IX Confesiones

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Taylor

Mi estrella me ha estado evitando dos días, así que decido seguirla hasta la biblioteca. Le cojo de la mano y la llevo a un rincón alejado de la biblioteca.

- Taylor, suéltame ya. Me estás haciendo daño la mano. - Pongo a Sasha en una esquina de la biblioteca y me pongo en frente de ella para evitar que se me escape.

- Mira, he intentado hablar contigo y tú me has estado evitando.

- Eso no es verdad.

- Déjame que termine por favor.

- Está bien.

- Sé que aquella noche me porté como un tremendo idiota, pero ahora estoy arrepentido, por favor perdóname.

- Y yo siento mucho haberte presionado para que me cuentes lo que te pasaba, sé que necesitas tu espacio y eso.

- Mi espacio eres tú mi estrella. - Le doy un beso y ella me corresponde. - ¿Me perdonas?

- No hay nada que perdonar. - Nos volvemos a besar. Ambos sentimos que queremos más.

- Mi estrella, espera, espera, aquí no.

- Si mal no recuerdo fue en esta biblioteca en donde me pediste que nos acortáramos. - Ambos reímos.

- Eso fue antes de conocerte bien. Ahora que te conozco jamás te obligaría hacer algo que no quieras.

- Acabas de sonar muy cursi ojitos azules.

- Eso es porque tú logras sacar mi lado cursi.

- ¡Oh! eso me ha ofendido.

- Te quiero.

- Yo más.

- No, yo más.

- No, yo.

- Estamos siendo cursis. - Le digo yo.

- Sí, me he dado cuenta. - Me contesta Sasha. Empezamos a reír.

- ¿Qué te parece si esta noche vamos a pasear a la playa? - Veo que ella duda. Creo que está recodando lo que pasó meses atrás. Siento rabia hacia Joshua. - Habrá estrellas fugaces.

- Vale, iré. - No dudó no un segundo cuando le dije lo de las estrellas fugaces a ella le encanta.

- Te recojo a las ocho.

- Vale.

...

- No sabía que hoy había Luna llena. - Me dice mi estrella mirando la Luna.

- Ni yo.

Nos sentamos callados en la arena y miramos el cielo.

Diez minutos después vemos estrellas fugaces.

- ¡Vaya, es precioso!

- Si ¿verdad? - Me levanto y empiezo a quitarme la camiseta. Sasha me está observando con detenimiento lo que hace que mí cuerpo empiece a arder. Carraspeo para romper el silencio. - Vamos a nadar. - Le digo. Ella se levanta y empieza a temblar. - ¿Te pasa algo? ¿tienes frío?

- No, estoy, yo... no sé nadar.

- ¿En serio?

- Sí. - Me dice ella ruborizada.

- Vaya, entonces es un buen momento para enseñarte.

- No, ahora no me apetece ¿te parece si lo dejamos para otra ocasión?

- Vale. - Empezamos a caminar por la playa cogidos de la mano.

<<Vamos, pregúntaselo ahora>> Me digo a mí mismo.

- ¿Te acuerda de tus padres? - Sasha me suelta la mano, se adelanta un poco y me da la espalda. Un minuto después empieza a hablar.

- Te he mentido.

- ¿Cómo?

- Que te he mentido.

- ¿Sobre qué me has mentido?

- Sobre mis padres.

- No te entiendo. - Le digo fingiendo no saber nada, ella se da la vuelta, alza su cabeza y me mira.

- Mis padres no murieron en un accidente de coche como te hice creer. Perdóname.

- Entonces ¿qué pasó?

- Mi verdadero padre enamoró a mi madre, le pidió matrimonio, la embarazó y cinco meses después nos abandonó. - Su voz empieza a quebrarse y tiene lágrimas en su cara. - Mi madre me contaba lo mucho que se amaban, pero después él la abandonó. Siempre le esperaba, pero antes de que yo cumpliera los cinco años mi madre empezó a golpearme porque decía que yo me parecía al hombre que la abandonó. A los seis años intentó ahogarme en la bañera. Quiso matarme, pero no lo logró. Mi padre, Peter, ha intentado enseñarme a nadar, pero solo con meter los pies en la piscina o en el mar me da un ataque de pánico. Cuando me meto a la bañera procuro soportarlo, pero siempre se me viene a la mente ese día con mi madre. He ido a muchos psicólogos y todos ellos me han dicho lo mismo, que lo que me pasó marcó mi vida y que a lo mejor lo supere o no. Mi padre aún no se da por vencido, así que cada vez que puede intenta meterme en la piscina para enseñarme a nadar y para que supere mi trauma, pero solo con pensar en meterme en aquel lugar siento que mis pulmones se llenan de agua, así que sin pensarlo me encierro en mi habitación con un ataque de pánico. Después les cuesta mucho sacarme de ahí. A los diez años mi vida otra vez corrió peligro, me empezó a golpear con todas sus fuerzas. Llegó la policía y la arrestó y a mí me hospitalizaron, estuve en terapia intensiva mucho tiempo. Tuve varias costillas rotas, una mano rota y un pie, perdí mucha sangre. Varios meses después me vine a América con mi tía Larisa. A partir de ese día no he vuelto a saber de esa mujer, tampoco quiero saberlo, como tampoco quiero saber nada de ese hombre, ya que por su culpa mi madre me odiaba y me golpeaba. ¡Lo odio, lo odio! ¡¿Qué clase de persona abandona a su prometida y a su hija que ni siquiera había nacido?! ¡no, eso no es una persona, sino un monstruo y yo odio a ese monstruo! ¡lo odio, como también odio a esa mujer que me dio la vida!

- Mi estrella, lo siento mucho. No lo sabía.

- ¡Dime qué puedo hacer con este odio! ¡Dime! - Me dice gritando y llorando. Me acerco a ella y le abrazo con todas mis fuerzas. No puedo creer todo lo que ha sufrido Sasha, jamás me imaginé que su propia madre le pegaba y mucho menos que estuvo a punto de matarle y todo gracias a mi padre. Siento mi sangre hervirse. No puedo creer que una persona cono Sasha, llena de vida y fuerza haya sufrido tanto, cualquiera que la viese diría que es como las demás, sin preocupaciones cuando en realidad tiene más cicatrices que nadie.

- No lo sé mi estrella, no lo sé, pero lo que sí sé es que no te voy a dejar sola en esto. - Le digo acariciando su cabeza.

- Hay otra cosa más. - Se separa de mí y me mira. - Mi madre antes de que le arrestaran me dijo que yo algún día encontraría el amor y que después él me abandonaría como lo hizo mi padre o me haría daño y sufriría como ella. Sé que lo que dijo es una estupidez, pero sus últimas palabras se me quedaron grabadas.

- Yo jamás te abandonaría. Mírame, me tienes atado a ti ¿qué clase de brujería has utilizado? – Mi comentario la hace reí. - Jamás te haría daño mi estrella, jamás.

- Eso ya lo sé, pero mi madre me lo dijo como si estuviera echándome una maldición.

- No puedes creer eso.

- No puedo evitarlo, tengo un presentimiento.

- ¿Qué presentimiento?

- De que algo va a pasar, algo muy malo.

- Tranquila, eso no va a pasar.

- Eso espero. - Nos volvemos a abrazar. Después de abrazarnos y besarnos la llevo a casa.

- Gracias por escucharme.

- No tienes que darme las gracias.

- Adiós, te quiero.

- Y yo. - Nos despedimos con un beso. Tras esto, entra en su casa.

Polos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora