11

83 15 1
                                    

Jeongguk frunció el ceño mientras volteaba de un lado a otro frente al espejo, luego se sentía como idiota y se quitaba todo lo que se había puesto y se sentaba en la cama a sopesar las posibilidades de que en realidad Jimin tuviera una cita con él.

Recordar el tono y la expresión de Jimin al decirlo frente a Taehyung lo hizo reír un poco y tocar sus mejillas calientes de la vergüenza. Aunque luego se molestó bastante.

—¡Gracias por avisarme, gran...!

Y volvía a probarse otro conjunto que si le quedara bien.

Su madre en la puerta mordía una de sus uñas, mientras en la otra mano tenía la cuchara de palo que usaba para cocinar, Jiwon salió de su cuarto y pasó por su lado, ella lo detuvo.

—Ven, mira... Creo que Jeonggukie tendrá una cita... Pero, estoy un poco confundida, él dijo...
—Ah, no te preocupes por eso, Jeongguk sólo está experimentando, además le hace bien que alguien le enseñe, sobre todo si es una mujer de confianza y madurez.

¿Madurez? ¿Mujer?

—No, no, él no dijo...
—Mamá, yo me preocuparía del humo que sale de la cocina si fuera tú.

Y su madre salió a toda velocidad.

Mientras él miró entre la puerta y descubrió a Jeongguk, hizo un gesto con su mano y pensó: "Campeón".

[...]

Jimin golpeó el piso otra vez, estaba ansioso, molesto consigo mismo, inquieto, desconcertado, no tenía idea de que hacer.

Hoy era viernes.

Y ni siquiera le había hablado otra vez a Jeongguk desde entonces.

Se golpeó con su palma.

—No van a quererte con un rostro desfigurado —su madre entró a la cocina.

En estos momentos, no podía contar con su padre para que le ayudara, éste se encontraba trabajando muy duro y no quería ser una molestia, por lo que no le había mencionado nada desde la última vez, hace dos semanas.

Su madre podría ayudarle, ¿cierto?

—Mamá... Si, hipotéticamente hablando, evitaste que una persona saliera con su amigo para tener una cita con esa persona, ¿que se hace?

Su madre dejó las verduras de lado, sus ojos se humedecieron y sus manos temblaron levemente.

Su hijo le pedía consejo por primera vez, y mejor, sobre una cita. Eso significaba solo una cosa; nietos.

—Ahm, bueno, si esa persona no se negó a la cita, entonces puedes empezar con organizarla, el lugar, la comida, la hora, la fecha... ¿cuando será?
—Hoy.

Silencio.

—¡Park Jimin!
—Mamá.
—Ve a cambiarte de una vez y llama a la chica diciendole que venga a comer a casa, pueden ver una película o alguna serie buena, o pueden pedir comida y... —su madre siguió hablando, y dándole consejos que probablemente servirían, pero él solo podía pensar en un pequeño detalle que había pasado por alto...

¿De que chica hablaba su madre?
¿Se molestaría si invitaba a Jeongguk en ves de la chica? No quería ser grosero, pero no quería tener que conocer a alguien estando con Jeongguk.

[...]

Revisó el mensaje de Park analizando la dirección, literalmente no habían hablado en todos los días siguientes a la extraña invitación y a última hora Jimin le había enviado un mensaje a su celular anotando su dirección y la hora de la cena.

Pudo haberse quejado, inventado alguna excusa; como que estaba enfermo, pudo haber inventado que se había quedado sin batería, sin embargo, él lo quería, quería ir a la casa de Park y comer con él. Sentía que de aquella forma lo que habría entre ellos -sea lo que sea- tendría mejor confianza.

Aun que, ahora, fuera de la puerta de la casa, lo pensó seriamente.

Aún podía dar la vuelta, y...

¿Perderse de conocer a Park Jimin por completo?

—Carajo, no me dejé imaginar su cuerpo en vano —balbuceó molesto. Y tocó la puerta con seguridad.

Al instante salió una mujer adulta, con un vestido azul brillante, el cabello castaño y canoso tomado en un peinado elegante, y una sonrisa familiar. Se sintió como conociendo a sus suegros.

—¿Eres Jeongguk?
—S-Si... Digo, si, señora Park. Es un placer, tiene usted un hijo muy bonito. ¡C-Casa! Digo, casa, quiero decir, su hijo también es muy guapo, pero su casa es muy bonita... —rió nerviosamente listo para lanzarse a las rosas si era necesario.

La señora Park se carcajeó fuertemente hechando su cuerpo hacía atrás y rompió un poco su imagen de mujer seria.

—Por dios, querido. No vamos a hacerte nada, siéntete cómodo de ser tu mismo, soy Park Hyojin.
—Jeon Jeongguk, un placer —suspiró riendo e hizo una reverencia.

La señora lo invitó adentro y él le entregó la torta de patatas que su madre le había preparado cuando supo de la cita. Al entrar, observó levemente los muebles y el lugar, se fijó más bien en las fotos de la sala de estar de un pequeño niño serio con sus padres, sonrió.

—Nuestro Jimin siempre ha sido peculiar, en el kinder los demás niños lo dejaban solo por no ser de los inquietos y juguetones... Fue muy difícil, todos creían que tenía un problema... Sin embargo, yo sabía que era él mismo —le comentó la señora a su lado observando la imagen, con una mirada de antaño muy profunda en sus oscuros ojos—. Lo quisimos así tal cual, y nunca intentamos cambiarlo. Mi marido lo ayudó bastante, gracias a él Jimin pudo por fin hablar a la edad de seis años... Él ya sabía hablar, pero jamás lo hacía frente a otros. Realmente, muy peculiar.
—Lo sé —soltó Jeongguk recordando la primera vez que se habían visto.

Escuchó como la mujer recomponía su imagen y la miró.

—Pues, bien. Es hora de cenar, este chico aún no baja... —Ella se dirigió hasta las escaleras y vociferó:— ¡Park Jimin! ¡Baja en este instante! ¡Tu Jeongguk ya llegó!

Jeongguk dio un respingo y se abstuvo de decirle que no era su Jeongguk, sin embargo, no sonaba tan mal.

Ella le guiñó un ojo y se fue, probablemente a la cocina.

Entonces, cuando él ya no sabia que hacer, escuchó unos pasos por sobre su cabeza, al mirar hacia las escaleras ahí estaba. Tan grande y bonito como siempre, vistiendo un traje negro elegante y a la vez juvenil, su cabello bien peinado y una mueca graciosa en los labios, de aquella forma, rodeado por miles de corazones y diablillos bajó hasta los pies de Jeongguk.

—¿Como me veo? —preguntó seriamente, intentando no demostrar lo mucho que le gustaba ver a Jeongguk con una camiseta blanca y Jeans ajustados.

Jeongguk apenas había pestañeado, según su madre esa era buena señal, ella le recomendó no usar corbata y desabotonar por lo menos tres botones de la camisa negra que llevaba.

—Tu... —Jeongguk lo analizó de pies a cabeza y jadeo—. ¿Que hiciste con mi Park?

Su intento de bromear quedó en el aire.

Jimin lo miró fijamente, y Jeongguk a él, ambos con los ojos oscuros y brillantes. A centímetros de tocarse, sus manos inquietas y cosquilleantes, el aroma de los perfumes mezclándose correctamente.
Jimin se relamió los labios y Jeongguk hizo lo mismo al seguir aquella rosada lengua...

—¿Ya quieren cenar?

La imagen que apreciaba la señora Park era fantástica, que mujer más afortunada.

Semilla | 지국 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora