Mel: Acción de gracias

95 13 14
                                    

Todo se convierte en realidad

DÍA UNO

Mel, después de pasar tres horas con Ión en la puerta de su casa entró en su habitación como una desequilibrada, eran casi las tres de la mañana, estaba congelada, buscó rápidamente algo para abrigarse y al mover una bolsa encontró su caja de recuerdos de secundaria. Quería leer los recuerdos en su diario, quería escribir en él que todo lo que ella había deseado en su vida alguna vez por fin estaba sucediendo y la bajó con esfuerzo.

Quería mirar las mil cosas que escribía de cada momento de su vida en aquella época. Tenía hasta dos papeles de caramelos de limón que Ión siempre comía y había tirado al suelo en un partido de básquet, ella los conservaba como trofeos junto a los tickets de ingreso a ese partido. Cosas propias de adolescentes, aunque Mel, se pasaba un poco.

Luego de leer y revisar sus cosas intentó dormir, estaba en verdad agotada psíquicamente con tanto revuelo emocional y no le quedaban energías.

Puso a cargar su celular, luego de revisarlo lo apagó, no quería obsesionarse con ver si él estaba en línea, si él le escribía, y tampoco quería seguir recibiendo los mensajes de Sam, que insistía en preguntarle cómo estaba y hacer de cuenta que lo que había pasado entre ellos era pasajero.

Mel necesitaba estar sola y pensar, más allá del encuentro con Ión, ella jamás volvería con Sam, primero porque era un maldito infiel, y segundo porque al reencontrar a Ión, ella sabía que jamás había sentido por nadie algo parecido a lo que sentía por él, y eso la aterraba, no quería volver a auto engañarse, seguía enamorada de Ión.

Abrazada a su muñeco de peluche más viejo, su fiel compañero durante toda la adolescencia, pensaba en cómo había podido contenerse de besar a Ión, se acurrucaba sobre su cuerpo recordándolo decir que no había nada de realidad entre ellos, pero se contentaba pensando que en verdad lo amaba más que nunca, y era evidente que su negativa a besarlo respondía a que Sam daba vueltas en su cabeza llenándola de culpa. Sam le había propuesto casamiento a pesar de haberla engañado, y ella, cruelmente le había dicho que no pensaba en nada de eso para su vida. Pero ahora, Mel sabía que eso era mentira, en realidad ella sabía que sus sentimientos por Sam jamás habían ido para ese lado, y ahora entendía porque jamás había podido pensar en nada más con Sam, su relación con él no había podido tapar en forma completa su amor por Ión Cameron.

Ese amor nunca se había terminado en su corazón, y lo peor: Mel sentía que si ella alguna vez decidía casarse con alguien, su primera y única opción sería: ¡Ión! No se imaginaba amando a alguien más que a él.

Luego de ese rebuscado debate mental que la terminó de dejar exhausta se durmió como un ángel.

Día dos: ¡Te extraño!

A la mañana siguiente el sonido agudo de la voz de su madre la despabiló:

― ¡Mel, nos vamos en treinta minutos, tendrías que empezar a prepararte!― dijo Margareth bastante agitada golpeando la puerta del cuarto de Mel que aún dormía y siguió caminando por el pasillo para perderse en su habitación.

Mel abrió los ojos y dudo unos instantes sobre en dónde se encontraba, luego centró su mirada en todo lo que había a su alrededor en el cuarto. Repaso en su memoria rápidamente todo lo que había vivido el día anterior, se encontró con la tapa de una caja desarmada a su alrededor, su diario a un costado, el pobre perro de peluche ahorcado por sus propias manos firmes, que lo retenían con fuerza, como si el muñeco de peluche pudiera escapar por sus propios medios. Parecía estar en un sueño. La ventana de su cuarto estaba abierta de par en par, lo que la hizo recordar que ella la había abierto para ver a Ión llegar a su portal y bajar a recibirlo, era evidente que el viento la había terminado de abrir por la mañana.

Después de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora