Epílogo

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10 años después




Crucé la acera de Gremor, sosteniendo en mis manos un libro muy pequeño de bolsillo, en la otra una botella de Lambrusco, me tambaleé hacia la esquina sobre los adoquines.

En un extremo de la cuadra te divisé sosteniendo la mano de una hermosa mujer y en la otra la de una niña muy pequeña, ambas de cabello dorado como el oro, sonreí al ver que no habías cambiado en lo absoluto.

Grité muy alto, tan alto como pude, derramando dos o tres lágrimas que rodaron sobre mi traje negro.

- ¡Adiós! - froté mis ojos con mi muñeca, lastimándome un poco con mi reloj de cadena.

Y doblaste hacia el bosque sin verme, y yo miré la luna toda la noche, dándome cuenta del pasar de los años, y de que seguramente mi padre no habría estado feliz al saber que me había embriagado en su funeral.

Le di otro trago al Lambrusco, esta vez con desgano, me encogí debido al frío y respiré hondo.

Esta vez las cosas habían acabado un poco.

cuando decimos adiós.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora