7

132 24 17
                                    

Jeongguk estaba temblando en la banca, el cielo gris y la brisa fría rozando su congelada piel. Hacia demasiado frío y él realmente no había venido preparado, sin contar que no podía usar sus chaquetas gigantes porque Jiwon se las había quitado en su mayoría.

A veces no entendía como su madre podía ser tan ciega, Jiwon siempre había sido de una personalidad algo problemática, desde pequeño siendo un chico travieso y bueno para las bromas, y Jeongguk básicamente era su víctima favorita. Su madre siempre estaba ahí, pero nunca parecía consciente de lo que ocurría, ni aunque él se desesperara por contarle, el temía, pero realmente creyó que su madre lo notaria.

Pero pena le daba, siempre que la veía y ella se encontraba con la mirada cansina sobre sus cosas como si no les encontrara sentido. Tenía aquella mirada desde que el padre de Jiwon la había abandonado, a veces Jeongguk intentaba animarla, haciéndola bailar, o cantándole, funcionaban, por esos momentos.

—Ten.

Miro hacia su derecha al pelinegro que le tendía la mano, tomó el vaso térmico, éste estaba tibio y sus manos se lo agradecieron, acercó su nariz a la humeante apertura y sintió el agradable calor del líquido del interior.

—Gracias — murmuró.

Jimin asintió y se sentó a su lado en la banca de cemento que había a un costado del instituto, donde no habían ventanas y sólo habían árboles carentes de hojas.

A Jeongguk le parecía fascinante y aterrador la forma en la que el chico de pronto había pasado a entrar en su círculo de amigos, si es que así podía llamarle, usualmente andaban juntos sin decir ninguna palabra. Jeongguk sentía su cuerpo inquieto y su garganta picar por decir tantas cosas, decirle y preguntarle tantas cosas, pero realmente era tan extraña la situación que no sabía ni como comenzar una conversación.

—¿Le dijiste? — Jimin le sacó de su cabeza con su dura voz.

Jeon suspiró viendo como el vapor que emanaba desaparecía.

—No.
—Puedes hablar con mi padre — ofreció.
—No.

Silencio.

Jeongguk miró a Jimin, y éste lo observaba seriamente. Cinco días habían pasado desde que convenció a Jimin de que se calmara y en cambio le prometió que hablaría con su madre o el director.

—Puedo hacerlo yo — volvió a ofrecer su ayuda sin hacer ninguna mueca.

Jeon sujetó el vaso con fuerza.

—No quiero que te metas en problemas.
—Tu ya eras un problema.

Hizo una mueca.

Aún no se acostumbraba a la forma de ser de Jimin, lucía como un chico aburrido, pero era tan directo e intrigante que no se podía controlar a sí mismo de querer saber más sobre él. Le atraía, no podía mentir.

—Sí, lo soy.
—Yo también tengo problemas.

Jeongguk sonrió. Comenzaba a adorar la torpe forma que tenía Jimin de consolarlo, lo había notado en estos días, con comentarios torpes y sinceros, comentarios fuera del margen que lo dejaban atento al chico, porque Jimin no hablaba ni consolaba a la gente, sólo a Jeon Jeongguk.

—Tu eres un problema, Park —jugó.

Y Jimin lo miró.

Jeongguk luciendo una adorable sonrisa con los ojos cansinos hizo que en su estómago algo se revolviera inquieto, por alguna razón, desconocida para él, deseaba proteger a ese chico.

Se encontró a sí mismo descubriendo lo que era gustar de la gente. Corrección, de Jeon Jeongguk.

El chico sufría, si, pero a pesar de tener una sombra encima, le parecía extremadamente reluciente, y no, jamás se lo diría de ser necesario.

—Lo haré yo, entonces, no será nada.

Jeongguk suspiró.

"Es muy terco", pensó, y mientras lo hacia sonrió.

—Bien, ambos. El problema es mío y ya veo que no puedo quitarte de encima, tendrás que ayudarme ahí con el director.

Creía que al menos Jimin sonreiría con aquello.

Pero sólo se le acercó más y casi a dos centímetros de su rostro le dijo:

—Tu no quieres quitarme de encima.

Semilla | 지국 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora