo habían pasado algunos minutos, pero yo necesitaba saber cómo se encontraba.

── Aun el internista la esta revisando ── Dijo sosteniendo una especie de empaque de algodones ── Tiene que tener paciencia. Porque no va llenando la ficha de ingreso por favor.

Mi Mayor RegaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora