Estimada Alice 2.

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22 de febrero, 2012

Estimada Alice:

Lamento no haber escrito ayer, pero honestamente no podía ni siquiera abrir los ojos sin desear llorar por horas hasta morir deshidratada. Hoy me siento un poco mejor, ya puedo levantarme de la cama, mis piernas duelen, están amoratadas y tiemblan cuando me levanto, pero ayer estaba mucho peor.

Es miércoles, Padre llega tarde este día de la semana, así que tengo un poco de tiempo para hablarte con tranquilidad. Te diré lo que ocurrió después de que él tirara la puerta.

¿Alguna vez te han golpeado las piernas con una manguera de jardín hasta el cansancio? Porque te juro que me dolió, aún duele.

Padre suele salir de lo tradicional cuando se trata de agredirme. No se conforma con su correa de cuero, no se conforma con solo hacerme sangrar, él ama dejar moretones y marcas duraderas, como si me diera un recordatorio constante de lo salvaje que puede ser cuando se lo propone.

Como si yo necesitara de un recordatorio, tengo muy clara su crueldad.

No es la primera vez que me golpea hasta llegar al punto del desmayo. Pero hasta el lunes nunca me había agredido con un material tan fuerte y desgarrador como una manguera. Claro que una vez me azotó con un palo de trapeador...las marcas aún siguen en mi espalda, podía verlas cada vez que iba a darme una ducha y en ese íntimo momento me permitía llorar deliberadamente.

Me odio, Me odio porque mi cuerpo ya no es bonito. Mi piel ya no es suave y llena de vida. Mi alma ya no es pura. Esa es la razón por la que rompí el espejo del baño hace tanto tiempo.

No puedo creer que de alguna manera ya he comenzado a llorar otra vez, estoy mojando las teclas del computador, espero que no se dañe porque de otro modo no podré escribirte más, y no sé qué sería de mi entonces.

Padre volvió a poner la puerta en su lugar hoy por la mañana, pero la cerradura ya no ocupa el mismo sitio, ahora solo puede cerrarse desde afuera. La poca privacidad que tenía se ha ido, y el único espacio que yo consideraba remotamente seguro, ya no lo es.

Tengo miedo, Alice.

Miedo de que un día de estos enloquezca más de la cuenta, de que pierda el poco control que estoy segura de que aún posee y termine Matándome.

Él me ha encerrado en mi habitación hace ya varias horas como un castigo a parte por no acudir a su llamado. Tengo hambre pero no puedo bajar a la cocina porque estoy aquí atrapada. Tengo mucha sed y ganas de ir al baño, pero como en otras ocasiones tengo que aguantarme.

Tuve que hacer pis en la papelera de mi habitación...creeme que no fue bonito, agacharme se sintió como estar en el infierno y levantarme, como si en cualquier momento la piel de mis piernas fuera a caerse hecha tiras .

Me siento como si fuera un pequeño e indefenso pájaro asustado, siento deseos desmedidos de ser libre, de salir volando de mi encierro sin mirar atrás, pero me he dado cuenta de que mis alas están rotas y las rendijas de la jaula no son los suficientemente anchas como para salir, me retienen y nunca van a darme lo que quiero. Libertad.

Hace ya tres horas que mi hermano Jordan llamó para saber de mí. Él no tiene ni remota idea de lo que yo he sufrido hace dos días, lo que sufro desde hace cinco años. No sabe que estuve inconsciente la mitad del día de ayer y sin chances de poder moverme en la otra mitad del día por el dolor infinito que se aferraba a mis huesos y que me abrasaba las piernas.

Tampoco se lo dije.

Fingí que todo estaba perfectamente, le conté sobre mis clases en casa, le hablé un poco de tus libros, le dije que lo amaba, le pedí que saludara a Jared y a la abuela, y finalmente le prometí que lo llamaría otro día sin falta.

Mi hermano mayor tenia tantos problemas que no me pareció correcto involucrarlo en los míos, Jordan era ese tipo de persona que no conservaba los trabajos por más de dos meses y que tenia miles de conflictos propios, pero aún así, él volvía tus problemas los suyos siempre que pudiera ayudar.

Pronto será un día importante, ya te contaré con más detalle.

La puerta principal de la casa acaba de ser cerrada de un portazo estruendoso. Escucho risas, risas masculinas en el piso de abajo. Es la primera vez que Padre trae amigos a la casa, ni siquiera quiero imaginar qué clase de amigos puede tener él.

Están subiendo las escaleras Alice, puedo escuchar sus ruidosos pasos mientras suben. No solo está subiendo una persona, son varias...

Dejaré este correo hasta aquí, siento que algo malo va a pasar, no quiero creer que es lo que imagino, eso sería muy extremo, incluso para Padre.

Quiero creer que tiene límites.

Aún así, no deseo que me cache usando la computadora. Hablaremos luego, te lo prometo.

Tu mayor Lectora,

Nevaeh Pignatelli

Las Memorias de Nevaeh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora