Ryuuichi Kashima no está muy seguro de sus sentimientos hacia Hayato Kamitani, por lo que se ve obligado a entenderlo por sí mismo. Ryuuichi sabe que Hayato gusta de él y después de un simple beso de prueba Kamitani unificó su relación como pareja...
—Fue un día tan agotador que Taka y Koutaro se han quedado profundamente dormidos —dije, mirando a Koutaro descansando en mis brazos.
Kamitani le echó un vistazo a Taka y luego al cielo.
—También fue agotador para nosotros —agregué.
—Lo dices por Inomata, ¿no es así?
—La abuela nos despierta a las seis de la mañana y la escuela nunca ha sido un problema para mí. Creo que el caso con Inomata hizo la diferencia.
—Continuaras insistiendo.
—Tal vez ya le quedó claro, pero debó decírselo.
Kamitani guardó silencio, supe entonces que el tema lo molestaba sin importar cuantas veces intente explicárselo. Se había cansado de escuchar el nombre de Inomata.
Nos detuvimos en la calle que dividía el camino a nuestros hogares y nos fuimos a sentar en una banca cercas de ahí. El sol se ocultaba rápido, recordándome a cada minuto la pronta despedida, y eso sólo me causaba malestar. Realmente no quiero separarme de Kamitani.
Cuando nos conocimos solíamos charlar un par de minutos antes de partir, platicas sin importancia o alguna anécdota de nuestros pequeños hermanos. En ese tiempo no me imaginé que algún día estaría añorando esos días. Hoy los recuerdo y quisiera que fueran infinitos. Me gusta pasar tiempo con Kamitani, me gusta Kamitani, y lo empiezo a extrañar incluso antes de separarnos.
—¿Tengo algo en la cara, Ryuuichi?
Jamás pensé que me enamoraría, ni mucho menos llegar conocer a mí ser especial.
Acaricie la mejilla de Kamitani y deposité un beso en sus labios.
—Te voy a extrañar, Hayato —dije.
Kamitani sonrió antes de besarme nuevamente.
—Te quiero, Ryuuichi.
Sonreí.
El balbucear de nuestros pequeños hermanos nos sacó de nuestro mundo. Arrulle a Koutaro y por suerte no despertó, Taka también prosiguió dormido en brazos de Kamitani.
—Ryuuichi, hay algo que quiero pedirte.
Sus mejillas adquirieron un color carmesí, lo que me pareció muy adorable.
—Suéltalo.
Ahora sus orejas estaban totalmente rojas, produciéndome una risita tras notarlo. Kamitani desvió la mirada mientras intentaba tomarse un respiro de tan fatal descontrol de sus emociones. Al relajarse volvió a centrarse en mí.
—¿Quieres tener una cita conmigo?
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—¿Y sólo corriste?
—B-Bueno... Sí. ¡P-Pero acepté!... Le envíe un mensaje de texto, aceptando la cita.
