En uno de los reinos de Nivana se celebrará el cumpleaños del principe heredero al trono, Domick.
Aumque todos estaban felices bailando en el salón del palacio, con música suave y comida estupenda, Domick sentía una angustia aplastante.
Caminando de un lado para otro miraba con furia las alas de un angel caido, la reliquia de su padre y el tesoro más grande del rey; todos los herederos al trono debían hacer algo heroico que afirmara su poder y dominio, algo que los diferencia entre los hombres.
Por supuesto que el rubio no podia dormir por las noches al no tener su gran hazaña, algo que enorgulleciera a su padre y a su madre, que lo colocará como un heredero digno.
—hijo, todos te esperan en el salón—dijo su madre con voz suave y ojos dulces mirando la espalda de su hijo con cariño maternal.
Pero Domick no se movió ni un centímetros, más bien su cabeza estaba planeando algo grande; solo lo había escuchado de algunos aldeanos longevos y estoicos, la leyenda de que en el bosque de Sirce vivía un dragón.
Si él pudiera cazarlo y traer la cabeza del animal a su padre toda su maldita pesadilla acabaría, nadie dudaría de él.
Con ese pensamiento tomó su capa y espada de la mesa, pasando a su madre sin mirarla.
—hijo!, hijo!, que haces?—preguntó la mujer siguiendo a su hijo preocupada por él, pero su primogénito simplemente salió hasta los establos donde montó a su fiel caballo Marcus y se marchó con prisa.
Marcus se adentró pues hasta el corazón del bosque, donde Domick consiguió encontrar a los viejos pueblerinos quienes aseguraron ver al animal y que éste estaba encerrado en la prisión de Seis, un temido hombre que domaba animales salvajes.
Con determinación llegó a la prisión, su respiración aturdida era remplazada por el sonido incesante de su corazón rerumbar en su oido.
Con furia se bajó de su fiel animal y entro a la prisión de Seis, el hombre (musculoso y enorme) lo miró con una mueca engreída.
—oh, pero si tenemos al gran príncipe Dominick entre nosotros, porque honra a tan miserable pueblerino con su visita? —preguntó con saña, sentandose en su silla de madera y metiendo su dedo a la boca acariciando su encía.
—dicen que tienes cautivo contigo a un dragón—dijo el príncipe apretando sus manos con cólera contenida, el tipo soltó una risotada burlesca mirandolo despectivo.
—que harás con él muñeco? Sólo le harás cosquillas—dijo el hombre con una mueca cínica, Domick sacó su espada y lo apuntó con ella.
—puede que haga mas que eso y a ti también si no te quitas de mi camino—bramó el rubio con ojos fríos y vacíos, Seis se aparto con una sonrisa de autosuficiencia.
Domick paso al lado de él y camino hasta las celdas mugrientas
En un segundo se encontró con una celda ocupada por un hombre de no más de 1.75, tenía ojos de color plata pura y una cicatriz desde su frente hasta la barbilla pasando por su ojo derecho, extraño cabello blanco y su piel estaba cubierta por un tipo de escama.
Al quedar frente a frente se le olvidó respirar, sus manos temblaron y la cabeza le dio vuelta.
—ya te acobardaste?, no seas niña, entra—dijo Seis antes de abrir la celda y meter con un empujón a Domick, para luego irse.
El hombre-dragón lo quedó mirando con ojos estoicos, no se movió de su lugar, cuando el rubio alzó su espada para cortar la cabeza del mostruo éste sólo cerró los ojos esperando el golpe.
Pero Domick tiró su espada lejos, con cierto miedo se acercó al hombre y lo miró con curiosidad.
—que esperas humano?, no venías a matarme?—interrogó el híbrido con voz ronca y varonil, sus ojos de color plata brillaron, al rubio le hervía la sangre al ver algo tan hermoso.
—puedes hablar?, cual es tu nombre?—preguntó curioso el humano sentandose en el piso, sintiendo como la adrenalina abandonaba su cuerpo.
—Drake, pero todos me conoces como el puto monstruo—dijo algo divertido el dragón con una sonrisa burlona.
—dime híbrido si tu mereces, pues la muerte entre mis manos—habló el príncipe mientras con su espada cortaba los grilletes del hombre, dejándolo en libertad; con cuidado mirando el pasillo estrecho de la prisión se acercó al híbrido—vete, vuela, yo diré que me has atacado y escapaste de mis incapaces mano—susurró Domick tomando su espada y cortando su rostro, dejando caer su sangre a borbotones.
Drake con asombro se paró tembloroso desplegando sus alas de un bello color blanco y rompió el techo, volando para internarse en el crudo bosque.
—que mierda fue eso?—preguntó Seis corriendo hasta la celda del hombres-dragón, viendo que había sido destruida y el monstruo había escapado.
Domick lo miró entre los escombros con asombro fingido, se paró, tomó su espada y fue tras él gran dragón.
Siguiendo el rastro de escamas hasta una cueva dentro del bosque.
—gracias, no sabes cuanto tiempo me tuvieron encerrado y siendo torturado por los humanos—dijo Drake con una cola y ojos rojos, suspirando mirando con un bello brillo a Domick.
El príncipe se dispuso a sentarse al lado del hombre y respirar el aire puro de los hombres libres; él, como Drake estaba siendo aprisionado, obligado a ser perfecto.
—podría ser libre como tú, quedarme contigo y tomar de la naturaleza la vida que se me ah quitado—susurró el príncipe tomando la mano de Drake y llevándola a su labio, besando con devoción la porción de piel.
Podría ser libre.
—podrías—dijo el dragón, con una sonrisa mirando después de mucho tiempo la luna resplandecer.
En silencio se miraban intensamente, mientras acercaban sus cuerpos y en un segundo juntaron sus labios en un suave beso, inocente y casto.
Entonces las promesas de una noche se convirtieron en promesas para la eternidad que los esperaba anhelantes, libres y felices.
El uno al otro se necesitaban como el oxígeno y como el agua, cada beso y cada sonrisa de complicidad llenaba sus corazones.
