S I R I O

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Ukraine, Kiev.

Arrastro mis maletas mientras suspiro el cálido aire de Kiev. Aun sin poder creer qué estoy acá.
Me adentro a las enormes puertas del hotel, en el qué me quedare estos dos días, muestro mis credenciales en recepción y me dan mi tarjeta de habitación.

—¿Alhena?—escucho a mis espaldas hablar.

Volteo encontrándome con dos jovenes. —¿Maria y Adriana?

—Nosotras mismas—dice una de las morochas.

—Adriana—señala a la que habló. —Y yo, Maria.

Me acerco a ellas para saludarlas. —Un gusto, chicas.

—Estabamos esperándote. Pensabamos pasear, ¿vienes?—pregunto Adriana sonriente.

—Dejo la maleta en la habitación y vamos—les dijo conduciéndome hacia el pasillo.

Cuando logró llegar a mi habitación y abro la puerta, me encuentro con un ramo de flores y una caja.

Tomo la pequeña tarjeta qué arriba de la caja y sonrío al leerla.

Para la novia más hermosa del mundo mundial. Espero qué me apoyes en el partido y me des algo de suerte, estrellita. Te quiere, Marco.

Sonrío mientras deposito su camiseta nuevamente en la caja y agarro las flores conduciendolas a una mesita qué hay en la orilla.

—Ya estoy lista—comento agarrando la mochila y montandomela, yendo hacia las españolas.

(...)

Paseamos por Kiev durante horas, nos sacamos un montón de fotos, compramos algunas cosas, visitamos museos, etc. Era una de las ciudades más lindas qué visité.
Quedamos con las chicas ir a cenar a un restaurante qué estaba a una cuadra de nuestro hotel, así qué habiamos vuelto a muestras habitaciones para descansar y cambiarnos.

Aproveche para bañarme y ponerme ropa cómoda, desempacar las cosas qué necesitaba y acostarme.

Decidí haber videollamada a Marco, para saber cómo estaba. Mañana era él gran partido y no nos ibamos a ver hasta mañana en la tarde.

—Hola novio—le saludé mientras veía su perfecto rostro.

—Hola novia—dijo sonriendo.

—No sabia qué ahora era oficial. De hecho nunca me lo pediste.

—¿Debía hacerlo?—preguntó.

—Eso es lo qué normalmente las parejas hacen, creo.

—Supongo qué no somos normales, entonces.

Reí ante su comentario.

—¿Que tal la llegada?—dijo.

—Genial, el hotel es hermoso, no tenías que pagarme la estadía—reproche.

—Si, debía hacerlo.

Lo veo mirar a su lado. Escucho cómo algunos de sus compañeros le saludan y sonrió al escuchar la voz de Borja.

—¡Pero si es mi vecina!—chilló al verme.

—Hola, Borjita.

Murmura algo a sus compañeros y lo observa levantarse, camina hacia algún lado y cierra la puerta.

—¿Te has encerrado en él baño?—le preguntó riendo.

Asiente. —Ahora, quitate la ropa.

Sus palabras suenan como un chiste, enseguida suelto una carcajada sonora.

—¡Eres un cerdo!

—Te extraño.

—Mañana nos vamos a ver.

—Pero hace tres días ya—dice haciendo puchero.

—Tú solo encargate del partido, ¿okay? Recuerda, gana la copa o no me vuelves a ver—comento recordando las palabras de mi padre.

—Dalo por hecho.

—Te dejo, Marco. Saldré a cenar con las chicas y se me hace tarde—le dijo.

—Vale, amor. Nos vemos, disfruta.

—Mañana te llamo, guapo—le lanzo un beso y sonríe.

Saluda con su mano y corta. Tiro mi celular y suspiro.

Me levanto de la cama y me dispongo a elegir qué me pondré para la cena.

A L H E N A || Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora