Con calma

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{Darius}

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{Darius}

—No llores —pedí a la reina de hielo frente a mí y limpié sus lágrimas.

Era tan fuerte y fría, sin embargo, estaba llorando con tanto dolor y sentimiento que me sentí impotente por no saber qué pasaba por su loca cabeza y qué le causaba aquel sufrimiento. La atraje hacia mí y, aunque deseaba respuestas de su parte, la dejé llorar y desahogarse sin preguntar nada, solo abrazándola y siendo su paño de lágrimas, demostrándole que estaba ahí para ella, no importaba qué, me tenía y deseaba tenerla a ella.

Me sentí molesto y frustrado porque se fue con Olek y peor cuando la vi llegar con él tan tarde, pero había hablado con Isabella y ella me hizo recapacitar, buscar a la dueña de mis migrañas y aclarar de una vez por todas la situación entre nosotros.

—Laurel fue nuestra celestina en el pasado y voy a devolverle esa ayuda, así que haz el favor de buscarla y fóllala para que se calme porque ella funciona así y tú lo deseas también —había dicho mi sabia hermana cuando llegué a casa de sus suegros para ver a mi pequeño—. Así luego hablarán tranquilos —aseguró y LuzBel la miró con complicidad.

Me reí por cómo ella me estaba hablando y porque no podían ocultar sus travesuras.

—¡Sí, fóllala! —exclamó Dasher y casi escupo el jugo que tenía en la boca.

Los tres pequeños estaban con nosotros, bebiendo jugo y comiendo galletas saladas con dip de aguacate. Isabella se puso roja cuando escuchó aquello y LuzBel estaba estupefacto al igual que yo.

—¿Té es eso, mamita? —preguntó Daemon, curioso como los otros dos y los tres adultos callamos.

—Mamá dijo cállala, callar es hacer que una persona se quede en silencio cuando está comiendo y ustedes están comiendo, así que hagan silencio, pequeños entrometidos —explicó LuzBel e Isabella sonrió arrepentida por no haber medido sus palabras.

Yo traté de no reírme al verla en aquella situación, pero me fue imposible.

Dejando de lado aquel momento incómodo, su consejo me había servido mucho.

Deseaba hacer mía a la chica de nuevo y pedirle una disculpa por haberla dejado plantada y deseaba estar bien de una vez por todas con ella porque la quería a mi lado y ya no pensaba seguir en juegos de niños.

Cuando su llanto se calmó decidí hablar una vez más.

—Siento mucho si te asusté con mis palabras y te hice llorar con ellas —pedí ya que era la única razón que llegaba a mi cabeza para que llorara tanto—. Cree en mí, Laurel, pero sobre todo confía en mí —seguí y se sentó sobre la cama, hice lo mismo y la miré.

Perversa Seducción ® (21+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora