Sonaba el despertador, como cada mañana en mi casa. Pero no era un día cualquiera, era un día de verano, un día especial para mi familia: era mi cumpleaños. Mis padres habían bajado antes que yo, supongo que para prepararme el desayuno. Yo cumplía 11 años y aquel año empezaría una nueva vida en Hogwarts, Escuela de Magia y Hechicería. Por eso era tan especial aquel día para todos.
Oí el despertador de mis padres, pero decidí quedarme un rato más en mi cama, 'hoy llegan las cartas de Hogwarts' recordé ilusionada. Encendí la luz de mi mesita de noche en cuanto oí bajar a mis padres a la cocina y cogí uno de mis libros preferidos: "Quidditch a través de los tiempos" y repasé las reglas y faltas en el juego. Ya me lo había leído un montón de veces y sabía perfectamente que en el primer año de colegio no estaba permitido llevar una escoba hasta 2º curso, que dejan entrar a gente en el equipo de tu casa, así que tendría que esperar un año más para entrar en el equipo de mi casa, fuera cual fuera la que me tocase. Aún recuerdo de todas las faltas, reglas y toda la historia del juego. Hasta había ahorrado un montón de galeones para comprarme una saeta de fuego y me la iba a comprar ese mismo día, junto con los libros, material escolar y una varita, imprescindible.
Cuando pasó media hora y mis tripas rugieron, dejé el libro donde estaba y miré el reloj que tenía colgado en la pared azul cian que había escogido yo hace dos años y que aún me seguía gustando tanto como el primer día que lo ví.
Decidí bajar a desayunar, cogí mi bata blanca de verano y bajé corriendo por las escaleras y caminé a zancadas hasta la cocina.
Abrí la puerta sonriendo, pero inmediatamente dejé de sonreír y me puse seria y preocupada. Había un mortifago justo delante de mí. No me podía defender así que cogí un cuchillo de la mesa, el mortifago me observó. Miré a la mesa con todas las cosas que mis padres me habían preparado, cuando el mortifago me empezó a hablar y me asusté.
-Te esperaba -dijo, tenía voz de hombre, llevaba una máscara en la cara y una capa con capucha para ocultarse.
Me quedé sin palabras, no sabía que hacer y en ese momento comenzó a salir un brillo verde de la varita del mortifago y me apuntó con ella. Había oído hablar a mis padres alguna vez de hechizos, pero nada comparado con ese. En ese momento no sabía que era una de las maldiciones imperdonables, avada kedavra.
Levanté el cuchillo como acto reflejo y logré desviar el hechizo a un cuadro de la habitación, este calló e hizo que el hechizo de protección que tenía rebotara hacia el mortifago y le dio a este.
En ese momento oí la puerta de la cocina caer. Allí estaban Harry Potter, Ginny Weasley, Ron Weasley y Hermione Granger, profesores de Hogwarts. Apuntando con sus varitas hacia aquel mortifago que caía al suelo.
Me giré para ver quienes eran poniéndome en guardia con mi cuchillo como si fuera una espada, en cuanto vi que eran ellos la bajé inmediatamente y lo dejé caer al suelo.
-Ha conseguido sobrevivir -dijo Ginny sorprendida y comenzó un murmullo entre ellos, mirándome.
-¿Creéis que tendrá una marca como la de Harry? -dijo Ron.
-No puede ser... -dijo Harry.
-¿Quién entró primero? -preguntó Hermione.
-Yo -dijo Harry.
-¿Qué viste? -dijo Hermione y todos se callaron.
-Vi como el hechizo rebotaba en el cuchillo y luego en el cuadro, finalmente le dio al mortifago -respondió este.
-¿Estás seguro? -dice Ginny.
-Completamente.
Todos se volvieron hacia mi, que comencé a llorar, se acercaron para consolarme.