PARTE 21- La abominación

16 4 3
                                    


Una monstruosidad. Tiene patas colgando sobre sus alas, ojos como de mosca pequeña, cuerpo alargado y boca de soplete. Cualquiera que lo viera sentiría unas desenfrenadas ansias de matarla. No quisieras toparte con uno, o escuchar el zumbido que reclama batalla, queriendo sorber tu energía, tu paciencia, tu esencia. Te traspasa la piel, llegando a tus venas, hasta llenar su apetito voraz. Tienden a tener buenos reflejos, pero también son temerarias, y cuando se arriesgan de más, pensando que los humanos somos unos ineptos, encuentra la muerte aplastante. Para ellas somos una importante fuente de vida, pero no estamos de acuerdo, ni yo, ni mi raza, a cargar con su carnívoro propósito. Nos están cazando, nos vigilan y persiguen. ¿Quién querría tal atrocidad?

Se me acerca como borracha, para un lado y para el otro. Luego desaparece y me encuentro en desventaja. Busco en las paredes su presencia, y agudizo los oídos para retomar su ubicación. Mi corazón salta de rabia, impotencia. Ella me tiene.

—¡¡No seré tu comida!!, ¡¿me escuchaste?!

Las gotas de sudor frio corren por la cima de mi frente, y nadie podía negar la tención por la que esta cueva estaba atravesando. Era la época de su despertar, el calor las invocaba. Pocos han salido ilesos de estos ataques, y muchos han dado la derrota. Pero yo, Dante, ferviente héroe del planeta, no bajaré los brazos. Mis padres y hermana esperan por mí, no los dejaría a su suerte.

Al fin se muestra la sucia criatura y ataca de frente. Intenta llegar a mí, pero mis artes son más rápidas y logro derramar su sangre en mi mano como alguien con el valor necesario para terminar una vida y aplastarla sin titubeos.

—Te he vencido abominación —observaba mi palma de la mano con orgullo mientras la sangre caía.

—Dante, compré Ray, ¿hay mosquitos en tu habitación? —mi madre interrumpe en la pieza.

—Ya no hace falta, la he vencido con mis propias manos.

—Bueno... pero limpia la sangre de tu mano. Es un asco.

Lo haré, porque ciertamente es asqueroso. Pero el cadáver seguirá siendo mi trofeo personal.


Relatos exagerados del joven Dante Where stories live. Discover now