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》Capítulo 04







No estoy seguro de cuándo mis ojos comenzaron a seguirte.

- Es curioso que la gente del pueblo no venga mucho hacia aquí. -dijiste. Mientras tu rostro era iluminado por la luz que se colaba entre las copas de los árboles.

- Se debe a la historia que tiene el bosque, antes la gente solía perderse mucho, por eso dejaron de venir...A pesar de que Gremor sea bosque en su mayoría, su población tiene esa idea instaurada en la cabeza.

Me miraste convencido de que decía la verdad, me sentí poderoso, podría haberte dicho que una criatura mítica vivía allí y tal vez con los suficientes datos científicos inventados me habrías creído.

- ¿Qué clase de persona eres? -me preguntaste.

No sabía a qué venía tu pregunta, pero me alegró que la hicieras, me dio a entender que era alguien que despertaba tu interés.

- Algunos me llaman genio, sobre todo mamá, aunque si me lo preguntas de esa manera, te diré que soy sólo un niño más, como cualquier otro. Uno con problemas para hacer amigos y una gran obsesión con los libros. Lo típico. -bromeé sarcásticamente.

Respondiste riendo, dijiste que era una conversación interesante, lo cierto es que era interesante, no sé si tú lo eras más que la conversación. No entendía por qué sentía que podía abrirme contigo.

Te pregunté qué clase de persona eras tú.

- Soy de las que encuentran la felicidad en las pequeñas cosas. En observar el cielo estrellado desde el techo de casa, comer un trozo de pan hecho por mamá...eso, tú entiendes. -respondiste.- Tú entiendes...

Sentí aquella melancolía en tus últimas palabras, pero no dije nada.

No hubo silencio entre nosotros, una pregunta tuya llevaba a otra mía y así estuvimos un rato.

- ¿Y qué tal fue tu infancia?

- Fue bonita, muy cálida a pesar de ser hijo único, mamá siempre hizo lo mejor que pudo...aunque...-te interrumpiste.

- ¿Aunque? -cuestioné elevando una ceja.

Tu mirada pareció perdida unos segundos pero regresó a mí raudamente.

Eras bueno pretendiendo.

- No es nada, mamá me llevaba a pescar al río. -me confesaste que tenías miedo de nadar en él hasta hace poco, un año o dos.

Te conté que la mía había estado llena de aventuras con mi tía Auriel, no pensé en hablarte de ella, pero cómo ya lo he dicho, sucedía de manera mágica contigo, me olvidaba de que te había conocido hace menos de una hora y ya te había contado acerca de aquella vez a los ocho años cuando me senté en la popo de un perro que tuvimos y otras anécdotas vergonzosas.

No podría haberme pasado con otra persona.

Y así te hablé de ella, de cómo me llevó a recorrer Roma y las historias que me leía antes de dormir sobre Alejandro Magno y Hefestión y la expansión del Imperio.

cuando decimos adiós.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora