Capitulo 3

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Me sentía rara. El impacto me sobrepasó; la sorpresa no me dejaba separarme y estúpidamente, respondía el beso, sin entender por qué.

Solo quería alejarme... pero a la vez no. Parecía, que por un momento, mis pensamientos eran bipolares o sufrían un trastorno extraño y nunca conocido para mí. Sin embargo, una parte de mí se divertía, ¿la otra? Me recordaba lo idiota que era... idiota y sucia.

Junté las ganas suficientes y mis manos, que estaban incrustadas y pegadas en mi pecho y el suyo, las puse sobre el suyo, empujándolo para el lado contrario de mí con semejante fuerza. Para mi suerte, lo hizo a tal distancia, que no dudé en sacar una y pegarla en su mejilla, sonando un fuerte 'chic' que me sorprendía hasta a mí. Eso le pasa por estúpido. Después veremos lo que pasaría conmigo. Ojalá le quede morado en vez de rojo. Por instinto, la saqué de su pecho, mientras me ponía los anteojos que estaban en mi mano contraria.

–Bien que lo disfrutaste – comentó en tono de burla. Podía apostar, que tenía una victoriosa sonrisa asquerosa y ganadora.

–Amaría decirte que sí... – esperé mientras yo, sonreía siendo cínica – pero... no se de que estas hablando...

-Del beso en el cachete... ¿De que más?

– ¿Eh? Sal de mi casa. Y no vuelvas – completé haciendo desaparecer mi sonrisa, para apretar los dientes entre ellos mismos.

Para mi sorpresa, sus pasos se alejaron y llegaron a la puerta, y sin antes de salir, volvió a resonar su voz.

–Esto no termina así, olvidadiza – agregó de forma grave. Como si me importara.

– Veremos quien termina lastimado – levanté una ceja, contraatacando. Si piensa que soy una estúpida, olvidadiza y ciega... veremos quién es más ingenuo de los dos.

Sin esperar más de su parte, él se fue. Dejándome soltar el pesado suspiro que contuve desde que nos separamos.

Ya no me sentía victoriosa... ni orgullosa. Me volvía a sentir rara; pero sobre todo sucia y arrepentida. ¿Por qué me imagine eso?, ¿por que me beso sin mi consentimiento?. No podía darle ese lujo... el lujo de ser el segundo chico en toda mi vida que me besó; no hace falta aclarar fue en el cachete y de tal forma que me gustó un poco. Debo admitirlo, también, pero sin embargo... el sentimiento de asquerosidad invadía en mi mucho más.

Estaba segura, que no era por tristeza ni enojo ni nada de eso... era por la costumbre de ser rechazada. Tener miedo y esa sensación de alejamiento con él, era porque de verdad pensaba que terminaría lastimándome una vez que me tendría. Ya sufrí de adolescente, una tonta niña de 14 años, y ¿ahora? El sufrimiento sería peor; de eso estaba segurísima. Estoy loca, definitivamente.

–¿Kally? – la voz de mi abuela, abundó en la habitación. Fingí una sonrisa y me di la vuelta, intentando no mostrar ni un signo de tristeza

–Hola – le contesté simplemente. Se acercó y acarició mi brazo con dulzura

–¿Te sientes bien? – volvió a preguntar; una pizca de preocupación inundaba en su voz. Me conocía como nadie y por eso la amo. Además, de porque es como mi madre.

–Muy bien – mentí – pero estaría mejor con una de tus galletas – bromeé. Lanzó una simpática carcajada; que sonido tan agradable. Sin duda, escuchar a mi abuela reír, es hermoso.

{••••}

–¿Qué mierda quieres Adams? – pregunté al segundo de contestar el llamado telefónico. En el momento más importante, no podía sonar el estúpido teléfono.

–Necesito que vengas al estudio ya – habló de forma fría. Apreté los dientes y pestañé tranquilamente, mientras mis dedos se encontraban en el puente de mi nariz. Intenté calmarme... a lado del bombón que me iba a comer, debía ser el Dante que nunca soy.

–Perdona... pero no puedo – sonreí con falsedad, consciente de que no me podía ver. La sexy rubia de mi lado, refunfuñó cansada. Y sí... es la típica chica que solo quiere una noche con el gran Dante.

–Ven aquí ya... o lo lamentarás – por lo que escuché, tenía la mandíbula apretada con fuerza. Estas no eran situaciones en las que le haría caso... pero tampoco de las que debía ignorarlo. Algo sucedía.
La impaciente chica de mi lado, acariciaba mi brazo sensualmente, y con su otra mano me daba señas para que corte. Rodé los ojos ante su mueca de disgusto al negarla.

–Voy para allá – sentencié frío y corté.

–¿En qué estábamos precioso? – susurró ella en mi oído. Sonreí con arrogancia e incliné mi cabeza para verla. La tenía comiendo de mi mano, solo por decir cuatro palabras locas.

–Debo irme – me alejé de su lado, parándome sobre mis piernas. Levantó una delgada ceja hacia mí, como si se ofendía – Tengo vida, princesa – le dije falsamente. Rodó los ojos y sacó un papel de su cartera diminuta y de color negro. Números firmados sobre ella y una letra curvada pero redonda. Me lo extendió dándome a conocer su número de teléfono, y sin esperar más, lo tomé y guardé en el bolsillo de mi pantalón.

Me despedí con la sensual chica, nada más que con un beso en la mejilla que duró más de lo que cualquiera dura. Solo por eso, dejó escapar un suspiro de excitación. Estúpida.

El auto marchaba a cien kilómetros por hora en la carretera. ¿Qué importa? Estaba casi vacía, y recién eran las 10:56 pm. Solo estaban presentes los pocos autos a mi alrededor que con sus luces parecían borrosos, y las estrellas y la luna a lo lejos; además de las otras luces alumbrativas de la calle.
Mi destino se vio a lo lejos, y con un rápido movimiento para que los paparazzis no entren al garaje del estudio, ingresé.

–¿Qué sucede? – miré el resto de la oficina de Adams, mi manager. Nadie nada más que él y yo.

–Debemos hablar –contestó tan fuerte y firme, que claramente me daría un sermón en cualquier momento.
Corrí la silla enfrente a su escritorio de madera brillante, y me senté por fin. La mirada expectante de él, me era clavada en mis mismísimos ojos.
–Cambia o adiós todo – dijo sin rodeos, dejándome sorpresivo. Claramente, esto no me lo esperaba y no es algo que me asuste; me lo viene diciendo hace meses. Levanté una ceja en desafío hacia él.

–Adiós todo yo... pero tú, adiós y chau toda tu carrera para siempre – le contesté con total serenidad. La sonrisa torcida de mi boca era competitiva. Creo que él es mi manager pero no tiene derecho para mandarme... y menos en esto.

–Vamos Dante... – renegó él... pero hice oídos sordos a cada estupidez que dijo completando la frase

–Estas despedido – le dije directamente. Sus ojos se abrieron de par en par, tan grandes como platos. Lancé un suspiro irónico y enderecé mi espalda – Ahora... si te molesta, desearía que te vayas del estudio – El rojo se convirtió el color de su cara. Se ve que quería gritarme el mundo, pero se contuvo. Siendo vencido... se levantó del asiento y se dirigió a la puerta sin siquiera voltear a verme.

–Solo un consejo – me di la vuelta para mirarlo, y rodé los ojos – Luego... te arrepentirás de todas las cosas de chico rebelde que haces – hipócritamente, salió... dejándome solo en medio del estudio.

Sin pensar nada más, salí de toda esta mierda que me tenía cansado. Por suerte, los paparazzis no me interrumpían el camino, como casi siempre lo hacen. Sin más, subí al coche y me dirigí a mi casa.
Saqué la bolsa del escritorio de mi habitación, deseoso de poder probarla nuevamente. Mis manos se movían ansiosas y divertidas, mientras mi boca sonreía en una sonrisa satisfecha, dispuesto a volver a fumarla. Coloqué un poco sobre mi mano, pareciendo una bola blanca algo deformada. La acerqué a mi nariz, y con solo una fuerte inhalación, me sentía mareado... pero no pude evitar que una tonta sonrisa se forme en mi rostro; mis ojos empezaban a mostrarme la vista borrosa, conjunto con mis parpados que querían cerrarse, pero obviamente no les dejaría. Una risa se me escapó de mis labios, y me paré del asiento. La habitación era borrosa y de color rosa con azul eléctrico. Mi mente divagaba en algún otro mundo ficticio que para decir verdad, me encantaba.
Nada mejor, que drogarse antes de dormir para tener un buen día mañana.

Blind for love || DALLY  || Kally's MashupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora