Prólogo

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"—Bruja, bruja, en el camino

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"—Bruja, bruja, en el camino. ¿Cuántas veces mataste a mi hijo? —Cantaba en voz baja, mirando por la ventana— bruja, bruja, mal vista por el ángel, ¿cómo escapaste de la cárcel? Maldita, maldita, acabaste con mi vida. Maldita, maldita, mataste a mi hija."

El día se tornó oscuro, en representación de la ira de la bruja. Sentí el cosquilleo en mis manos, la magia quería que hiciera lo que mi corazón deseaba. No importa cuántas veces intente matarla, ella revive y sigue asesinando.

La bruja se detuvo enfrente de mí, sonrió enseñándome sus dientes brillantes y levantó la mano a la altura de mi hombro.

—¿Quieres seguir intentándolo? Adelante —me retó, sin una pizca de miedo.

—Deja de entrometerte en la vida de los demás —le dije, levantando la espada que ella misma me dio a los diez años—. Podrás tener magia pero eso no te da el derecho de manipular a la gente.

—¿Qué pasa contigo, hija? —Agitó su cabello con un viento provocado por ella misma— ¿Te enamoraste del domador de leones? Que bajo has caído.

—Si amo o no, es mi problema. Si odio o mato, es el tuyo —di un paso más cerca de ella, sin dejar de apuntar la espada a su corazón—. Toda la vida, has querido convertirme en asesina, pues serás mi primera víctima.

Un fuerte tornado apareció frente a mí, quitándome la espada de las manos y levantándome unos centímetros del suelo. Ella levantó la mano, fortaleciendo el tornado, intentando acabar con mi vida y con las personas a nuestro alrededor.

—Morirás. Tal vez no hoy ni mañana, pero un día llegarás a tu fin. Y mientras ese día llegue...—cerró la mano, y el tornado paró pero no me soltó— Estarás condenada a no poder amar. Por cada hombre del que te enamores, habrá una muerte.

Dicho eso, bajó su brazo y caí en el piso, dándome un fuerte golpe en la cabeza. Todo comenzó a darme vueltas, escuché mi nombre a lo lejos y lo último que pude ver, fue su vestido negro desaparecer entre todas las personas, ausentes al problema entre madre e hija.

Por muchos años que pasaran, la magia seguía presente. Todo a mí alrededor cobró otro sentido, los colores se volvieron blancos y negros, mis sentimientos se congelaron, ya no tenía sentido vivir.

 Todo a mí alrededor cobró otro sentido, los colores se volvieron blancos y negros, mis sentimientos se congelaron, ya no tenía sentido vivir

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—¿Estás bien? —Asentí al volver a la realidad, sentándome recta y con la cabeza en alto—. Luces enferma. ¿Por qué no vas a descansar un poco?

—No, estoy bien —respondí, agarrando el papel que me había tendido hace unos minutos—. ¿Iremos a Italia?

—Sí, es nuestro nuevo destino —firmó todo el papeleo para poder instalarnos por un mes en el lote vacío, haciendo todo el trabajo por su cuenta a pesar de tenerme a mi como su apoyo. Pasó una mano por su cabello, dejando a la vista su rostro de cansancio, sus ojeras marcadas, su cabello despeinado y la ausencia del brillo en sus ojos—. Necesitamos comprar comida para los animales, contratar un ayudante para el veterinario y Any quiere unos maniquíes.

—¿Y se los darás? —hizo una mueca, más no lo negó—. Te gusta consentirla mucho.

—Es una buena chica, sólo tuvo mala suerte en la vida, pero tuvo un bello milagro —sonrió un poco, regresando a su rostro serio en menos de un segundo.

—Todos aquí hemos tenido mala suerte en la vida, Arlet —le recordé sin querer sonar ruda, pero me molesta su actitud, aunque no debería.

—No me lo recuerdes, Gina —se levantó de la silla y agarró los papeles—. Ve a descansar, ya continuaremos mañana.

Aunque se fue para que pudiera descansar, las pesadillas volvían todas las noches que cerraba mis ojos y estoy cansada de eso.

Por esa razón me quedé re-decorando mi puesto, limpiando la bola de cristal y acomodando mis cartas. Debería dejar esto, pero no tengo otra forma para mantenerme. Arlet es un hombre muy amable, el cual conocí a los nueve años, cuando su padre contrató a mi madre para que fuera la "adivina" del circo.

Mala suerte que mamá no sólo era una adivina...

No culpo a Arlet de haberla corrido, hasta le agradezco por haberlo hecho y por haber permitido que me quedara con él en el circo. Se ha ganado mi aprecio, así como el de todos los que estamos aquí.

Es por esa razón que me da tristeza siempre que lo veo trabajar hasta tarde. Cuida de todos pero nunca cuida él... Me da miedo que un día el trabajo en exceso le cobre factura y que todo lo que haya hecho por nosotros termine arrebatándole la vida. Pero es un terco que no me escucha, ni escuchara a nadie porque solo conoce el trabajo y la soledad, a pesar de siempre estar rodeado de personas que lo quieren.

Si tan sólo pudiera encontrar a alguien dispuesta a protegerlo, ayudarle y amarlo, todos seríamos felices.

Una mujer dispuesta a pelear con todas sus fuerzas por él...

La encontraré, no sé cómo pero juro encontrarla.

Y algunos días después, cuando una joven mujer entró en mi puesto con su rostro de aburrimiento y burla, sentí más poder que nunca.

Fue la primera vez que me atreví a usar la magia que corre por mi sangre, mi descendencia y desee con todas mis fuerzas, que mi maldición no terminara como las maldiciones de mamá.

Venus, ahora tú estás maldita.

Seven HeartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora