Capítulo 12

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El vestidor olía a su perfume, y faltaban muchos trajes en él.  Abrí el cajón y justo encima de la camiseta del perro salchicha se encontraba la cajita de madera, tenía algún arreglo floral de color salmón sobre la madera oscura y barnizada.  La abrí con cuidado como si se pudiera desvanecer en cualquier momento e irse lejos de mí también.  Eso no paso, frente a mis ojos apareció un hermoso collar de plata con el medallón de un corazón y un anillo con un pequeño diamante con un tono azul reluciente.  El anillo me pareció demasiado exagerado, pero no pude evitar sonreír al recordar los ojos azules de Tom.  Primero cogí el collar y lo eleve para ponérmelo, no lograba abrocharlo bien, las manos me temblaban debido a los recuerdos alegres que habíamos compartido.  Recordé cuando tenía ocho años, habíamos ido a pasar unos días a una casa de campo de los padres de Tom todos juntos, mi hermano, Tom y yo jugábamos en un lago cercano y Tom me elevaba por los aires agarrándome de la cintura.  En ese preciso instante, mientras volaba por los aires y las gotas de agua nos salpicaban, mientras las risas de Tom y la mía se juntaban y sus enormes ojos azules me invadían fue cuando me empecé a enamorar de él.

Fue en ese entonces, mientras yo recordaba y volvía a contemplar el colgante que el olor de Tom se hizo más intenso y unas grandes manos pasaron por los lados de mi cabeza y cogieron cada una un extremo del colgante.  Con una mano me aparte el pelo dejando que las manos abrocharan el cierre tras mi cuello.  Al acabar, unos cálidos labios se posaran en mi nuca besándome, y las manos me estrecharon por la cintura apretándome contra él.

- Siento haber estado tanto tiempo fuera. – dijo con una voz suave.

- Te he echado de menos. – dije cerrando los ojos y sintiendo cosquillas por todo mi cuerpo debido a su respiración sobre mi cuello.

- Yo también. – me susurró en la oreja.

- ¿Cuando has vuelto?

- Hace menos de una hora, estaba escondido en el lavabo esperando el mejor momento para salir.  Quería darte una sorpresa.

- Me gusta tu sorpresa.  Y tus regalos también, son preciosos. – dije acariciando el colgante. – Gracias.

- Gracias a ti.

- ¿Por qué?

- Por no olvidarme.  Yo no lo he hecho tampoco Lu.

Me dio la vuelta con un giro rápido y delicado.  Me encontraba frente a sus profundos ojos azules, los mismos de aquel lago, los mismos ojos azules que me invadían.  Los mismos ojos azules que me habían enamorado una y otra vez sin descanso.  Levante una mano y acaricie su cara, suave y pálida como siempre, seguí la ruta con un dedo hasta llegar a sus labios, serios, cálidos y finos.  Entonces arqueo una leve sonrisa, entre deseo y divertida.

Bajo su cara hasta estar frente a la mía, un olor a menta fresca salía de su boca.  El sabor a menta inundo mi boca.  Sus labios eran sedosos y cálidos y su lengua jugaba con la mía en mi boca, recorría todos los rincones de mi boca y me encantaba. 

Sus dedos buscaron el cierre del vestido que se deslizo por mi cuerpo hasta caer al suelo.  Me rodeo por la cintura estrechándome contra él y me levanto en brazos sin dejar de besarme, con mis piernas rodeé su cintura y deje que me llevara hasta su cama, mis zapatos se cayeron por el camino.  Despego los labios y me tiro sobre la cama, se comenzó a desabrochar la camisa azul celeste que llevaba y la dejo caer  sobre el suelo, su torso pálido se puso sobre mí y volvió a juntar nuestros labios con más pasión.

-  No sabes cuánto tiempo llevo deseando esto. – confesé.

- No sabes cuánto tiempo llevo conteniéndome. – confesó él con una sonrisa lasciva.

Volvió a besarme mientras sus dedos buscaban el cierre de mi sujetador.  Arquee la espalda para facilitarle desabrocharlo. Cuando vio mis pequeños pechos se quedo observándolos con determinación.

- ¿Son demasiado pequeñas? – pregunté nerviosa por si no le gustaban.

- Para nada.  Son preciosas. – dijo sonriendo con satisfacción.

Sus ojos me observaban como si no quisieran perder ni un solo detalle de este momento.  Su lengua empezó a recorrer mis pechos, los lamia y mordía mientras con la otra mano los manoseaba.  Su otra mano exploraba mi cuerpo como si no fuese la primera vez que lo hacía, como si ya conociese hasta el último centímetro de mi cuerpo desnudo.  Sus besos se intensificaban bajando por mi vientre, su lengua dibujaba círculos y rectas en mi cuerpo.  Sus cálidos dedos acariciaban mis partes con delicadeza y profundizaban cada vez más en ella.  Por lo visto ya me había quitado las bragas.  Ardía de excitación, sentía cosas que nunca antes había sentido.  Me encantaba, al fin tenia lo que tanto había anhelado. 

- ¿Puedo? – dijo Tom ya sin ropa y con la protección puesta.

Solo conseguí soltar un gemido como respuesta, pero el sonrió y lo metió en mi interior.  Ambos soltamos un gemido que se fusionó a la perfección.  El mío entre dolor y excitación, el suyo solo de excitación.  Empezó a moverse con más agilidad, dándome a conocer nuevos e intensos placeres desconocidos aún para mí.  Al principio dolió, pero al cabo de un rato el dolor se disipo, dando paso a su suavidad, a su dulzura, a su delicadez.  Me besaba y me acariciaba a la vez que se movía.

- Te quiero Lucia. – dijo besándome tiernamente.

- Te quiero Tom. – dije rodeándole el cuello y devolviéndole el beso con lágrimas saliendo de mis ojos.

Sé que yo no era su primera chica, pero él para mí era el primero en todo.  Mi primer amor, mi primer beso, mi primera vez.  Cuando acabamos se acostó a mi lado, me beso en la frente y nos quedamos dormidos abrazados, bajo las sabanas con nuestros cuerpos desnudos pegados el uno al otro.

Era una noche cualquiera, una noche en la que Tom llegaba tarde a casa, a nuestra casa.  Yo lo esperaba para la cena pero como tardaba me quedé dormida.  Cuando él llego me llevo a la cama en brazos, me besaba en la frente y me decía que me quería, entonces yo lo rodeaba con los brazos por el cuello y lo apretaba contra mí.  El reía, yo reía.  Nos besábamos sin parar, una y otra vez recuperando los besos que no nos habíamos dado.

- Lucía, despierta. – Tom me susurraba al oído mientras acariciaba mi cuello. – Tengo que decirte algo importante.

Un sueño.  Solo había sido un sueño.  Pero no importaba, porque el verdadero Tom estaba a mi lado, vestido únicamente por unos bóxers negros, y lo acabábamos de hacer.  Nuestros cuerpos se habían fundido en uno.

- Mmmmhhh… ¿Qué pasa? – vocalicé aún medio dormida.

- Yo… no sé cómo decirte esto.  ¿Podrías escucharme hasta el final? – pregunto con ojos temblorosos. 

Solo asentí, ignorante a lo que estaba a punto de suceder.

Sentimientos desveladosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora