PARTE 22- Palabras prohibidas

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Tengo la sensación de haberme metido en la boca del lobo. A veces los hombres cometemos fallas que no pretendíamos que lo fueran, y, sin embargo, lo estropeas completamente. Las palabras son asesinas que te pueden dejar bien o mal parado; es esencial que las sepas usar, de lo contrario te arrepentirás después. Un adjetivo equivocado, una oración mal formulada en la cual se debió empezar de otra forma, tal vez, pueden estar mal aplicadas en la situación, o que puede prestar a malos entendidos, llegando a pensar lo peor de ti. Pero el chiste es ese, una maldición con la que yo y muchos llevaremos a cuestas sobre caballos de papel. Imaginen lo frágil que es. No puedes escapar, porque las palabras ya salieron a relucir, y se aventuraron a las contramedidas de la realidad y las relaciones con el sexo femenino. Claro está que también puede pasar con mi mismo género, pero pasa mucho menos, y no es tan explosivo como con ellas. Yo me creía algo inteligente, pero ahora, dudo de todo al caer en la desgracia de decir aquellas palabras prohibidas a una compañera de mi clase:

—Te ves más linda.

—¿Más?, ¿acaso estaba más fea ayer?

Aquí, yo, el sujeto en cuestión, estoy en alerta roja. Todas las alarmas se encendieron al observar sus cejas consternadas por mi comentario. El terror desencajara en segundos si no contesto dentro de los siguientes diez segundos.

—No, para nada, lo que quise decir es que estas más feliz y sonriente.

"Muy bien, buena respuesta"

—¿Tú me veías alguien amargada?

"¿Cómo pudo terminar en esto?"

—Pues no... yo digo que...

—Déjalo, lo empeoraras más.

Se va frunciendo las cejas hasta sentarse lejos de mí. Me había quedado con la derrota entre los dientes. En ello, aparece Diego palpándome detrás el hombro.

—Te dije que no podrías, pero no te decepciones, llevabas mucho tiempo sin relacionarte con chicas, por lo que eso te tira para atrás. Además, no todas son así, yo intencionalmente hice que hablaras con la que no le viene nada bien —sonríe con aires superiores y dice —¿inteligente verdad?

—Esta es la primera vez que tienes razón.

—Ahora, dame lo que apostamos chico listo —estira su mano y abre su palma delante de mí.

—Toma la tarea, pero no la copies igual, sino nos reprenderán.

—Tranquilo, todo saldrá bien.

Y como ya sabía que iba a pasar, el zopenco la copio casi igual, lo que nos dejó terminar con un uno a los dos. Este tipo... no sé si es ingenioso o estúpido.  

Relatos exagerados del joven Dante Where stories live. Discover now