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capítulo doceTHE DRUNK INTRUDER- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

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capítulo doce
THE DRUNK INTRUDER
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Pasamos miradas entre todos, cada uno más nervioso que el otro. Pero Max parecía ser la más convencida en que su hermanastro no era de buenas intenciones, y yo pensaba lo mismo.

—Es mi hermano—habló la pelirroja sin despegar ojo de la ventana—. No puede saber que estoy aquí. Me mataría. Nos mataría.

Guardamos silencio, hasta escuchar la puerta del coche azotarse con fuerza.
Comencé a caminar hasta la puerta con seguridad pero en el intento, Steve se interpuso en el camino.

—Debo hacerlo—protesté al no poder pasar por su lado. Pero él estaba rotundamente negativo a esto, tal cual sucedía con el plan.

—Que lástima, porque no saldrás—respondió encogiéndose de hombros—. Iré yo y ese idiota no pondrá ni un pie aquí dentro.

—Bien—suspiré en forma de rendimiento—. Ve por él, niñera ruda.

Asintió pasando una mano por su cabello, antes de pedir que no nos acercáramos a la ventana mientras él apartaba del camino a Billy. Y aunque debíamos obedecer, la intriga nos mataba y queríamos ver lo que sucedía entre esos dos.

Steve caminaba sin dejar en sospecha sus nervios mientras que Billy, mantenía entre sus labios un cigarrillo que desde lejos podía distinguirse la punta naranja y brillante; algo que no me sorprendió.
Hablaban tranquilamente pero tratándose de Billy los comentarios sarcásticos no podían faltar.
Y no fueron largos minutos hasta que los ojos del rubio se conectaron con los de nosotros.

—¡Mierda!—chilló Dustin hundiéndose en el sillón como todos los demás. Eso tuvimos que hacer desde el principio pero la curiosidad nos jugó en vano—. ¿Nos habrá visto?

—Dime algo que no sea tan obvio—refunfuñó Mike mientras sus ojos se ponían en blanco.

—¿Quieres que te lo diga porque te juro que...?

—Ustedes dos, ya basta—regañé—. Guarden silencio.

No pasaron ni cinco segundos luego de mi comentario y la puerta ya se había abierto con toda la fuerza posible, causando que el viento nos invadiera a cada uno de forma brutal y que frente a nosotros se encontrará la esbelta figura de Billy.

—Vaya, vaya.

Salimos del escondite y lo enfrente, dejando a los niños detrás mío como si así pudiera protegerlos.

—¿Qué demonios haces aquí?—preguntó sin un toque de amabilidad y acercándose demasiado.

—Vete.

Río sacudiendo su cabeza y al tenerlo a escasos centímetros distinguí el olor a licor barato que destilaba con solo su presencia.
Pasó por mi lado y cuando lo sostuve del brazo para que no se acercara a los niños logró soltarse de mi agarre sin hacer mucho esfuerzo.

PURE | Billy HargroveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora