La ciudad que quedaban más cercana del Bosque Encantado era Punta de Bota, la ciudad de los zapateros, donde la mayoría de la gente se ganaba la vida curtiendo cuero, cosiendo, haciendo suelas o cualquier otra cosa relacionada con la fabricación de zapatos. De Punta de Bota era de donde salían casi todos los zapatos del Reino de la Tierra, la Nación del Agua y parte del Sultanato del Fuego.
De Punta de Bota al Bosque Encantado había una semana de viaje, por lo que decidieron no perder más tiempo y nada más llegar –ya bastos de provisiones con las que habían cargado sus bolsas previamente– empezaron a recorrer los caminos de bosques frondosos, sendas con zarzas y ríos salvajes con sinuosos meandros que les esperaban durante la próxima semana.
El viaje comenzó tranquilo entre colinas llenas de árboles, entre pájaros cantores y hadas que les seguían de vez en cuando para curiosear qué estaban haciendo por allí, por caminos que nadie usaba porque nadie tenía ni la más mínima intención de dirigirse hacia el Bosque Encantado.
El Bosque Encantado era el bosque más grande del Reino de la Tierra y estaba lleno de todo lo que a nadie le apetecía encontrarse, al igual en el Archipiélago de la Serpiente con Plumas, o partes del Desierto Eterno del Sultanato del Fuego. En cada nación había un lugar al que a nadie se le ocurría perturbar por miedo. En el Sultanato del Fuego era el inmenso desierto que albergaba a los Nagas, los terribles guerreros medio serpiente que mataban a los forasteros que se atrevían a entrar en sus dominios, o las Tierras de los Volcanes, donde vivían las Criaturas de Fuego, que escupían lava y lloraban brasas. En el Reino de la Luz estaba la Isla de los Cíclopes, capaces de desintegrar a cualquier ser vivo con una sola mirada de su ojo. En la República del Aire el miedo tenía forma de pantano, donde vivían los Yokai, espíritus que atrapaban las almas de los desafortunados. En el Reino de la Oscuridad estaban las cuevas subterráneas, llenas de Seres de la Cueva que no tenían reparo en devorar a los desgraciados que se adentraban allí, por no hablar de las Ratas Devorasombras. En la Nación del Agua estaba la Llanura de los Yeti, monstruos humanoides y peludos de las nieves, muy agresivos. Y en el Reino de la Tierra, aparte de las islas del Archipiélago de la Serpiente con Plumas, se encontraba el Bosque Encantado, donde vivían todas las criaturas que la gente más temía.
El Bosque Encantado estaba plagado de treants, duendes, trolls y ogros, entre otras criaturas que la gente desconocía por el mero hecho de que pocas personas entraban y salían con vida para contar qué había realmente allí. La niebla espesa que cubría continuamente el lugar no ayudaba a que fuera más agradable, y contaba una leyenda que el motivo del porqué todos los árboles del bosque eran rojos era porque en el inicio del Mundo Mágico un titán se bañaba en el bosque con la sangre de los mágicos, y que por ese motivo las copas de los árboles se acabaron tiñendo de rojo.
A medida que iban pasando los días, el grupo se sentía cada vez más cansado en su viaje, en especial Thomas, pues al no estar acostumbrado a aquel tipo de trayectos enseguida acababa sin fuerzas.
A cada paso dado hacia el Bosque Encantado el tiempo se iba haciendo más húmedo y las lluvias se presentaban más insistentes, aunque por suerte las precipitaciones eran flojas y bastaba con cubrirse la cabeza con una tela para no acabar empapados. El único inconveniente que tenían en realidad era la niebla, que se iba haciendo cada vez más aguda en su camino, tapándoles la visibilidad casi por completo hasta el punto de que Lukas llegó a chocarse contra un árbol.
—¡No, no! ¡Quieto! —le gritó Lukas a su caballo cuando se encabritó por el golpe, que se lo había llevado él—. ¡Para, para! —continúo gritando hasta que el caballo le tiró al suelo, que, alterado, estuvo a punto de clavarle sus pezuñas en la pierna que le quedaba de no haberse apartado a tiempo.
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ALPHA || El hijo del dragón y la leyenda del rey mono [#2]
FantasiEl concepto de paz es efímero, frágil hasta el punto de romperse con la más insignificante de las peleas. En un mundo en constante cambio, la paz suele durar pequeñas fracciones de tiempo que pasa ante los ojos de la gente cómo una ilusión óptica. U...