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UN MES DESPUÉS

El sonido del despertador invadió todo el cuarto haciendo que Hinata se despertara con un sobresalto.

Miró el reloj y casi se cae de la cama.

Hoy era su primer día de trabajo como inspectora y ya llegaba tarde.

Se levantó de la cama enredándose los pies en las sábanas y cayendo de bruces al suelo.

Maldiciendo se levantó y abrió el armario, no estaba segura de que sería más adecuado ponerse, si algo formal o informal.

Según le habían dicho su compañero, el inspector Inuzuka era alguien muy serio.

Optó por ponerse una falda lisa hasta las rodillas, una blusa y una chaqueta.

Entró al baño, dispuesta a darse una ducha rápida aunque fuera en agua fría, ayer en la noche se había roto el depósito del agua caliente.

Dejó que el agua le recorriese todo el cuerpo mientras suspiraba.

Estaba con mala suerte, lo tenía asumido, cada vez que algo le salía bien sucedían un montón de fatalidades que acababan por fastidiarla.

Y no solo profesionalmente sino también sentimentalmente.

No por nada vivía ella sola en una casa de cien metros cuadrados con una terraza que daba a la calle central de la ciudad.

Todavía no lograba entender como había conseguido una casa así.

Pero el hecho era que Ino tenía razón, estaba sola y amargada, pero que iba a hacer ella si estaba destinada a que todo le saliera mal.

Salió apurada del baño y se alistó, una cosa era estar de mala suerte y otra cosa era provocar su despido a propósito en el mismo día que comenzaba.

Se tomó un café rápido y se comió una tostada, no había tiempo para más.

Iba a salir de la casa y se acordó de que había olvidado la pistola y la placa en su cuarto.

Las recogió rápidamente y luego salió a la calle.

Era un día precioso, lástima que tuviera que encerrarse en una oficina.

Iba tan apurada que no se fijó en el hombre que venía delante de ella hasta que se chocaron.

-Los siento, señor, discúlpeme llego tarde al trabajo.

Lo único que llegó a ver de él fue su altura y su extraño pelo rubio pero no se molestó en fijarse en nada más.

Probablemente si lo hiciera descubriría la sonrisa divertida que cruzaba un rostro de ojos azules.







Naruto sonreía divertido mientras veía a la pelinegra corriendo a toda velocidad por la acera.

Iba pensando en su próximo golpe y ni siquiera se había percatado de ella hasta que su cuerpo chocó con el suyo.

Aquellas exquisitas curvas inmediatamente le hicieron recorrer escalofríos por toda la espalda.

Ella era linda, muy linda.

Su pelo negro largo le caía alrededor de una exquisita delantera, que ya quisieran para sí varios equipos de fútbol, y a pesar de aquella falda pudo adivinar que sus piernas eran exquisitas.

Era pequeña, apenas si le llegaba al hombro pero realmente lo hipnotizó cuando lo miró de volada con unos extraños ojos perla.

Un fuego abrasador le atravesó el cuerpo cuando ella se separó de él rozando su vientre con la mano y se disculpó saliendo a todo correr.

Exóticos Placeres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora