Llegué a la casa de mi infancia y abrí la puerta sin tocar. Todavía la seguía sintiendo como mi hogar, así que no vi la necesidad de avisar mi llegada antes de haber entrado siquiera. Me paré justo en el centro de la vacía sala de estar y fruncí el ceño al darme cuenta de que no parecía haber nadie. ¿Entonces para qué me había pedido mi mamá que fuera a visitarla?
Dejé mi bolso sobre el respaldo del sillón y bufé despacito. Ahora tendría que volver al departamento y revisar mi correo a ver si ya había llegado mi calificación final. Con un suspiro, giré para encaminarme a la cocina por algo de beber, cuando escuché las risas que provenían del comedor. Me acerqué en silencio y me asomé por la puerta entreabierta. Mis padres, Elise y su madre estaban comiendo y charlando, mientras que Luke, el hermano menor de Elise, parecía jugar muy entusiasmado con su celular.
Toqué la puerta con delicadeza para avisar de mi presencia, no quería quedarme ahí como si estuviera espiando, y poco a poco fueron bajando la voz y giraron sus rostros para verme de pie en el umbral.
—Hola —saludé con una pequeña sonrisa y una elevación de la mano. Mi padre sonrió con dulzura al verme y se puso de pie para venir a abrazarme.
—Hola, mi vida. ¿Hoy vienes sola? —quiso saber. Echó un vistazo detrás de mí y frunció el ceño al ver que nadie más me acompañaba.
—Sí —dije soltando una risa. Planté un beso en su mejilla y fui a saludar a los demás sin explicarme más.
Sabía que le extrañaba el que no viniera con Lev o Vick, pero esta vez había querido venir sola. Mi humor era algo extraño estos últimos días y lo último que quería era ver cómo mis amigos me tenían lástima por la tensa relación que llevaba con mi madre. Lástima, compasión... No me gustaba para nada.
Mi tía Anna se puso de pie cuando me acerqué y me dio un fuerte abrazo diciendo lo mucho que había crecido ya.
—Estás hermosa, igualita a tu madre. —¿Y el novio? —preguntó. Evité poner los ojos en blanco y reí nerviosa.
—No hay novio, tía.
Se separó de mí y pude ver algo de sincera sorpresa en su rostro.
—¿Y el chico que te acompaña a veces?
—Es su mejor amigo —dijo Elise detrás de ella—. Levi.
Escuché el suspiro soñador que dejó escapar y entonces no pude evitar rodar los ojos. Mi tía me vio hacerlo y rio bajito.
—Es mi compañero de piso —aclaré—, y sí, mi mejor amigo también. Nada más.
Mi tía hizo un gemido ahogado y chasqueó la lengua con desaprobación.
—Si quisieras ya lo tendrías comiendo de tu mano. —Elise bufó divertida y yo traté de ignorarla—. Ya sabes cómo es tu prima —susurró—, pero no dejes que te haga creer lo contrario; si tú lo quieres para ti, puedes tenerlo. —Me guiñó un ojo socarrona y le agradecí en silencio por su ánimo. A pesar de ser su madre, parecía tener más fe y confianza en mí; elogiaba todo lo que hacía bien y disculpaba mis errores con facilidad, cosa que mi propia madre no hacía.
Apretó mi hombro en un gesto de ánimo y volvió a tomar asiento junto a su hermana, quien no perdió tiempo en seguir platicando y no se molestó en saludarme siquiera. Me acerqué a ella y besé su frente. Mi mamá nunca hacía amago de devolverme el gesto.
—Hola, má.
Ni siquiera esperé a que respondiera mi saludo para alejarme. Revolví el cabello de Luke y besé en la mejilla a Elise, quien rápidamente me hizo sentarme a su lado y comenzó a contarme sobre su nuevo novio, algún tipo sexy con dinero.