I Instituto de ricos y un narcisista

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Alexandra

Tenía cinco años cuando mi vida dio un giro de ciento ochenta grados.

Mi madre me contaba historias sobre mi padre y de ella y como la amaba, mejor dicho, como se amaban. Hasta le propuso matrimonio y todo, pero ese mismo día ella le confesó que estaba embarazada de mí y claro está, mi padre estaba tan feliz por la sorpresa que no sabía qué hacer o decir, pero esa felicidad no duró mucho ya que a los cinco meses de gestación mi padre se fue, nos abandonó como si fuéramos basura.

Mi madre no se daba por vencida, se decía así misma que mi padre regresaría a nuestro lado, pero no fue así, ese hombre que supuestamente debía ser mi padre y marido de mi madre jamás regresó, nunca miró hacia atrás.

Pasaron los meses y yo nací y aun así mi madre seguía esperando al hombre que nos abandonó. Y después de varios años y al ver que él no regresaba mi madre se dio por vencida y ya no le esperó. Se dio por vencida. Mi madre, aquella mujer que no quiero recordar, se secó las lágrimas por aquel hombre, endureció su corazón y se convirtió en un monstruo.

Al cumplir los cinco años, mi madre empezó a despreciarme y a golpearme, me decía que me parecía a ese hombre que la abandonó. Al paso de los años se volvió drogadicta y alcohólica y el día en que cumplí diez años nos separamos. Ese día fue el peor día de mi vida e incluso estuve a punto de morir gracias a los golpes de mi madre. Mientras que esa mujer me golpeaba me decía cuanto me odiaba por parecerme al hombre que la sedujo, le pidió matrimonio, la dejó embarazada y después la abandonó. Ya no podía aguantar más los golpes así que grité con todas mis fuerzas hasta que una vecina escuchó mis gritos de auxilio y llamó a la policía. Cuando por fin llegó la ayuda yo estaba medio inconsciente, logré ver como detenían a mi madre mientras esta estaba muy drogada, después de esto me llevaron al hospital.

Pasé varias semanas en terapia intensiva y después pasé más de un mes en el hospital porque tenía varias fracturas, concretamente, un brazo roto, una pierna rota, varias costillas rotas y para añadir a mi gran lista, estaba traumada y en shock. Tenía todo roto y así es como me siento ahora, rota en mil pedazos que creo que jamás se volverán a juntar, incluso salí en las noticias, creo que por eso es por lo que ahora odio salir en la prensa rosa y esas cosas que más adelante iréis conociendo.

Y aquí es dónde salen mis héroes, mi tío Peter y mi tía Larisa. Ella se enteró de todo y varios días después vino desde Estados Unidos hasta Rusia a verme y estuvo todo el tiempo a mi lado, como también una psicóloga y una trabajadora social. Mis tíos no sabían lo mal que lo estaba pasando. Mi tía me contó que se puso a llorar nada más verme ya que ella no comprendía como mi madre, su hermana, aquella mujer buena y risueña, me pudo hacer eso. Me dijo que estaban muy unidas incluso después de que mi madre conociese a ese hombre, pero después de un tiempo mi madre empezó a rechazar sus llamadas y decidió no volver a llamarla. Cuando logré abrir los ojos mi tía no paraba de pedirme perdón una y otra vez.

Al mes mi tía me dijo que a partir de ese instante ella tenía mi custodia porque mi madre le había pedido e incluso le suplicó para que le quitasen mi custodia. No le pregunté a mi tía sobre mi madre porque no quería saber nada de ella.

Al pasar más de un mes en el hospital yo seguía siendo los titulares de las noticias y a los dos meses mi tía me llevó a América, según ella porque yo tenía un tío que ansiaba conocerme, pero yo sabía que era porque ella no quería que yo siguiera siendo noticia y porque también quería que olvidara todo lo sucedido.

Pasó varios meses cuando me recuperé de mis fracturas y pasó mucho tiempo cuando mis tíos me matricularon en el colegio, pero han pasado años que no me he recuperado de mis heridas psicológicas y creo que nunca lo haré. Mis tíos me tuvieron que llevar a rastras al psicólogo porque me negaba a comer ya que tenía miedo porque así era como mi madre me maltrataba, ponía droga en mi comida sin que me diese cuenta y cuando estaba drogada, me pegaba para que así no pudiese gritar y pedir ayuda. Después de un tiempo, el psicólogo, al parecer me negué a quedarme a solas con una psicóloga porque me daba miedo las mujeres, este decidió que ya era hora de que me relacionase con niños de mi edad así que mis tíos me inscribieron en el colegio, pero aun así nunca me relacionaba con nadie y eso preocupaba a mis profesores que después llamaron a mis tíos hasta que estos les explicaron mi situación. Siempre sacaba buenas notas en todo porque me gustaba estudiar, era la única manera de distraer mi mente para no volver al pasado y quedarme atrapada en él.

Polos OpuestosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora