Para cuando pudieron librarse de las Aves de Satindra, corriendo por los desfiladeros y escondiéndose en los huecos de las rocas que sobresalían del camino, volvieron todos juntos al pueblecito de gentes humildes para abrir un portal a los Dominios de los Tengu. Pero antes de eso, había que curar heridas.
Nilsa y Canelo fueron los que más sufrieron las garras de las Aves de Satindra sobre ellos. A Nilsa le hicieron una larga cicatriz en la mejilla izquierda y otra que iba desde un poco más abajo del labio hasta el cuello. Aquellas feas marcas se terminarían difuminando con el paso de los años, pero siempre quedarían ahí para recordarle que se sacrificó por su protegida, y lo mismo le ocurriría a Canelo mientras viviera, pues tres garras le habían surcado el lomo con dañina avaricia.
El grupo pidió ayuda a las gentes del pueblo, que de inmediato se volcaron en ellos preparándoles un té para reconstituirles el cuerpo y calmar sus nervios. También curaron las heridas del rostro de Nilsa y las del lomo de Canelo. El resto apenas se habían hecho pequeños rasguños que realmente no merecía la pena ni de prestarles atención, así que se mantuvieron atentos a sus compañeros heridos.
El curandero del pueblo trajo consigo a su aprendiz, que llegó cargado con ungüentos y medicinas. Bajo las indicaciones de su anciano y casi paralítico maestro el joven aprendiz limpió las heridas con esmero y cuidado. A Nilsa le tuvo que dar unos cuantos puntos, y a Canelo le vendó el maltrecho lomo.
Cuando hubo terminado la cura, Artemisia les dio las gracias a todas las personas del pueblo presentándose como la Alpha del Mundo Mágico, y prometiendo que siempre tendría en su memoria el momento en que no solo la ayudaron a ella por curar a sus amigos, sino también al resto de naciones por su noble acto. Pues al fin y al cabo no eran más que forasteros a los que no les debían nada pero que decidieron ayudar con toda la bondad que sus corazones albergaban.
Marcharon pues a través de un portal hacia la tierra de los tengu, los Guerreros Rojos de piel escarlata y narices largas con alas de cuervo a sus espaldas. Conocidos y temidos en todos los rincones del Mundo Mágico por su ferocidad y por no dar nunca marcha atrás en una batalla fuera quien fuera el enemigo. La fama de los tengu en batalla era legendaria, por eso mismo Heng Xia, la Grulla de Negro, primogénito de los Reyes del Aire Tian-Yun y Loan, fue quien les ofreció la oportunidad de convertirse en la Guardia Real del Reino del Aire nada más subir al Trono de Nubes. Fue así cómo se creó la Guardia del Huracán, la guardia que protegió a los Reyes del Aire en un pasado, y al Senado de los Vientos y al Dirigente del Aire en un presente.
El pueblo de los tengu se hallaba en las faldas de en una pequeña montaña bañada de plantas y flores color granate y rojo intenso, el mismo color de sus pieles. Las casas del pueblo eran puramente tradicionales, de madera, paja y bambú, absolutamente sencillas todas ellas, con pocas habitaciones y salpicadas por aquí y por allá de forma que creaban calles irregulares de piedra. Había pocas tabernas, pero sí muchas casas de té que ofrecían como su especialidad un delicioso té verde que se creía infundía fuerza a la hora de pelear. Cerca del pueblo quedaba un río que se usaba para regar las plantaciones de los agricultores y también un prado de pasto fresco que alimentaba al ganado de las granjas comunes que compartían todos los habitantes del pueblo de manera justa y equitativa. Los niños entrenaban con sus padres en el noble arte de la espada, y las mujeres se reunían entre ellas en las casas de té para hablar de sus cosas. Pero a pesar de la sencillez que se respiraba en el ambiente, en lo alto de la montaña, custodiando las casas y a sus gentes de pieles rojas, se alzaba un complejo templo de cinco pisos que nada tenía que ver con el que construyó el Monje Loco, pues este rozaba la más absoluta ostentosidad, hecho de madera noble y de oro por todos lados, se mirase a donde se mirase.
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ALPHA || El hijo del dragón y la leyenda del rey mono [#2]
FantasíaEl concepto de paz es efímero, frágil hasta el punto de romperse con la más insignificante de las peleas. En un mundo en constante cambio, la paz suele durar pequeñas fracciones de tiempo que pasa ante los ojos de la gente cómo una ilusión óptica. U...