-Hola, enana.
La voz de Levi logró que elevara la vista de mi libro y le dedicara una nerviosa sonrisa fugaz. Su cabello estaba húmedo por el sudor después de su entrenamiento en el gimnasio y se le adhería a la frente, lo que lo hacía lucir mejor. Levi acalorado era todo un espectáculo digno de ver.
Mordí mi labio inferior cuando este pensamiento vino a mi mente y me regañé a mi misma por estar rompiendo la promesa que me había echo esa misma mañana.
《Nada de pensar en Levi.》
Bueno, era más complicado de lo que puedan imaginar.
-Hey -Saludé casual, tratando de sonar lo más indiferente posible y fallando miserablemente. Solo yo podía transmitir tanto amor en una mísera palabra y él lo sabía; su sonrisa conocedora me lo decía.
-¿Que haces? -Preguntó acercándose al sofá donde me encontraba sentada y depositando un casto beso en mi cabeza. Suspiré por que siguiera teniendo esos gestos tan dulces conmigo aún sabiendo lo enamorada que estaba de él.
Si, así como digo. Levi era total y completamente consciente de que lo amaba y no sólo como mi mejor amigo. ¿Lo peor? Seguía siendo igual de dulce, si no era más que antes de enterarse.
Y luego los hombres se quejaban de ilusionarnos nosotras solas.
Eleve mi libro al aire para que lo viera y volvi a depositarlo en mi regazo sin mucho cuidado.
- Estudiando para historia. Mañana tengo examen. -le informé. Mordí mi labio al escuchar lo borde que había sonado y me encogí interiormente.
A veces el mal humor sólo brotaba de mi. Lo malo era cuando alcanzaba a Levi, entonces podía ver cómo parpadeaba un par de veces tratando de minimizar el impacto de mis palabras. Sonreía de medio lado, como siempre, solo que sin su típico buen humor; una pizca de dolor destellaba en sus ojos.
así como él me afectaba, yo también podía afectarlo a él.
—Oh, bueno. —Caminó hasta la cocina y lo escuché servirse un vaso de agua. El silencio se hizo espeso entre nosotros y supe que debía disculparme cuando volviera a mi lado. El estrés de los últimos días de clases me estaba afectando demasiado—. ¿Entonces supongo que no me acompañarás a la fiesta esta noche? —quiso saber más alegre. Envidiaba su capacidad de cambiar tan drásticamente de humor.
Escuché sus pisadas acercándose a mí y traté de aparentar que mi corazón no estaba acelerado y que la culpa no seguía haciendo estragos en mi interior. Fingí pensar por un momento en su pregunta y luego sacudí la cabeza en una negativa.
—Nop.
Dejó escapar un suspiro resignado.
—¿Y si prometo que no estaré con nadie más que contigo? ¿Entonces sí considerarías acompañarme? —inquirió en un murmullo casi inaudible. En esa ocasión de verdad me lo planteé.
Ir a una fiesta con Levi significaba verlo enrollarse con alguna chica y él sabía lo mucho que me dolía aquello. Yo sola, de pie con el mismo vaso de cerveza durante todo el tiempo; él por ahí con sus demás amigos o con alguna chica colgando de su brazo.
Por más que me decía a mí misma que no debía importarme tanto, lo hacía. Aunque, pensándolo bien, no recordaba que últimamente hubiera estado trayendo mujeres a casa. Pero de todos modos dolía.
Cierto, sabía que para él ellas no significaban nada demasiado importante, que yo era más para Levi que todas las demás mujeres juntas, pero eso a mí no me bastaba. No es que fuera un mujeriego empedernido, pero igual tenía su cantidad justa de ligues —aunque últimamente no hubiera visto ninguna colgada de su brazo—, mientras que yo seguía siendo una novata en el ámbito del contacto con el sexo opuesto.
