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Capítulo 16


Y así te perdí, junto a básicamente todos tus recuerdos y mi alma, junto a una basta y amarga melodía tuya se columpiaba en la nostalgia de aquel lugar tan adorado.

Eran tu risa entremezclada con la mía y el recuerdo de una persona que ya no eras ni serías lo que me llenaba de ataduras, y nada me había preparado para eso, ni la geometría ni la física ni la más completa y desarrollada ciencia podía competir contra el misterio del amor.

Si es que aquello fue amor...

Si es que en algún momento existió entre ambos una chispa trascendental de cometidos ilícitos que se escondieron en lo profundo de nuestros seres, llenaron nuestros corazones y nos dejaron vacíos al desaparecer, al marcharse fugazmente como las aves que huyen de los maremotos, como las gacelas del veloz guepardo...

Podía entrever que el mundo había cambiado, el cambio era permanente y me llevaba con él, me creía incapaz de amar de nuevo, creí que serías mi única oportunidad de amar.

Idealicé, como nosotros idealizamos, como los seres humanos lo hacen hasta perder la cordura, hasta sentir ardor en los huesos y escozor en el alma. Hasta la muerte, idealizamos.

Porque se nos ha permitido hacerlo, porque se nos dio la capacidad de anhelar y por ende pedimos más de lo que podemos manejar.
Porque somos irremediables obras de arte que se distorsionan en sus colores más pálidos y conseguimos brillar dónde nada lo hace...

Déjame confesarte una cosa.

El río nunca volvió a llamarme de la misma manera, ahora desprendía nostalgia y en ciertas ocasiones tu nombre, que ahora me perforaba tanto el corazón como los oídos, y me hacía sangrar desde lo más profundo del alma. Porque conocía el significado intrínseco en aquellas palabras que el viento arrastraba desde el verano hasta la primavera, ninguna de ellas fue amable conmigo.

Y como todo al comienzo, parecía que iba a durar para siempre, y terminó sin haber tenido un inicio en realidad, sólo una pausa, tal vez no un punto sino una coma, no fue el canto de un gallo si no el aleteo de una lechuza, el resplandor lejano de una estrella y la lenta e inconstante carcajada del marino que se despide de su familia y jamás vuelve a casa.

Y así dijimos adiós, sin haberlo pronunciado en realidad, tal vez por miedo a dejar sentimientos de por medio, tal vez porque las piezas de aquella obra estaban rotas desde el principio y sólo eran un desastre intentando unirse unas a otras, tal vez lo fuimos.

Tú lo sabes, aunque yo no quiera que lo sepas, llevas algo de mí contigo.

Estaba destinado a ser de esta manera e hicimos lo correcto para serles fieles. Ni a ti ni a mí, a ellos, a los que observaban nuestros corazones palpitar entusiasmados, y sin embargo no hay aplausos cuando se cierra el telón.

Supongo que esperaban un "felices para siempre" y nos lo hemos negado de nuevo, pero comprende que no puedo darte lo que anhelas si no has aprendido a amar y aún temo salir lastimado.

Y escapamos victoriosos de nuestras felicidades utópicas, nos reservamos nuestro derecho a callar y cerramos de un portazo, sin darnos la oportunidad de despedirnos y ¡Oh, es cierto!

Aún recordaba aquello que dijiste cuando cruzamos miradas durante una tarde en el río.

- Tememos decir más de la cuenta y aniquilamos el verdadero sentido de la vida, vivirla, vivirla hasta quemarnos. -sentenciaste, y nuestros labios se unieron en un beso.

Aquel fue el último que se sintió real, dejamos de vivir cuando comenzamos a pensarlo. Y yo que había nacido pensando había perdido mi corazón en alguna parte... y fui a encontrarlo en tus manos, dónde me di cuenta de que no era el lugar correcto y nunca lo sería.








Fin.

cuando decimos adiós.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora