Tomé tu corazón
Te hice cosas que sólo
los amantes harían en la oscuridad
Sacerdotes, papas y predicadores
me dirían lo que hice mal
[...]
¿Qué digo para hacerme existir?
Todavía no sé mi nombre.Labrinth. Still don't know my name.
.
.
.Hay una imagen en mi cabeza, como los portarretratos en la pared del comedor, hay una sensación que me llena deliberadamente y me impide alejarme de ti, dejar de mirarte. Así pensaba yo. Te deseaba y, aunque mi inocencia se sentía ofuscada, no intenté esconderlo.
Sólo tenía quince años y vivía muy deprisa, deteniéndome siempre al final, siempre en lo de menor importancia.
Me presionaba el pasar del tiempo, conociendo el destino y asimilando opciones, quise abarrotarme de recuerdos forzados y te arrastré conmigo.
– No quiero estar solo .—te dije, mientras cerraba la puerta de mi habitación detrás de mí.
Sentado en mi cama me miraste, confundido. No habíamos acordado nada, no se lo consultamos a nadie, espontáneamente colisionamos en silencio.
– Y no lo estás, Ben. Acércate .—palmeaste la superficie del edredón.
Y yo obedecí, porque no había otra cosa que quisiera hacer contigo, me abrazaste y la tristeza me invadió, quería desesperadamente atarnos sin sentirme culpable por anhelar poseerte, pero lo era. Sin embargo, no lo dije. Jamás te conté sobre aquellos sentimientos, y a veces el tacto es más explícito y me convencí de aquello.
Te empujé sobre tu espalda y busqué tus labios. Me besaste y yo a ti. Respiré cerca de tu cuello y me incorporé para mirarte, comprendí tu belleza y la amé, tal vez, por un instante me sentí tan tuyo como el río, como lo que te rodeaba, sentí que era el momento de renunciar al miedo.
– ¿Por qué cuando me miras, siento que hice algo malo? .—preguntaste y yo acaricié tu mejilla.
– La línea entre lo bueno y lo malo es muy delgada.
Me acercaste a ti rozando tus dedos contra mis espalda, yo, que permanecía sobre ti a horcajadas, comencé a pensar que me esfumaría.
– ¿Y de qué lado estás tú?
– Justo aquí .—respondí, con mi mano sobre tu corazón. Ahora siento que mentí sin darme cuenta.
Sonreíste y nos giraste. ¿Se suponía que debía sentirme cómodo debajo de ti? No necesitaba que me protegieras. No corría peligro.
El silencio inundó lo que conocíamos, las miradas viajaban como balas perdidas de lado a lado. Quería ser directo y que cumplieras mis más oscuros deseos, pero no los conocías y no sabía si estabas dispuesto a conocerlos. Nos entendíamos bien por aquellos efímeros segundos, cuando las caricias quemaban y yo contenía las lágrimas. Te abracé como si jamás fuese a verte de nuevo. Lo sentiste, porque me tomaste entre tus brazos, lo sabías. Como un asesino que planea su crimen con antelación, me preguntaste si sentía lo mismo, no sé a qué te referías, si al placer, la necesidad o amor, pero sé que me equivoqué de respuesta, pues no, no estábamos en sintonía. Nuestros cuerpos sí, pero nuestros corazones latían bajo partituras diferentes.
Aún así me conformé con eso. Ámame, te exigía y te entregué todo lo que me quedaba. Me hiciste tuyo en tantas formas que aquella fue insignificante, pero se sintió bien mientras duró, saber que pude tenerte cerca. A ti, al vaivén de tus caderas y la multitud de sensaciones que me mostraste, las que antes creía imposibles. El eco de nuestros gemidos entremezclándose, me hicieron tener esperanza, tal vez sí me amabas como yo a ti, sólo que aún no te dabas cuenta. Tal vez si podía hacer que ese momento durara para siempre, jamás te alejarías de mí.
Y ahora es sólo un recuerdo.
—
hola, ayer pensé mucho en esta historia y escribí este recuerdo de Ben, espero que sea tan importante para ustedes como lo fue para él.
Gracias por leer hasta aquí, con amor,
Nanebi.
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cuando decimos adiós.
RomantikBenedict tiene el don de la sabiduría, siempre ha podido comprenderlo todo con rapidez y habilidad, no es de extrañar que su vida cambie fugazmente cuando ante él, la sonrisa del misterio más grande del universo, lo haga olvidar hasta su nombre y ap...