IV Recaída

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Alexsandra

Abro los ojos y veo el reloj que está sobre la mesa de noche. Las once de la mañana, menos mal que Matt me dio el fin de semana libre. La noche anterior estaba tan cansada que no sé ni como logré llegar a mi habitación.

Salgo de la cama y voy al cuarto de baño a ducharme. Quince minutos después salgo con una toalla en la cabeza y con un pijama nuevo. Mi barriga empieza a sonar así que decido bajar a la cocina.

Para llegar a la cocina primero hay que pasar por el salón y después por un largo pasillo en donde a ambos lados de las paredes hay un montón de fotos enmarcadas de mis padres y de mí.

Llego a la cocina y veo a mi madre en su portátil. Mi madre tiene su propio despacho, pero casi nunca lo utiliza, salvo si algo va mal.

Así que siempre está en cualquier lugar de la casa. Un día, cuando era pequeña, bajé por la noche a la cocina para beber un vaso de agua y antes de llegar a la cocina vi a mi madre en un rincón trabajando, me asusté tanto ya que cuando levantó la cabeza para verme tenía puesta una mascarilla y claro está, grité con todas mis fuerzas a lo que mi padre bajó corriendo a toda prisa con un pie descalzo, incluso mi madre gritó del susto. Fue una escena graciosa.

- Buenos días mamá.

- Hola cariño-. Le doy un beso en la mejilla-. ¿Te preparo algo de desayunar?

- No, no te preocupes, ya me ocupo yo-. Voy al frigorífico, cojo un bote de leche, lo pongo sobre la encimera, voy a unos de los armarios, cojo mi cuenco favorito para desayunar como también mis cereales. Pongo los cereales en el cuenco, vierto la leche y por último cojo un cubierto y a desayunar.

En mi casa si tenemos empleados, cuatro en concreto. Una limpiadora que a veces cocina, uno que se encarga del jardín, uno del mantenimiento de la piscina y esas cosas y otro para limpiar el coche de papá. Mi madre se encarga de cocinar ya que le encanta y mi padre y mi yo la ayudamos.

No creáis que somos como otros ricos que tratan mal a sus empleados, no, somos otra clase de ricos, tratamos muy bien a nuestros empleados y nos tuteamos. Somos como una gran familia.

- ¿Solo vas a desayunar eso? - Me pregunta mi madre dejando de ver la pantalla. La última vez que tuve la gran recaída, así es como la llamo yo, no quería comer nada e incluso perdí varios kilos. Tuvieron que obligarme a comer, fue muy doloroso y humillante. A partir de ese instante mis padres me vigilan con lupa y a la mínima que vena que he adelgazado más de lo que ya estoy, empiezan a preocuparse.

- Sí-. Mi madre va a contestar, pero de pronto suena el timbre y unos minutos después aparece Annie, nuestra empleada, con un ramo de rosas y una tarjeta.

- Mi niña, es para ti-. Me dice. Annie es como mi segunda madre, ella lleva muchos años en esta casa, cuando llegué a esta casa ella me cuidó mucho junto con mis padres.

- ¡Vaya! ¡qué bonitas! - Dice mi madre. - A ver que pone en la tarjeta-. Dice cogiendo la tarjeta.

- No paro de pensar en ti T.B.- Estoy a punto de echar los cereales, pero me obligo a tragármelo-. ¿Quién será ese tal T.B. qué hace que casi te atragantes? - Me pregunta mi madre mirándome mientras sonríe.

- Hermosa Annie, ¿puedes tirar las rosas? - Le digo a Annie. No entiendo cómo ha averiguado mi dirección.

- ¿Estás segura?

- No puedes tirar estas rosas, ellas no tienen la culpa de ser elegidas por ese tal T.B.- Me dice mi madre cogiendo el ramo de rosas.

- Si quieres te las puedes quedar, a mí no me interesas-. Le digo saliendo de la cocina.

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