49. Bailando en la oscuridad.

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Debo confesar que vivir en un mundo de oscuridad me aterraba. Era como si el mundo se olvidara de mí. Como si solo quedara en recuerdo los colores. Tenía miedo. Tengo mucho miedo de mirar atrás y ver que nada paso. Que las cosas que quise hacer no pudieron ser. Solo somos gotas en la punta de una hoja. Colapsaremos en algún instante. Eso era lo que me había pasado.

Algunos destellos de luz aparecían y desaparecían al instante. El doctor dijo que una posible operación era muy común. Pero vivir esperando... me enojaba que no estuviera conmigo. Me enojaba que no hubiera llamado. La mayoría había venido pero Juan P no. Tal vez debía compadecerse un poco con alguien que ha estado con él en sus dolencias. ¿Porque me hace a un lado cuando lo necesito? No debería afanarme a estos hechos. Ya saben que cuando se tiene demasiado tiempo para pensar; los dudas llegan a ti en todas las formas posibles.

Mi móvil no dejaba de vibrar por mensajes que me llegaban. Creo que no fue buena idea tenerlo aquí, me ponía más ansiosa su sonido.

La enfermera de rutina me estaba tomando los signos. Tal vez tuviera un medicamento para el dolor del corazón.

── Dicen que cuando existe una limitación en la visión ── Explica la enfermera ── los otros sentidos se agudizan.

Entendía que era una principiante por como tomaba mi brazo. Sus dedos temblorosos la delataban. En realidad Sofía la enfermera, se habían convertido en mi mayor compañía. En la clínica las visitas eran en un horario establecido. Me pregunto si las personas que mueren en la soledad hubieran preferido morir a lado de un acompañante. Era odioso esa tonta regla. Era odioso lo que estaba pasando conmigo. Era odioso depender de alguien para continuar.

── Supongo ── Admití── Créeme no quisieras estar en mi lugar.

Podía escuchar su respiración. Creo que a eso se refería hace un momento. Pues casi nunca me fijaba en la respiración de las personas. Últimamente estaba aprendiendo a sobrellevar esas sensaciones.

── Lo siento Gabriela si soy inoportuna ── Dijo con un hilo de voz ── Estoy haciendo mi rural de la universidad. Ya sabes por el momento solo tomo signos vitales. Pero seré un gran jefe.

Debo admitir que por lo menos la chica me trasportaba a sus sueños. Los míos no sé si estaban estancados. Sabía que mis padres estaban agotados; durante estos cuatro días no me han abandonado. Mi madre con la intensidad maternal y mi padre adelantando tramites de una operación que se por conocimiento propio, se demora muchísimo en realizarse. Aun sabiendo que el medico decía que las probabilidades eran de ochenta por ciento a mi favor. A él le pareció tan común todo esto; hace dos días le grite unos cuantos insultos sujetándole la camisa. Quería desquitarme con el mundo.


                                                                  ♫♥♪♥♪♥♫


Después de una ligera cena, mi madre decidió cerrar las persianas de la habitación.

── Creo que tienes que descansar ── Insistió ── El medico dijo que lo mejor era que tuvieses reposo. Debes estar en óptimas condiciones para la operación.

Me aterraba pensar tan solo en ese momento. Sumergida tal vez en un sueño profundo, con manos agrietando por dentro mis ojos. Me revolvía el estómago. La cena fue muy sensata para mis futuros pensamientos.

── Sé que no veo madre ── Interpuse ── Así que me da igual si cierras o no cierras las ventanas.

Mi madre acomodo mi almohada. Tomando por sorpresa mi mano doliente. Hice una queja a lo que se disculpó.

Mi Mayor RegaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora