Capitulo 24

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Y el presentimiento que alguien me vigilaba, no se iba.

Ya me había cansado de respirar y exhalar; de recordarme que Dante estaba en camino y que no me encontraba tras ningún problema, deseando que eso último, sea real. Tenía miedo, pero ponía mi máximo esfuerzo en mostrarme fuerte mientras caminaba con Beethoven por, lo que parecían, pisos de cemento y piedras.

Había hablado con mis padres como casi siempre lo hacía; una que otra lágrima cayó y la nostalgia era persistente en mis sentimientos. Sí, lo sé... hoy estaba lo suficientemente sentimental como nunca lo fui.

Anormal día para mí.

Empezaba a cansarme de caminar y de aguantar que mi precipitadamente mente acuse cosas inciertas; pero Dantr no venía.

Caminaba en círculos por el lugar que acordamos... pero no estaba.

Mis nervios casi saltaban de mi cuerpo para salir corriendo por sí solos.

Dos manos grandes y masculinas me cubrieron los ojos. Mi primera reacción fue gritar en un chillón grito.

–¡Auxilioooooooooo! –grité. Pero me callé al instante de escuchar la perfecta risa de Dante, en carcajadas contagiosas. Me fui imposible no sonreír, sintiéndome más segura de repente. Beethoven se removió a mi lado, y se sentó alado de mi pierna derecha; lo sentía; se frotó sobre la misma para que lo acaricie, y así lo hice.

–¡Te asustaste, eh! –bromeó él, pegándome juguetonamente en el hombro. Rodé los ojos y me agaché a la supuesta altura de mi perro.

–De verdad tardaste.

–Lo siento, princesa. Hice lo más rápido que pude. – suspiró fingiendo cansancio. Y sabía que de una u otra forma, él estaba estresado también. –Mi mamá estaba dándome un sermón. –por su tono de voz, sabía que rodaba sus ojos.

Beethoven se quejó cuando me volví a parar para estar cerca de Dante. Él me protegería, creo.

–¿Qué hiciste ahora, Barkin? –fingí reproche con mi voz. Sentí como se acercaba a mí, y tomaba mi mano para entrelazarla con la suya.

Su piel era suave, y la mía áspera; pero de todas formas... sentí como todo mi estómago se retorcía de emociones... y mi piel que fue tocada por él, quemó por debajo de su mano.

–Dice que estoy muy despreocupado con mi carrera, mi hermano y todo. –dijo algo enojado. Me encogí de hombros, sin saber qué decir.

–Tiene razón. –finalmente. Sabía que prefirió no contestar; odiaba que le lleven la delantera y le manden: su madre quien yo desconocía aún, era experta en eso según Dante, aunque él siempre exageraba todo.

–Vamos, Beethoven. –dijo haciendo chitar sus dedos con la mano que sonó lejana a mi audición. Él seguía entrelazado conmigo, y yo... intentaba no darle importancia a este hecho tan pequeño. <<Pero tan importante>>.

Inmediatamente, empezamos a caminar a no sé dónde, en un silencio para nada incómodo: él en su cabeza, yo en la mía, y Beethoven que directamente no contaba. De la nada, un olor parecido a los cigarrillos que mi papá solía fumar, percibí. Fruncí el ceño y volteé la cabeza para donde se suponía que estaba Dante.

–¿Qué es ese olor? ¿Quién está fumando? –pregunté. La verdad, es que me estaba ahogando el horrible olor.

–Yo, nena. –contestó como si nada. Profundicé el ceño, y bufé.

–¡Deja eso, ya! –grité histérica, parando de repente y tironeando de su mano para que vuelva a mi lado.

–Nah. –simplemente, eso contestó. Estaba cerca, lo presentía.

–¡Puedes morir, loco! –grité nuevamente. Él dejó escapar una carcajada, y el olor me volvió a atravesar los orificios de mi nariz: él me había soplado en la cara.

–¿Qué más da? –retóricamente dijo.

–¡Dante! –grité horrorizada. Intenté conseguir y pensar donde estaba su otra mano, pero él era rápido y conocía mis intenciones, supongo.

–¡Kally! –gritó de la misma forma.

Se sintió como la correa de Beethoven se sentó en el suelo.

–¡Hablo en serio!

–¡Yo también!

–¡Idiota!

–¡Histérica!

–¡Morocho hueco!

–¡Morocha aburrida!

–¡Aprovechador!

–¡Tú!

–¿En serio? ¡¿Me lo dices a mí?! –pregunté haciendo una mueca de horror. Su risa nuevamente, mientras yo luchaba en no seguirlo.

–Claro, Kally, ¿A quién más le diría? Te abusaste de mo. –me lo imaginé negando la cabeza, con una cara de niño bueno.

–Claro, Dante... yo te abuse. –dije sarcástica.
–Por supuesto.

Rodé los ojos.

–Soy la persona más santa que conoces. –Comenté con un tono de voz obvio. Él carraspeó la garganta.

Beethoven volvió a levantar su cola, y empezó a estirar de la cuerda, según mi mano; me vi obligada a empezar a caminar nuevamente.

–Y la más aburrida... también la más tonta... y, la que se preocupa por todo... ¡Ah! Y no olvide... –lo interrumpí irritada.

–¡Basta! Ya entendí, ¿está bien? –bufé.

–Iba a decir que eres la persona más asombrosa que conozco... pero ya que insistes, mejor me callo.

Mis mejillas ardían sin razón. Volví a rodar los ojos detrás de los anteojos oscuros con una sonrisa, que me era imposible quitarla. Creo que fue lo más dulce que alguna vez me dijo.

–Ya... basta. Tira eso. –me referí a su cigarrillo, porque el olor volvió a aparecer. –¡Hablo en serio!

–Está bien, gruñona. –bufó y como respuesta a ello, segundos después, un pequeñísimo 'tic' del papel chocar con el piso sonó. Sonreí victoriosa. –¿Feliz ahora?

–Muy –contesté. –No es por insoportable... –paré por un segundo.

–Claro... no, eres súper paciente. –contestó ahora siendo él el sarcástico.

–Mi padre tuvo cáncer de pulmón. –le dije de repente. No volví a escuchar ni sentir su mirada burlona ni sonrisa sobradora. –Cuando tuvieron el cuerpo de mis padres, le hicieron la autopsia. – seguimos caminando, sin parar en un momento por los caminos del cementerio; pero él se mostraba serio y a la vez... tenso. –Descubrieron un cáncer de pulmón pequeño y apenas empezando, claramente porque fumaba cigarrillos pero no mucho, bueno. Llegaba a abrirse un paquete entero por día; y por mas de que nos quejábamos con mi mamá, él no nos tomaba importancia. De todas formas... él iba a morir en algún momento. –Dije intentando no derramar una lágrima más.

Mi padre, por más de todos sus errores, era mi héroe. Mi mamá, por más de todas las peleas, era mi ídolo, mi mayor persona a seguir.

–Perdón. –contestó como si de verdad lo sentía. Sonreí en respuesta, nostálgicamente. –No tenía idea que era importante para ti. –Dijo.

–Nadie lo sabe... no tienes por qué sentirte mal. No tiene importancia. –Me encogí de hombros.

–Son tus padres... tiene mucha importancia.

–Dante... ellos ya no están. Los amo, los querré siempre, pero por alguna razón se fueron. –No me dolía decirlo. Había dolido en un momento, pero ya no; ya estaba acostumbrada a la falta de concejos de mamá, o los comentarios tontos de papá. –<<El tiempo cura las heridas hasta cicatrizarlas poco a poco, y quizás... llega a disimularlas>>.

Él no contestó, pero sabía que mi frase, había desbloqueado algún rincón de su corazón.

Y recordé a Pablo. Mierda. Lo había olvidado.

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Pasen por las otras novelas, creo que se viene una Kevintina...

Blind for love || DALLY  || Kally's MashupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora