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Capítulo 09







Siempre sucede que en el momento más colorido de nuestras vidas; comienza a llover.

Puede que se tratase de una prueba divina, una señal del destino de que debía tomar las cosas con mas calma y centrarme más en mí. Sin embargo, cuando uno es joven y el huracán de hormonas y emociones arrasan con la cordura y la racionalidad, todo tiene prioridad menos lo que en realidad define el futuro.

Las semanas habían continuado su curso y si bien nosotros nos habíamos acercado unos cuantos centímetros más, las cosas eran similares, ninguno le confesó nada trascendental al otro, fue entonces cuando por primera vez sentí que sólo las miradas no era capaces de transmitir todo lo que un lenguaje desarrollado a través de siglos de evolución podía.

Pero en aquel momento, aunque tú eras en quien pensaba la mayoría del tiempo, también me vi obligado a pagar el precio de mis distracciones.

Porque un Finnegan jamás huye de hacerle frente a los hechos, citando a mi padre.

- ¿Qué tal van los estudios, nou? -me preguntó el hombre de rasgos levemente judíos al que tenía el placer de llamar padre.

- Están bien, le he enseñado mucho a Philip, aprende rápido. -respondí emocionado.

Mi padre entornó lo ojos, hizo un gesto de cansancio ya que al parecer le tenía harto con tanto "Philip esto" y "Philip lo otro".

- Nou, tus estudios, ¿cómo vas con eso? Sé que estás ocupado haciéndonos este favor... -suspiró y entrelazó las puntas de sus dedos descansando las manos en su regazo, un gesto de concentración y superioridad que hacía siempre que iba a corregirme. - Los exámenes para la Técnica de California son en menos de lo que canta un gallo, por favor, no estoy dudando de tu intelecto, pero has de admitir que últimamente no has agarrado ningún libro de Física o Astronomía. ¿Acaso ya no deseas seguir esa carrera? Si es así dí-

- No, papá. -lo interrumpí.- Aún lo anhelo, es sólo que...-desvié la mirada, aceptando en lo profundo de mi corazón que Philip era la causa. - Está bien, me aplicaré más.

- Benedict -me llamó por mi nombre, a lo que levanté la vista, estupefacto. - Las amistades son un tesoro, los seres humanos no estamos hechos para estar solos, es por eso que me alegro por ti, hijo. El hijo de Lidia le ha dado un brillo especial a tu mirada, pero no dejes que el brillo te ciegue.

Mi corazón se removió en mi pecho, incómodo, mis dedos se contrajeron formando puños en ambas manos, y la sangre me cosquilleó por las venas. No quería mirarle, sentía que si lo hacía volvería a tener cinco años y nunca antes me había sentido tan libre.

A la vez me avergonzaba desobedecerle a mi padre, ignorar sus consejos porque comprendía, aunque intentase negarlo, que él sabía lo que era mejor para mí.

No dejar que aquel brillo me cegara significaba entrar un poco en la oscuridad, donde todo busca más oscuridad, y todo es más solitario. Ahora que había probado el fruto prohibido de la compañía, estaba dispuesto a ser expulsado de aquel Edén.
Si debía estar más tiempo solo, dedicado a estudiar las leyes que rigen los movimientos y los astros que habitan los inconmensurables e inhóspitos rincones del cosmos, no deseaba hacerlo.

cuando decimos adiós.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora