Indiferencia

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¡Feliz Martes!

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{Laurel}

Quise irme de la oficina y evitarme el mal rato, pero mi cerebro tenía la mala costumbre de bloquearse e ignorar mis órdenes en situaciones como esas y entonces mis piernas no obedecieron y me quedé ahí, viendo cómo aquel chico se separaba de su estúpida Mérida y me miraba sorprendido; solo estaban abrazados —él la abrazaba a ella—, sin embargo, la situación me pareció muy íntima. La chica también me miró un tanto nerviosa y me di cuenta de que me quedé parada ahí, como si hubiese descubierto a mi novio siendo infiel y no a un tipo que tenía todo el derecho del mundo de estar con la que quisiera porque no tenía nada conmigo.

¡Nada! Porque yo así lo había decidido, no él.

—No me mires así, cariño. No soy su novia me obligué a aclararle de inmediato. Ella suspiró aliviada y Darius le sonrió para tranquilizarla.

¡Carajo!

En ese momento estaba descubriendo lo fuerte que me había vuelto al quedarme ahí, viendo cómo el hombre del cual me sentía atraída tranquilizaba con dulzura a su doncella mientras a la bruja —que era yo— se le despedazaba el corazón.

El amor era malo, muy malo.

—Mi hora de trabajar llegó, los dejo solos —habló ella al fin y escuché lo tierna que era su voz.

No era una niña, pero sí muy inocente y comprendía porqué Darius se veía tan a gusto con ella; la chica caminó frente a mí y se quedó de pie un poco intimidada.

Darius carraspeó y me miró.

Ya no era aquella mirada tierna que siempre tenía para mí, esa vez era la de un tipo que tenía frente a él a su acostón de una noche, obstruyéndole el paso a la que pretendía que fuese la princesa de su vida.

—¡Ups! Lo siento —dije haciéndome a un lado, ella sonrió y se fue en cuanto dejé de obstruir su camino.

No debía que odiarla, tenía que ser sensata y madura. Esa bella chica no era culpable de nada, solo estaba en el momento indicado y yo en el equivocado.

Me repetí eso mientras la vi irse, mientras intentaba calmar a mi acelerado corazón y calmaba mis ganas de matar a alguien, mis celos y mi decepción, esto último no fue por Darius sino de mí misma por siempre poner los ojos en hombres equivocados.

—Si no te conociera si quiera un poco, creería que ves demasiado el trasero de Celine casi como lo vi... ven los hombres —habló Darius y se corrigió.

El maldito se había corregido al final de aquella oración y ya no sabía a quien tenía que matar primero, si a él a la tontiestúpida Celine.

¡Dios! Tenía que controlarme.

Perversa Seducción ® (21+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora