La Aceptación

185 29 6
                                    

Para ser un buen Gay, primero hay que aceptar ser Gay.

El año terminó y yo logre convencer a mis padres que me cambiarán de escuela, a una que este al otro lado de la ciudad.

Al paso de las semanas mi padre y yo nos dimos la tarea de buscar escuelas, de entre todas las opciones, un colegio, ubicado casi a la salida de la ciudad, se ganó la confianza de mi padre, y a mí en lo particular, en mi visita logre ver que en esa escuela, las mujeres hermosas abundaban como abejas en un panal. Justo lo que buscaba. La inscripción no fue tan difícil, ni siquiera tuve que presentar examen de admisión, en unos días ya era parte del alumnado de esa escuela.

Las vacaciones de Verano terminaron, y con ellos llego el preciado y odiado por muchos primer día de clases. Me levanté temprano, 5:30 am, salí de mi casa como a las 6:20 am, tome los camiones que necesite para llegar a mi nuevo colegio. Al llegar, me paré frente a la entrada, tome aire, está consciente que tendría que empezar de nuevo, nadie me conocía, así que podía formar una nueva identidad, que podría salir mal, cruce la entrada y una de las docentes me esperaba a unos cuantos metros.

— ¿De nuevo ingreso?— me cuestionó.

Asentí con la cabeza.

— ¿En qué año ingresas?

—Tercer semestre de Preparatoria

—Muy bien, segundo edificio, tercer piso, busca tu nombre en las listas de los salones—

—Gracias — me retiré y seguí hacía la dirección que me habían dicho.

Cruce los largos jardines de la escuela, la cafetería se encontraba en medio de los dos edificios, habían mesas tanto adentro como afuera, las de afuera tenían una sombrilla en el centro, y las sillas estaba acolchonadas, era como un de esas cafeterías que vez en las películas, llegue al edificio, subí los pisos que me indicaron, busqué mi nombre en las listas. No tuve que buscar mucho, pues en el primer salón estaba mi nombre.

Entre al salón, un chico que se encontraba sentado junto a la puerta se me quedó observando, trate de no prestarle atención, escaneé el salón tratando de encontrar un lugar, en una de las esquinas se encontraba un grupo de chicas, reunidas en un círculo contaban sus aventuras de las vacaciones, frente a ellas habían dos lugares disponibles, eran perfectos, ni tan lejos pero tampoco tan cerca del maestro. Tome asiento, las chicas se percataron de mi presencia y me observaron cómo tomaba mi lugar, los nervios empezaron a consumirme, trate de disimularlos, en un rato las chicas continuaron con su charla.

Debieron de pasar como unos 15 minutos después, 15 minutos que se me hicieron eternos. Observé mi nuevo grupo, nada diferente al anterior, los hombres con los hombres y las chicas con las chicas, cada quien es un grupo diferente, la única excepción una pareja que se encontraba en una esquina del salón, dándose de besos e intercambiando sonrisas, unas 3 personas más que se encontraban igual que yo, esperando a que comience la clase, era un grupo chico, 18 personas contándome.

Finalmente el Maestro hizo su aparición, un maestro con ya unos años encima, llevaba puesta una Guayabera verde, un pantalón color arena, zapatos cafés, lentes de fondo de botella, y un peinado al estilo científico loco. Cruzó el portal del salón, en seguida los dos grupos se disolvieron y se sentaron en sus respectivos lugares, la pareja se separó y pusieron cara de "aquí no pasó nada", el Maestro llevaba consigo un maletín café, lo puso sobre el escritorio, jalo la silla hacia el centro, en frente del pizarrón, se sentó, cruzó un pie sobre el otro, el salón permanecía callado, yo sólo observaba al peculiar profesor, él se acarició la barbilla, arrugó los labios y entonces dijo »Muy bien, como me tocó ser el primer maestro, tengo que hacer lo de las presentaciones, así que hagamos esto rápido, Mi nombre es Armando y seré su profesor de Ciencias, ahora los de nuevo ingreso de pie por favor«

Yael/Yael ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora