A pesar de estar medio inconsciente por la pérdida de sangre, Artemisia logró aguantar lo suficiente sin desmayarse hasta que Ya'eesh, el médico de la Fortaleza del Alpha, entró en su habitación para tratarle las heridas.
Con extremo cuidado Jade y Nilsa ayudaron a Artemisia a desvestirse para que el médico pudiera examinar los agujeros que Ryuichi le había hecho en el brazo a la altura del hombro con sus dedos, que le rasgaron la carne con sus afiladas uñas.
Humedeciendo algodones en alcohol, Ya'eesh limpió las cinco heridas una por una hasta desinfectarlas, para luego coger una aguja (que había quemado previamente) e hilo y empezar a coser viendo la cara de dolor de Artemisia mientras Jade intentaba calmarla acariciándole el pelo. Ya hecha la sutura, Ya'eesh preparó un cataplasma de hierbas medicinales para calmar el dolor y que aplicó con cuidado para terminar vendando el brazo, procurando que las vendas estuvieran tensas pero que no obstruyeran demasiado, solo lo suficiente para que sujetaran el cataplasma sin que este se moviera.
Cuando terminó, el médico guardó su equipo y le recomendó a Artemisia que no forzase el brazo y que fuera cambiándose el cataplasma y las vendas cada semana hasta ver que las heridas estuvieran cerradas por completo y el dolor fuera mínimo.
Con una breve reverencia, Ya'eesh salió de la habitación, revelando al abrirla a Justus, a los miembros del consejo y a los Senadores de las Naciones. Todos ellos preguntaron por entrar a la habitación, pero Nilsa salió para comunicar que la Alpha necesitaba reposo, así como para dejar a la pareja tranquila.
Solas en la habitación, Artemisia se tumbó en la cama, y Jade se sentó a su lado, acariciándole las mejillas.
—¿Cómo se te ocurre irte tú sola a la Nación del Agua sabiendo lo que iba a pasar? —preguntó Jade, frunciendo ligeramente el ceño—. Podrías haber muerto.
—No lo sé... —admitió Artemisia, que empezó a sollozar sintiéndose estúpida. Poco tardaron en aparecer las primeras lágrimas—. Simplemente quería ayudar a Numerius, a mi familia.
—Shh, mi amor, no llores —pidió Jade, que se inclinó un poco sobre ella para limpiar sus lágrimas—. No es culpa tuya que tengas un corazón que no te cabe en el pecho...
—Debería de usar más mi cabeza, no mi corazón. Al fin y al cabo, usarlo nunca me trae nada bueno...
—De haber usado tu cabeza racional conmigo me hubieras mandado a paseo, pero en cambio me abriste tu corazón y bueno... aquí estamos. —Sonrió, dándole un beso en la frente—. O si hubieras usado tu cabeza racional con Qiu-Shen lo que hubieras hecho habría sido noquearle hasta dejarlo fuera del combate, pero en vez de eso le diste una oportunidad con tu maravilloso corazón y ahora es el Protector del Dirigente del Aire... Artemisia, mi sol, todo lo que haces con el corazón está bien.
—Déjame dudadlo... —Intentó incorporarse para quedar sentada, pero al sentir un dolor punzante que le recorrió todo el brazo y parte de la espalda, volvió a desplomarse sobre la cama como un peso muerto.
Mordiéndose el labio inferior, Jade se pasó las manos por la cara, tomando aire como si tuviera que prepararse para algo.
—Artemisia... Después de lo de hoy hay algo me gustaría pedirte —confesó, sacándose del bolsillo del pantalón un bonito anillo de oro rojo con la cornamenta de un venado labrada en ámbar que flanqueaba un gran y redondo rubí que parecía brillar como el fuego de un dragón—. Esto es algo que llevo pensando desde hace un tiempo, la verdad... —admitió, jugando con el anillo con cierto nerviosismo—, y es que me gustaría saber si te gustaría casarte conmigo.
Artemisia abrió mucho los ojos, sorprendida, e intentó incorporarse de nuevo, pero como la vez anterior, el dolor la mantuvo pegada al colchón.
—Joder... Esto no puede ser... —se quejó.
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ALPHA || El hijo del dragón y la leyenda del rey mono [#2]
FantastikEl concepto de paz es efímero, frágil hasta el punto de romperse con la más insignificante de las peleas. En un mundo en constante cambio, la paz suele durar pequeñas fracciones de tiempo que pasa ante los ojos de la gente cómo una ilusión óptica. U...