ALPHA || El hijo del dragón y la leyenda del rey mono [#2]

V. El Kraken

El inuksuk les indicó que habían vuelto a Aqua, pues marcaba el límite entre la ciudad-capital y el resto de la Nación del Agua, donde terminaba el Bosque Celeste y empezaba el Desierto de Plata. El inuksuk era un hito de piedras amontonadas las unas encima de las otras que servía, en su función original, para indicar el camino correcto a los niños que lograban escapar de las garras del Ijiraq, un monstruo que se decía se alimentaba de los infantes que se separaban de sus padres, aunque su utilidad podía variar según su localización, pues podía marcar puntos de caza, lugares de pesca e inclusive para rutas marítimas.

Como solía ocurrir, el camino de vuelta se les hizo más corto, ya que tuvieron el factor del buen tiempo de su parte. A su llegada, las gentes de Aqua salieron a recibirles como si fueran héroes aunque no hubieran hecho gran cosa, o al menos no todos ellos, porque realmente la heroína del viaje no era otra que Kahina, que se había arriesgado junto a Miki a distraer a los dragones para que Artemisia se pudiera hacer con las Flores de Invierno.

Al ver a Akku aparecer a lomos de Uther, Naja se lanzó a sus brazos, claramente preocupada. Ambos se fundieron en un cariñoso beso para luego juntar sus narices y rozarlas en un comúnmente llamado y errado «Beso de Esquimal», pues el nombre que recibía aquel era Kunik. Era el equivalente a juntar las frentes en el Reino de la Tierra.

Sakari, presente, sacó la lengua con asco al ver a su hermana y cuñado besarse. Pero solo bromeaba, como siempre.

El resto fue felicitado por los gélidos, que les dieron palmaditas en los hombros y espaldas. Al menos, y por el momento, allí podían sentirse más tranquilos, sin tener que lidiar con dragones o tormentas de nieve.

Un par de guardias se llevaron a los caballos y a los Toros Nevados a los establos. También retiraron el carro después de que Einar y Nilsa cogieran las pocas pertenencias que habían cargado en él.

De entre la gente salió Tyr, que se hizo hueco hasta llegar al lado del grupo. O más bien hasta llegar a su hermana, a quien abrazó con fuerza.

—¡Qué alegría que estéis todos de una pieza!

—Pues sí, una suerte —asintió Jade, rompiendo el abrazo al poco para mirar a Kahina y a su dragón—. De no ser por ellos no lo habríamos contado, la verdad.

Tyr reparó en la chica montada sobre el dragón, que le miraba con sorpresa por el efusivo abrazo que le había dado a Jade. Antes de que Kahina llegase con su dragón, Tyr se había ido y no habían podido conocerse como era debido.

—Bonito dragón —dijo Tyr, ganándose que Miki se acercase a él para restregar su frío morro contra su estómago. Asustado, Tyr se quedó quieto por si acaso. Aunque viendo que el animal no hacía nada le acarició la cabeza, sonriendo.

—¿Quién es, Jade? —preguntó Kahina, bajando del dragón de un salto.

—Es mi hermano, Tyr Ciervo —dijo con una sonrisa—. Tyr, esta es Kahina Sayyid, la Domadora de Dragones, Sátrapa del Fuego y mi prima.

Kahina puso los ojos como platos. Miró repetidas veces a su prima y al que se suponía era su hermano. Al cabo de un rato les vio el parecido, sobre todo en los ojos.

—¿Y de dónde ha salido? —preguntó atónita, dando vueltas alrededor de Tyr—. Que yo supiera Jessenia solo tuvo una criatura, y esa fuiste tú, Jade...

—Es que él no es hijo de mi madre, sino de mi padre —aclaró, poniendo las manos tras su espalda—. Y no es un Distrang, sino un Ciervo. Aunque pera mi sí lo es.

—Ah, un bastardo...

Tyr miró algo preocupado a Kahina. Ella era un miembro de la más alta realeza del Sultanato del Fuego, y quizás ahora que sabía que era un bastardo le miraba con desprecio, pero lejos de ello, la chica le dio un cariñoso abrazo y poniéndose de puntillas le dio un beso en ambas mejillas, gesto que dejó a Tyr absolutamente perdido.