6

105 21 0
                                    

Especial, +600 palabras.

Jimin cogió los cuadernos que utilizaría para la primera hora. Hoy si había asistido al instituto.

Podría no notarse, pero le daba pánico.

Respirando sonoramente caminó hacia su salón, le tocaba matemáticas y debía concentrarse por completo en la clase, no quería arruinar sus notas. Queria demostrarse a sí mismo que podía tener el control.

Sin embargo, su cuerpo se congeló al ver una silueta que se le aparecía hasta en las pesadillas. Porque Park Jimin no soñaba, tenía pesadillas.

Jeongguk cruzó sin importarle que la gente lo viera, tampoco es como si importara, nadie le preguntaría, nadie se acercaría a saber que ocurría, nadie.

Como estudiante de segundo año, también estaba en el segundo piso, junto a los de tercero y por eso su infierno era más doloroso y difícil de llevar, toparse con su hermanastro nunca era un gusto.

No recordaba la primera vez que le había golpeado, quizá desde los seis años cuando llegó a su casa. Su madre tenía una nueva pareja, aceptó al niño como si fuera su propio hijo y luego el hombre la dejó, como si sólo buscara deshacerse del pequeño que para recompensar el abandono se desquitó con lo más frágil, su hermanastro menor.

No era excusa.

Pero no sabía como hacer que pare.

Era débil.

—Tú.

Abrió los ojos sorprendido.

Le costó reconocer la voz, escuchada hace ya tantos días que falta le hizo. El tono de regaño le pareció agradable. Casi sonrió.

—Tú — repitió mirándolo.

Park Jimin le estaba hablando. Eso era casi tan magnifico como la idea de viajar a otro país.

Park lo hizo detenerse, él no quería, justo hoy no quería verlo, ni que le viese. Pero Park era bruto, lo tomó de los hombros y lo hizo mirarlo.

Jeon observó sus facciones, ninguna reacción por el momento. El morado azulado en su ojo no era la gran cosa.

Pero le asustó que Jimin no dijera nada.

Temió lo que se venía.

Porque Park caminó como demonio en una sola dirección.

Y Jeongguk lo siguió luego de entender hacia donde iba y con que intenciones.

Lo atrapó justo cuando pensaba cruzar la puerta de su salón, le tomó todas sus fuerzas detenerlo y no le quedó de otra más que abrazarlo por la espalda.

Lo que no sabia, es que de esa forma logró desarmarlo por completo. Jeongguk sintió como la dureza de sus músculos se relajaban de a poco.

—No — dijo negando con la cabeza a punto de llorar. Lo apretó aún más fuerte — no te metas en lo que no te incumbe.

Jimin miró a los que se hallaban perplejos mirando la situación, corrieron por sus vidas.

—M...

Jimin quería golpearse. ¿Porque no podía hablar?

Claro, le faltaba la práctica.

"Vamos, atrévete", escuchó a su padre en su cabeza.

—Me importa.

Jeon se tensó.

Se separó lentamente asegurándose de que Jimin no correría a golpear a su hermano, porque los músculos del chico dejaban en claro que no sería una simple reprimienda.

—¿Que dices?
—Tú.
—Yo — repitió Jeongguk enternecido.

Jimin quiso golpearlo.

En cambio, tocó su cabeza y suavemente le acaricio.

—Idiota. Eres un idiota que no sabe defenderse por si mismo, que lo único que puede hacer es llorar en vez de pedir ayuda.
—¿Gracias?
—Por eso.
—Por eso, ¿que?
—Por eso, quiero yo ser el que te defienda... El que te ayude. El que s-seque tus lágrimas.

¿Habia escuchado mal? ¿O Park Jimin había tartamudeado frente a él?

No, por supuesto que no, la mueca de asco en su rostro lo delataba, le era difícil e insoportable decir aquellas cosas.

Jeon quiso aliviar su malestar.

—Ni siquiera te sabes mi nombre — bromeó.

Jimin lo miró fijamente.

—Tú eres Jeon Jeongguk.

Semilla | 지국 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora