D O S

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—¿Todavía no acepta que te ha amado en secreto todos estos años? —preguntó Vick mientras terminaba de lavar las tazas de café que habíamos usado.

Bufé al escucharla y sacudí la cabeza a pesar de que no podía verme.

Había llegado a su casa unas horas atrás y traté de evitar hablar sobre Levi. De verdad, evité hablar de ello por todos los medios, pero fue inútil. Siempre que Vick y yo nos reuníamos, misteriosamente terminábamos hablando sobre él, incluso en contra de mi voluntad.

Bueno, no era que me molestara hablar de Levi, solo que mi amiga parecía tener la misión personal de lograr que se enamorara de mí. Como si eso fuera posible.

Decía que era obvio que entre nosotros pasaba algo, que había algo más allá de la amistad, y sí, lo era, pero aquel sentimiento era unilateral y eso era lo que mi amiga no quería aceptar.

—Eso no va a pasar, Vick, deberías aceptarlo de una vez —dije en voz baja con la vista fija en la mesa. Yo también debía aceptarlo ya.

Comencé a juguetear con mis dedos y escuché el suspiro de Vick; ese que presagiaba una perorata llena de compasión. La miré con ojos entrecerrados antes de que pudiera decir nada y ella pareció pensar mejor en sus palabras.

—Algún día abrirá los ojos y se dará cuenta. Ahora solo está un poco ciego, Luce, pero dale tiempo —murmuró. Ahora fue mi turno de suspirar.

Quise decirle que estaba equivocada por completo, pero me abstuve de hacerlo. Mi amiga sabía que mi enamoramiento por Levi era algo serio y que no iba a desaparecer; no era como si tuviera opción en lo de darle tiempo. Si él milagrosamente un día se levantaba diciendo amarme, yo seguramente todavía estaría ahí para él.

Triste, ¿no? A veces Vick decía que debía empezar a salir con más chicos, pero yo no creía que un clavo sacara otro clavo y era por eso que no quería tener citas. No sería justo para cualquier chico que yo estuviera con él cuando mi corazón le pertenecía a otro hombre; uno que era muy consciente de que suspiraba por él.

—Ya no quiero hablar de eso —expresé riendo. La otra opción era empezar a sentir lástima por mí misma y no era un camino por el que quisiera ir.

Escuché el agua fluyendo cortarse y supe que había terminado de limpiar, lo cual no me gustaba porque significaba que toda su atención estaría fija en mí.

Exhalé bajito, resignada.

—Bien, entonces cuéntame algo —pidió. Alcanzó un trapo para secar sus manos y se dio la vuelta para verme. Estaba ahí de pie recargada en el borde del lavabo, mirándome con sus ojos llenos de empatía y yo tuve que desviar la mirada.

Por lo menos ya no iba a insistir con el tema Levette.

Sí, incluso nos shippeaba y tenía un nombre para nuestra «pareja».

—No sé. Fui con mi mamá hace unas semanas —le informé. Vick resopló al escuchar que mencionaba a mi mamá y sonreí un poco ante eso.

—¿Qué tal fue? —preguntó, aunque en verdad no debía hacerlo; ya sabía la respuesta.

—Un desastre total —admití.

—¿De nuevo con sus quejas?

—Ya sabes cómo es —dije encogiéndome de hombros.

Mi mamá era esa mujer perfeccionista que nunca estaba conforme con nada. Siendo yo su única hija había tenido expectativas muy altas para mí, y a pesar de que siempre había querido complacerla, nunca pude lograrlo. La defraudaba una y otra y otra vez y era cansado siempre recibir esa mirada desilusionada.
¿Saben lo frustrante que es nunca ser lo suficientemente buena? Saber que, hagas lo que hagas, terminarás decepcionando a tus padres de un modo u otro.

Siempre Fuiste Tu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora