》Capítulo 07
Y fue tan repentino que ni yo me había dado cuenta para cuando ocurrió.
Déjame sentirte, soñarte, quiero y necesito estar contigo ahora.
Tal vez si voy demasiado dentro en el bosque me pierda, tal vez consiga encontrarte antes que tú a mí, antes que todo.Me mirabas y mi mundo se estremecía, quería mostrarte lo mejor de mí y esconder mis defectos, aún sin conocer lo inherentes que estos eran a lo que amabas de mí.
- ¿Qué le pasó a tu rodilla? -me preguntaste.
Con timidez cubrí mis raspones y banditas.
- Me caí...-respondí- de la bicicleta...
- Auch -te quejaste- se ve doloroso, ¿cómo pasó?
- Había una raíz en el camino... Estaba muy distraído.
Me sonrojé levemente, sabía que no quedarías satisfecho sólo con decirte que estaba distraído, yo no era una persona distraída, pensaba mucho y parecía pensativo la mayoría del tiempo, pero no era torpe al andar. Sin embargo, pensaba en ti cuando pasó, y muy en el fondo, estaba seguro de que tú contabas con ello.
- ¿Lloraste?
- ¿Qué? Claro que no. -refunfuñé.
Reíste ante mi reacción.
- ¿Y qué si lo hubiera hecho? -añadí.
- Nada. Que serías muy valiente al demostrar lo que sientes... - y tus palabras parecían ocultar muchos significados. - Cuando yo era un niño, jamás tuve la oportunidad de llorar, llegaba a casa con raspones y mamá casi nunca lo notaba, no quería preocuparla, así que guardaba silencio. Aunque... Si mal no recuerdo, tampoco tenía muchos accidentes, pero creo que debí haberle dicho que me dolía en aquel entonces, tenía miedo de que a ella le doliera más que a mí, ahora soy grande y no puedo llorar esperando que ella me abrace y me consuele... Hay cosas que deben pasar en determinado tiempo, y yo las dejé pasar.
Sonreí débilmente y apoyé mi cabeza en tu hombro.- Eres la persona más considerada que he conocido, es más, eres más considerado que tía Auriel... y eso, eso ya es demasiado.
Me rodeaste con tu brazo por los hombros y sentí la calidez de todas tus palabras.
- Ay... -suspiraste- Benedict, quiero aprender sobre los seres humanos, creo que a pesar de que existan el espacio y las estrellas, los números, los átomos y la materia, ninguno se compara a lo complicados que somos nosotros.
- Tienes razón -asentí- Tenemos al misterio más grande del universo frente a nosotros y aún así ignoramos la posibilidad de explorarlo.
- Entonces ayúdame -pediste- Quiero encontrar quién soy en realidad, ¿crees que puedas ayudarme en esta búsqueda? No. Claro que puedes, eres el niño genio más único del planeta -corregiste- Ben, ayúdame a encontrarme y prometo que te encontraré a ti también.
Cuando yo me mostraba cohibidamente al mundo, tú me encontrabas.
- Lo haré -respondí firmemente- después de todo, me pagan por enseñarte el camino. -aunque tú me guiabas a mí.
Sonreíste auténticamente y me sacudiste de lado a lado emocionado. Te pusiste de pie y encendiste tu linterna, a la vez que me pedías que apagara la fogata o lo que quedaba de ella.
- Esta noche está llena de estrellas, Ben -señalaste a un costado del río.
Juntos observamos el firmamento, esta vez el uno al lado del otro, recordé la noche del día antes de conocerte.
El pensamiento que tuve y como aquel día, cual un deja vú, se hacía real.
Nuestra historia parecía haber sido dibujada meticulosamente por un trágico artista melancólico, que exento de sus utencilios básicos, logró esbozar lo que pudo haber sido el paisaje más hermoso, pero acabó en los tristes trazos de un bosque de pinos... Uno en el lugar más remoto de la Tierra, uno al que el tiempo le dio la espalda en todos los sentidos y tú y yo, sólo pudimos mirarnos a los ojos.
Me llevaste a casa en la oscura noche, el camino era tan estrecho que nuestras manos se rozaban, sentía mi corazón estallar y pensar en que tal vez podrías oírlo sólo empeoraba las cosas. Me miraste de reojo y tomaste mi mano, no te alejes, susurraste cerca de mí.
Podía sorprenderme detallando tu perfil con los rayos de luz de tu linterna, si bajaba la mirada me topaba con nuestras manos entrelazadas y me ponía a dibujar tus nudillos en mi memoria, incluso al cerrar los ojos para no ver nada, podía sentirte.
- ¿Qué comida detestas? -preguntaste.
- El queso -hice una mueca de asco.
- ¿En serio? -reíste- A mi me gusta mucho.
Iugh.
- ¿Y qué es lo que más te gusta?
- Hhm... -pensé- Las galletas de chispas de chocolate.
Tu rostro pareció emocionado en la oscuridad. Me daba la impresión de que así lucías cuando planeabas algo o cuando tu mente se llenaba de ideas.
- Son muy buenas -acordaste al cabo. Aunque continuaste pensando y tu agarre en mi mano se hizo más fuerte.
No quería que la noche acabase, deseaba que mi casa se hubiese movido lejos, hasta jamás encontrarla. Y me hallé a mí mismo caminando por el mundo de las emociones, el mundo de las personas de mi edad, sabía que tú lo provocabas y en lugar de desagradarme, estaba fascinado.
- Llegamos -dijiste y yo abrí los ojos como si acabara de despertar en un lugar que no era mi habitación.
- Uhm...- me quejé inconscientemente.
Soltaste una suave risa y me dijiste:
-Vendré mañana temprano.
Curvé mis labios.
- Entonces, hasta mañana.
- Hasta mañana -soltaste mi mano y todo mi sistema cardiovascular pareció fallar, ¿cómo podía doler tanto, aún si te vería al día siguiente?
Yo conocía aquella sensación, el miedo a que a pesar de prometer la reunión futura, el destino y la providencia escribiesen otros planes y que tú y yo tuviesemos una fecha predeterminada en la cual las cosas se acabarían y nunca jamás observaríamos el mismo cielo, el uno junto al otro.
Sin embargo, había algo místico que tu partida provocaba en mí, la expectativa de que el mañana estaría lleno de sorpresas, grandes y pequeñas, qué te enseñaría la próxima vez, qué pieza de tu rompecabezas me cederías...
Y descubrí que las noches eran ocasiones especiales para sentirse amado.
.
.
.
Hey! Pronto les prometo que estos dos van a estar bajo un árbol haciéndolo estoico contra un tronco. ewe
Bye,
N.
"Él puede contener las ganas de huir, nunca hay besos sólo puntos de partida."
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cuando decimos adiós.
RomanceBenedict tiene el don de la sabiduría, siempre ha podido comprenderlo todo con rapidez y habilidad, no es de extrañar que su vida cambie fugazmente cuando ante él, la sonrisa del misterio más grande del universo, lo haga olvidar hasta su nombre y ap...