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No podía moverse, su cuerpo no reaccionaba, aquello no...Aquello no podía ser, ¡no podía ser! era imposible, ese hombre estaba muerto, era imposible que estuviera allí, sonriendo de aquella manera, en frente de él sin inmutarse de nada.

El sudor le bajó a chorros por la espalda, la boca se le secó, los ojos se le agrandaron de miedo y el cerebro se le paralizó, volvía otra vez, otra vez el pequeño Naruto salía a la superficie después de tantos años desaparecido, otra vez el miedo, el odio, la impotencia, pero sobre todo el miedo, y entonces como si de una película de cine se tratara volvió a recordar aquel día, aquel horroroso día que había descubierto lo que le hacía a su madre y que ese hombre le había pegado por primera vez.

FLASH BACK

-Corre, corre, corre-murmuraba el niño una y otra vez para sí mismo.

Hacía un calor terrible y ya sentía como la fina camiseta de manga corta roja se le pegaba al cuerpo y como los pulmones le ardían a causa de tan intensa carrera, pero aún así no frenó, su mamá lo necesitaba y él tenía que ir a atenderla.

Apretó fuertemente la caja de medicinas que acababa de robar de una farmacia y aceleró el ritmo.

Ella se empeñaba en decirle que estaba bien y siempre le sonreía, se pensaba que era un niño pequeño, pero él ya tenía cuatro años y sabía que ella estaba enferma pero no sabía lo que tenía, le salían unas manchas verdes y moradas por el cuerpo y a veces tenía fiebre, al principio pensó que era catarro pero su mamá no tenía mocos, un amigo del parque le había dicho que su hermano mayor también tenía manchas en el cuerpo y que era una enfermedad llamada leucemia, un cáncer, él no sabía que era el cáncer pero si sabía que muchas personas morían a causa de él y él no quería que su madre se muriera, no lo permitiría.

Había pensado decírselo a su padre, pero él siempre estaba enfadado y cada vez que él quería acercarse a él le gritaba y le insultaba y luego gritaba a su mamá y le decía que lo tenía malcriado y a ella también la insultaba así que él procuraba no acercarse a él nunca, por eso y porque cada vez que lo hacía su madre aparecía al día siguiente con más manchas, ella se ponía enferma por culpa de él, porque iba a molestar a su padre, pero es que lo único que quería era que le hiciera caso igual que los otros papás, pero él siempre actuaba igual.

Se sacudió la cabeza, ahora no debía pensar en su padre sino correr a casa a donde su madre, en la farmacia le habían dicho que esa medicina se llamaba ''aspirina'' y que curaba todos los dolores, él no tenía dinero, eran muy pobres a pesar de que su padre traía muchos billetes a casa todos los días, así que tuvo que aprovechar un descuido del farmacéutico para robar aquella caja.

Aceleró aún más hasta que por fin vio el bloque de edificios donde vivía, un edificio ennegrecido y sucio y que según decía su madre no tardaría en derrumbarse.

Entró en el portal sin puerta y subió las destartaladas escaleras hasta llegar al entresuelo, donde vivían.

La puerta de su casa no tenía cerradura y muchas veces habían robado cuando no había nadie en casa pero por suerte a ellos nunca les había pasado nada.

El apartamento era pequeño, una cocina, un pequeño salón, una habitación y un baño.

Entró sin miramientos en la habitación, donde dormían su padre y su madre, él lo hacía en  la sala, y vio que su madre seguía tirada en la cama, como en la mañana cuando él había ido a la escuela del barrio, se acercó a ella, tenía los ojos abiertos pero no miraba a ningún lado, como casi siempre, por lo menos ahora no lloraba.

-Ya estoy aquí mamá-dijo acercándose-mira te he traído una medicina para que te cures.

Ella giró la cara y lo miró mientras sonreía levemente, ella solo sonreía cuando estaba con él, con nadie más, y extendió su mano amoratada y le revolvió suavemente la rubia cabellera.

Exóticos Placeres Donde viven las historias. Descúbrelo ahora