Capítulo 3

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Las paredes color rojo amortiguan el sonido de la música de la planta baja gracias al gruesor de la pared

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Las paredes color rojo amortiguan el sonido de la música de la planta baja gracias al gruesor de la pared. Tomo asiento enfrente del escritorio de madera oscura, aún maldiciendo mi suerte. Tal vez yo no esté maldita, tal vez él me contagia la mala suerte. No dejaré de decir que no creo en esa maldita bruja con más arrugas que una pasa rancia. 

Miro mis manos y acaricio su pañuelo...

Todos los hombres son iguales, sólo que unos se disfrazan de hombre buenos, pero al final... al final siempre te lastimaran.

—Venus, Venus —un escalofrío corrió por mi espina dorsal cuando escucho su voz, junto al sonido de la puerta cerrándose—. ¿Qué haré contigo, Venus?

Dejarme ir porque no tuve la culpa. ¡Fue un accidente de mierda!

Aprieto el apoya brazo, clavándole mis uñas al colchón rojo de estos cuando lo sentí detrás mía con su aliento golpeando mi nuca.

—¿Te crees importante por ser bonita? —susurra en mi oído. Me abstengo de apartarme y darle una cachetada porque no quiero empeorar las cosas— ¿Piensas que te saldrás con la tuya? Pequeña, yo no perdono errores y eso ya lo sabes.

Sé aleja unos segundos para ir por una cerveza a su refrigerador de bar. La abre, bebiendo el contenido sin quitar los ojos de mí. Me sentía incomoda, con algo de miedo... Nunca había temido, menos a él ya que siempre se ha mostrado vagamente amable conmigo, pero ahora estoy asustada.

Deja la cerveza en el escritorio y se para enfrente de mí.

—Vamos a arreglar este asunto porque me pareces una buena niña ¿Si? —Ahogue un grito cuando se quitó el cinturón negro y lo dobló por la mitad— Pechos al escritorio y trasero levantado, pequeña.

¡Está loco!

Me levanto de la silla y él sonríe satisfecho al ver mi acción.

Es un imbécil si piensa que obedeceré. No soy una prostituta ni una fácil, ni muero por este trabajo. Si al menos valiera la pena o si él fuera menos imbécil... una historia de romance jefe/empleada no estaría mal, pero no con él.

—Renuncio.

Salí del bar corriendo, ignorando sus gritos. ¿Gritarme insultos en medio de los clientes le parece normal? Puedo demandarlo por eso. De igual forma, la ley y yo no nos llevamos muy bien. Bueno, al menos no con los de mi mismo apellido. Me apoyo en la pared, a la par de la puerta de salida tratando de no llorar.

No tengo trabajo, no tengo ahorros, necesito pagar la renta, necesito comprar comida, necesito dinero.

Sé que hice bien al renunciar, pero la realidad de mi vida ya me está golpeando.

"Recibirías dinero por una sesión en el baño"

No, me niego a caer en eso. ¡No soy una prostituta! Tengo que ser fuerte y luchar...

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