Capítulo 2

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Nos despedimos de mis padres que se fueron siguiendo el coche de los padres de Tom.  Y nosotros dos fuimos hacia el BMW negro de Tom.  Fuimos en silencio hasta que estábamos llegando a mi edificio.

- Tom…

- ¿Qué pasa? –dijo sin dejar de mirar a la carretera.

- Hay un… pequeño problema. – me miro de reojo preocupado. – No tengo llaves.

- Uff… Bueno, tu hermano no se a donde tenía que ir así que no hay más remedio. – dijo mirándome. – Te quedaras a dormir en mi casa.

- ¿Eh? – dije completamente roja y alucinando.

- ¿No quieres?  De todos modos no se me ocurre otra cosa para hacer.

- No, no pasa nada. – dije tartamudeando.

No era la primera vez que estaría en su casa, y cuando era más joven había venido a dormir a casa en muchas ocasiones.  Pero esta vez iba a ir a dormir a su casa y estaríamos solos los dos.  No podía estar más nerviosa, y aunque lo intentara evitar, mi mente solo pensaba en cosas sucias.

- Ya hemos llegado.

Estábamos en el parking de su edificio.  El coche de mi hermano no estaba aparcado en su zona.  Nos dirigimos al ascensor en silencio.  Pico el botón de la planta 10, la ultima del edificio.  Su apartamento era enorme y era el único que contaba con un dúplex, el cual hacia de biblioteca.  Yo me pasaba horas allí, leyendo los libros de las estanterías.  Contaba con tres habitaciones, una era su estudio, su dormitorio y la otra la había convertido en su vestidor.  Me sabia cada rincón de su apartamento, pero hasta que no cerró la puerta no me acorde que solo había una cama.  Su cama de matrimonio, me puse roja de solo pensar que dormiríamos juntos.

- Vamos, no te quedes en la puerta.  No es la primera vez que estas aquí. – dijo sonriéndome.

- Si, perdón.

- Te dejare una camiseta mía, te ira bastante grande pero así te sirve de camisón.

- Vale gracias.

- Venga camina. – dijo riéndose.

Lo seguí hasta su habitación y estuvo rebuscando entre los cajones de su vestidor un rato hasta que dio con una camiseta blanca con el logo de un perro salchicha entre dos panecillos.

- ¿Y esto? – dije soltando una carcajada.

- No te rías.  Me la regalaron en un bar.  Si no te gusta siempre puedes dormir desnuda.

- ¿Qué? – sus palabras me impactaron, podía esperar cualquier cosa menos eso.

- Era una broma tonta. – dijo riéndose mientras me acariciaba la cabeza y me subían los colores. – Venga cámbiate, yo iré al lavabo mientras.

Me quite el vestido y lo deje sobre un sillón beige que había.  Los tacones me habían hecho rozaduras en los pies como era de esperar, me palpitaban de dolor.  Su camiseta me llegaba por encima de la mitad de los muslos, era más graciosa aún cuando la llevaba puesta.  Entre al lavabo de la habitación, me peine y me recogí el pelo en un moño desaliñado.

Cuando salí al pasillo Tom salía del lavabo del pasillo, se había cambiado de ropa y ahora llevaba unos pantalones negros de hacer deporte y una camiseta blanca de tirantes.

- ¿Ese es tu pijama? – dije extrañada.

- No, suelo dormir  en calzoncillos, pero debido a cierta persona tengo que ponerme ropa.

- Oh, si es por mí no te cortes. –dije con el mismo tono burlón que el.

- Ya te gustaría a ti eso.

Sentimientos desveladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora