Beso

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La soñé besandome el cuello con vehemencia absoluta, con total anhelo hacia mi ser, con dulzura y timidez.

Me miraba con amor, para luego sonreírme -como jamas la he visto sonreir, allá en la realidad-  y besar mi mejilla.

¿Por qué extrañarla si nunca fue mía?

¿Por qué vivirla de éste modo, cuando ya en repetidas ocasiones me ha mostrado su anhelo a aquella realidad suya, de la que no quiere desprenderse?

Por que ella vive allí, fuera de mi realidad, distante de mis sentimientos, aquellos que, luego de sospecharlos ciertos, ha intentado apaciguar con resultados completamente contrarios.

Esquiva mi mirada como si de fuego incandescente se tratase, mis pasos los evita con hiriente desprecio.

Las pequeñas charlas han disminuido a un ámbito que incluso evita el necesario, corre de mi presencia y huye de mi amor.

Aquellas contadas veces en que hablamos sin formalismos, han sido sustituidas por la fría mirada que me dedica en limitadas ocasiones, allá en la lejanía, apenas perceptible.

Quisiera buscar aquella exactitúd, cual fue el momento en que me delaté, saber si fue mi mirada, mi manera de hablarle, mis manos sudando o mis mejillas adquiriendo color.

Tal vez tenga la ligera esperanza- como cualquier tonto enamorado- de aquella triste agonía, la de saberme tambien deseado, de saberme también amado, de saberme tambien prohibido.

Y al ser tan prohibido nuestro amor, que a diferencia de mi clara desfachatez, ella ha tomado seriamente, y puesto aquella barrera infinita, que nos invita a jactarnos de nuestra madurez.

Si, me digo sin importar lo clara que es la mentira, eso ha de ser.

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