PARTE 19- Condenada canción

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¿Qué es lo que exactamente debo ver?

Siempre es la misma situación, la cual se repite año tras año. Y jamás puedo llegar a una respuesta factible y funcional que me saque de este incomodo acontecimiento impuesto por las antiguas costumbres de la humanidad y/o practicas pasadas que se fueron arrastrando con el tiempo, hasta este punto en el que me encuentro totalmente fastidiado.

Son solo segundos, pero ¿Qué hago mientras tanto?

Miro el techo, observo la pared, mareo mis ojos hacia los lados, sonrío mucho o poco, comienzo a cantar, acompaño los aplausos, me quedo estático como una espada en la tierra, aparto la mirada o la devuelvo llanamente, o tal vez solo espero mientras me distraigo viendo la nada misma. La respuesta nunca es la correcta y tampoco me da el tiempo de pensarla lo suficiente debido a que, cuando me llago a dar cuanta, ya están entonando esa condenada canción.


—¡¡QUE LOS CUMPLAS FELIZ, QUE LOS CUMPLAS FELIZ, QUE LOS CUMPLAS DAANTEEE, QUE LOS CUMPLAS FELIZ!!


Pero lo más estúpido, era la forma en la que alargaban mi nombre para que encajara con la cancioncita y de la manera en la que desentonaban. Cuando acabó, decidí soplar lo más rápido posible, a esa llama situada delante de mí, encima de una torta cuadrada de puro chocolate que tenía una vela con la forma de un 13 levemente doblado hacia un lado. Claramente casera. Y enfrente de mi familia y amigo, fingí que pedía los tres deseos. Aunque no completamente, ya que solo pedí uno. El mismo deseo que sin falta aspiraba todos los años.

Hasta que el genio de Diego pidió algo que detestaba. Y él lo sabía.

—Sopla otra vez, que no alcance a sacar la foto —Diego disimula la risa.

—¡Ah!, sí otra vez, la mía salió borrosa —dice la tía Delfina enérgicamente mientras apoya su copa de vino en la mesa llena de frituras y vasos llenos o vacíos. Ya no se reconocía de quien era el vaso de quien.

Y sin esperar mi repuesta, mi madre había encendido la vela nuevamente y con las palmas alzadas y preparadas para volver a aplaudir, me miro con aquellos ojos emocionados y maternales. No había manera de decir que no. Mi padre solo seguía el ambiente, pero como normalmente hacía, —y no sería la excepción— guardaba distancia.

Me tenían atado, así que me rendí ante ellos y accedí. 

El próximo año tendré la misma incomodidad y la misma reproducción sinfónica. También acepté de una vez mi lado materialista, ya que en lo único que pensaba era en los regalos. Mas expresamente en mi tía Delfina. No me hacía falta otro cepillo de dientes.

¿O me habrá querido decir algo con eso?

Relatos exagerados del joven Dante Where stories live. Discover now