Capítulo 03: Mariposa.

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M A R I P O S A


El frío mañanero abrazaba el cuerpo del joven Donovan causandole un par de escalofríos, obligándole a sumergirse aún más en su chaqueta, sin embargo, no detuvo su andar.

Caminaba a pasos apresurados, pero firmes y decididos. Pisoteaba con fuerza los pequeños charcos que se acumulaban en el asfalto, a lo que en consecuencia el agua salpicaba todo a su alrededor. Se encontraba con el ceño fruncido, se pasaba una y otra vez las manos por el cabello, alborotando su cabellera azabache, totalmente frustrado.

Minutos atrás, luego de una larga discusión interna. Donovan decidió salir más temprano que de costumbre. Sabía que su padre lo despertaba con gritos y golpes por lo que se dio un baño y se vistió una hora antes de lo que estaba acostumbrado. Tenía que soportar el hecho de que al poner un pie dentro de la universidad, miles de ojos estaría clavados en su persona. Más hematomas en su cuerpo y rostro era lo menos que quería ahora.

—Benditos sean los analgésicos —había alagado notando como su mejilla ya no estaba inflamada, solo se notaba su labio roto—. Esto dejará una cicatriz —murmuró pasando la yema de sus dedos por su labio, rozando delicadamente el área.

Dio una mirada fugaz a su propio rostro  —reflejado en el espejo— y frunció el ceño tras percatarse de algo, sus ojos se encontraban hinchados y con una ligera coloración rojiza. Apretó los labios, formando una fina línea, no debió haber llorado la noche anterior. Soltó un par de blasfemias en voz alta e impactó su puño contra el lavamanos.

Algo que odiaba era ser débil, siempre se esforzaba en ignorar el dolor que se formaba en su pecho y actuar como una persona sin sentimiento alguno, como un ser sin corazón. Y de hecho, así se sentía. Pero lo que ponía aún más colérico era que se notará su dolor, su propio tormento.

Gruñó con pesadez y con mal humor mañanero emprendió viaje hasta la universidad, pisoteando cada charco de agua que se aparecía en su campo de visión, buscando una forma de desahogo cargando su furia sobre lo que se imponía en su camino. Así continuó hasta llegar a un enorme campus universitario, repleto de adolescentes listos para iniciar clases.

Chicos y chicas esparcidos por todo el campus, charlando, corriendo, leyendo, contando chistes, algunos incluso se encontraban besándose y compartiendo saliva.

Algunos curiosos ya tenían los ojos puestos en él. No pudo evitar tragar en seco al sentirse tan observado por lo que caminó con la cabeza baja y torció el gesto, convirtiéndose en el tipo insensible, pues así lo caracterizaban todos. Se cubrió con la capucha de su chaqueta y entró con el objetivo de ingresar al inmenso edificio y digirse directamente a su facultad mientras zigzageaba entre los alumnos.

Cosa que no pudo lograr.

A tan sólo unos cuantos pasos de llegar, unos miserables pasos, unos insignificantes metros que parecían ser kilómetros, a esa mínima distancia de la puerta de su salón de clases un brazo rodeó su cuello, frenando su avance. El joven rodó los ojos y frunció el ceño tras oir una risilla peculiar. Se deshizo del agarre y se cruzó de brazos.

—¡Llegas temprano! ¿A qué se debe este milagro? —preguntó una voz bastante carismática.

—No estoy para bromas, Fernando.

Donovan giró sobre sus talones, encontrándose con un sonriente joven moreno que lo observaba con diversión. Aquella sonrisa que se esfumó en segundos luego de escanear el rostro de su compañero. No pudo evitar torcer en gesto y mirar a su amigo con curiosidad.

—¿Qué diablos te sucedió en el rostro?

—Nada —respondió Donovan con desgana, desviando la mirada de los ojos pardo del joven.

Pasados OscurosWhere stories live. Discover now