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El coche, que había estacionado a solo unos metros delante de él, apagó las luces, volviendo a sumirlo todo en la más profunda de las oscuridades.

La puerta del copiloto se abrió y salió un hombre alto, de unos cuarenta y tantos años de edad, vestido con traje y gorro negros.

Se quedó quieto, junto a la puerta abierta del Golf negro y clavó su vista en aquel cuerpo desmadejado que había sido arrojado sin ningún tipo de cuidado sobre aquel pestilente montón de basura.

Lo miró por largo tiempo, impasible, sin siquiera alterarse al ver aquella sangrante herida que cada vez formaba un charco más grande sobre la tierra marrón podrida.

Siguió mirando, más por probarse a sí mismo y a sus sentimientos al ver que por fin había conseguido lo que buscaba, pero lo único que sentía era el inmenso vacío al que estaba acostumbrado y furia hacia Kiba, si Naruto estaba muerto él nunca lograría lo que estaba buscando, lo necesitaba vivo y, después, podría morirse si quería.

Con un gesto de la mano le indicó a su subalterno que bajara del coche.

-Ayúdame a meterlo en el asiento de atrás-ordenó-y con cuidado, este hijo de puta no es imprescindible.

-Si, señor.

Entre los dos subieron el cuerpo inerte de Naruto al coche y lo tumbaron en el asiento.

-Señor, acaba de abrir los ojos.

Nervioso, dirigió su vista hacia la cara del rubio pero Naruto seguía inconsciente.

-Imbécil, está moribundo, deja de decir estupideces y llévame a la base de una puta vez-exclamó-y haber si localizas al bastardo de Kiba, lo quiero muerto y a mis pies.






Hinata nunca creyó que un cuerpo tan frágil como el suyo fuera capaz de soportar semejante dolor, nunca en su vida hubiera podido imaginarlo, ni siquiera por un mínimo instante.

Sus ojos perla seguían con detalle los borrones de las luces de otros coches en la autovía, quizás con la ínfima esperanza de encontrar a alguno que llevara un bulto sospechoso en el asiento trasero, cualquier cosa que pudiese decirle que Naruto estaba bien, que ella estaba siendo una tonta al creer que le había pasado algo.

Dolía, dolía horrores y sentía que en alguno de esos minutos su cuerpo acabaría por estallar en mil pedacitos.

Aún así no había vuelto a derramar una lágrima en toda la noche, ¿de qué le servía llorar? llorando no iba a conseguir nada, tenía que estar serena y calmada para poder actuar pero era tan difícil cuando tu corazón sufría de tal manera que casi no podías ni respirar.

-No te preocupes-la voz de Roku llegó amortiguada hacia ella.

Hinata se giró y se quedó mirando al hermano número seis.

No había dicho nada durante el viaje, se había mantenido callado con la vista al frente, en aquella carretera de autovía por la que circulaban a toda velocidad, lo cual era extraño considerando el estado de su pierna, Hinata había insistido en conducir ella pero Roku dijo que en su estado de ánimo no era conveniente y ella fue incapaz de negárselo.

-Kyu siempre ha sabido arreglarselas solo-continuó-te aseguro que en estos momentos debe estar dando por culo al secuestrador.

Hinata esbozó una pequeña sonrisa, ojalá fuera cierto.

Los ojos de Roku se desviaron un momento hacia ella, aquellos ojos perla eran fríos pero debajo de aquella frialdad fingida ella pudo distinguir preocupación y cierto grado de cariño al mirarla.

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